martes, 27 de noviembre de 2007

vagando por la Argentina (el magún)

(marzo del 2003)
Hay cosas divertidas, siempre las hay. Me tocó llegar al pueblo de Balnearia, en la llanura cordobesa. Córdoba, Argentina. Iba sentado en el ómnibus viendo el brillo del cielo blanco; todo se extendía blanco interminablemente desde la ventana. No me di cuenta de mucho, pero en el momento menos pensado estaba conversando con mi compañero de viaje, la persona sentada a mi lado. Era el psiquiatra del pueblo, que llegaba a Balnearia una vez por semana. Yo, muy tramposo, lo convencí para que me diera una receta médica de Rivotril, un ansiolítico. Claro, para que no fastidiaran luego en las farmacias de Buenos Aires, que no son el paraíso bioquímico que sí representan las farmacias de nuestra desalmada Lima, que te venden por unos centavos un kilo de diazepanes, y que a las chicas rápidas, atontadas de tantas horas de manejar su auto, les sueltan las anfetas así, sin una muy noble receta médica. Buenos Aires-receta médica.

Vaya con el psiquiatra argentino en la ruta al pueblo de Balnearia. De pronto, y sin un motivo aparente, se puso a hablarme del Che Guevara y sus viajes, y sólo de escucharme hablarle cosas raras, haciendo teatro e inventándole historias que había sacado de mis DVDs de "Kolchak, the night stalker", ya me dijo que quería hacer un libro con mis historias. Y se presentó de voluntario para ser mi editor. Ya quisiera el mundo tener gente tan voluntariosa, psiquiatras tan voluntariosos. Los que yo he conocido en Lima te escuchan 45 minutos con el rostro serio, te hablan un par de chapucerías, sobre el final de la sesión te garabatean en un papel sellado las pepas para la semana, y uno sabe que para lo único que sirven es para tener tranquilos a tus viejos, que se rayan cuando uno pasa la semana ido, balbuceando palabras con un automatismo psíquico tan automático que ese león bello que fue André Breton te miraría con una mirada cómplice. Y los psiquiatras de Lima cobran, y cómo cobran esos grandes peruanos.

Y bueno, vamos llegando a Balnearia puesto que el ómnibus no ha parado de avanzar. Y se descubre un velo que toda una teleplatea ansiosa estaba esperando. ¿Me creerán? Yo creo que sí, que es una suerte que exista Google, y este dato que voy a referir a continuación lo pueden comprobar en un santiamén. Me lo dijo este doctor que me acompañaba. Sucede que Balnearia tiene el más alto índice de suicidios en la Argentina, es el pueblo con más suicidios en toda la República que, desde las Cataratas de Iguazú se explaya hasta ese sitio remoto, remoto, que lleva por nombre Ushuaia, un poco más allá del Bolsón, poblado hippie de la Patagonia donde encuentras aún repuestos a los extraños radios Tesla, que algún abuelo genial consignó para escuchar la BBC de Londres cuando la aurora boreal anunciaba vientos de guerra.

Y es verdad aunque no me crean. No me importa que me crean, llegado el caso. Me lo contó el psiquiatra pero es vox populi. En la colonia piamontesa de Balnearia (todos rubios, del norte de Italia, pero hablando "argentino"), existe un extraño fenómeno: el magún. Así lo llaman. Los agricultores descendientes de piamonteses, luego de labrar la tierra durísimo, años íntegros, de formar una familia, se despiertan -teniendo de 40 a 45 años- e imprevistamente descubren en sí mismos una abrumadora melancolía, se encierran en sus habitaciones, y nadie lo puede evitar. Se suicidan. Es inexplicable. Los libros de psiquiatría de la Argentina abundan en razones y cifras respecto al magún, pero lo cierto es que ninguna explicación es lo suficientemente satisfatoria. Los piamonteses son excesivamente individualistas -dicen-, excesivamente trabajadores -dicen-, y un desafuero interno que surge de una vida de trabajo brota inesperadamente y viene la muerte y tendrá tus ojos. Lo curioso, y obvio, es que el Piamonte, también tierra de agricultores como Balnearia, tiene también la más alta tasa de suicidios en Italia.

Bueno, la vida sigue y llegamos a Balnearia. Y mientras me empachaba de pizzas en casa de las Bagarolo (pizzas hechas en casa; las pastas, arte culinario tan cotidiano para los italianos), me contaron que el psiquiatra era un tipo raro y yo no me inmuté. Y salí a la noche húmeda de Balnearia tarareando "Adiós, Nonino", de Piazzola, junto con Ariel, mi amigo baterista, y con los ojos tranquilos, afianzados en el brillo de una locomotora negra y reluciente que hay en el centro de la plaza, recuerdo de los pioneros.

Legs show

Acabo de ver LA MUJER DEL PUERTO, de Arturo Ripstein. Segunda película de burdeles en menos de un par de días (la otra fue NIÑA BONITA, con Brooke Shields púber). Ambas sumamente buenas. Diría que Ripstein llega a ser delicadamente descarnado, y a un tiempo, violentamente descarnado; todo esto bajo dosis parciales. Sin embargo, estas apreciaciones son simplemente descriptivas.

Hay algo que está debajo de todo y que, claro, hace que sienta la película de Ripstein más desarmante, certera y veraz. Pero dudo. Me pregunto si la sensación de violencia y pobreza es la que, finalmente, despierta a su vez, esa sensación de veracidad. Frustración, expectativas simples.

Estoy, por estos días, atrapado en una grafomanía muy parecida a la del hermano de Robert Crumb, pero en un estado incipiente, al menos eso creo. Robert Crumb, el historietista newyorkino, casado con una mujer que llevaba una cadena de revistas pornográficas y dirigía esa revista para fetichistas, "Legs show". Publicación elaborada para aquellos que encuentran en las piernas de las mujeres una delicia inefable, al punto de estar todo el tiempo en ello. Ella decía, en el documental: "Quizás hay hombres variados y de diversos tipos, pero yo sostengo que al menos hay dos tipos bastante claros: los hombres que tienen fijación por las tetas de las mujeres y sus pezones, que suelen ser agresivos, y de otro lado, los que más bien piensan en su vientre, en su coño, y tienen todo su pensamiento en penetrar por ahí de una buena vez y ásperamente, que más bien suelen ser tímidos y retraídos". Robert Crumb miraba afablemente y, refiriéndose al camarógrafo, le decía a su mujer suavemente: "¿No crees que lo estás apabullando?". Y reía con el rostro irónico y enfermo.

Gracias a esta grafomanía boto muchos papeles todos los días al tacho. Escribo asociaciones de ideas, todo muy tonto. Y voy a las mesitas Cafetal de la Católica. Qué mujeres.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Adri

Te recuerdo siempre. Con cariño.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Buey perdido (y siguen los recuerdos)

Ayer hacia las 9 de la noche la locutora del micronoticiero de 90 Segundos señalaba: "El panorama electoral sombrío y falto de propuestas se despejó esta tarde, el ingeniero Fujimori atendió el clamor nacional y presentó su postulación a la Presidencia de la República". Después aparecieron unas viejitas, gente entrevistada en los mercados que decían: "-Chino, te pasas". "-Está bien, chino, sigue no más"...Si no tuviera cable la amargura se prolongaría, pero por la mañana estuve viendo la primera parte del especial sobre el telescopio espacial Hubble (trouble Hubble) y creo que era emocionante ver al que inventó el telescopio (Lyman Spitzer), muy anciano, subir a su bicicleta y tomar el camino por una senda, en medio de amplios jardines, en la universidad. Fue verdaderamente triste cuando el Hubble dio imágenes tan borrosas, y un error es un error. Calibras mal unos espejos y es un error; tienes un panel solar mal orientado y es un error.

Corriendo la mañana quizás vaya a la Biblioteca Nacional (la Católica está cerrada por fin de año), y es increíble, pero una de las reglas es que no puedes entrar con ningún cuaderno, ni el de apuntes, a la Biblioteca. Así que tienes que sacar unas hojitas ridículas. Sigo la investigación sobre los periódicos de los años 20 en Huaral. En La Sanción, uno de estos diarios, leí el otro día un aviso. Decía BUEY PERDIDO, como se anuncia ahora que se necesita secretaria o "Andrea. Gatita complaciente. Rica colita. Te permito hacerme de todo". La labor de esas imprentas artesanales huaralinas te dejan una sensación de encantamiento, y es inverosímil, porque los diarios están arrumados en un archivo que sólo tiene un cuarto con una mesa, sumergido en la oscuridad y la tristeza. Ignorados. Bellos e ignorados, como las fotos de los "caníbales amazónicos" en la Biblioteca Nacional, con sus panzas morenas al aire y las mujeres con los senos estirados para abajo y pezones que se alargan, grandes, del mismo modo que se estiran sus pechos. Fotos de 1910, 1915, que en las postales de Lima en esos años tuvieron que retocar y ponerles ropa. En los originales de las fotos, los amazónicos salían calatos y felices. Las postales las tuvieron que pintar de colores, todas unas acuarelas. Las mismas fotos, las mismas sonrisas de los candoshis, pero sin pezones largos y grandes.

La Sala de Investigaciones de la Biblioteca Nacional sólo daba a investigar periódicos por 3 años consecutivos y para que te los saquen los tenías que haber pedido con un día de anticipación, así que no encontrabas ningún austríaco ni partido por la mitad (que es lo que yo estaba buscando, austríacos y barcos que hubieran arribado al Callao entre 1929 y 1930), y menos en plan de colonización. Creo que te gustaría estar tomando calentito (pisco con café) en medio de chirimoyos y manzanos, con un montón de perros ladrando, nerviosos. La campiña huaralina.

Una amiga (Adriana) tiene pegado el poema de Luis Hernández en el tren de su cuarto, un tren que tiene desde niña (el poema que vino en uno de mis chicles, campaña de chicles antifujimoristas que, junto al lema "Tractor Tractor Tractor El Chino es dictador", tiene una fuerza chonguera irreductible). El poema que tiene Adriana en su tren es el que dice: No mueras más/ Oye una sinfonía para banda/ volverás a amarte cuando escuches/Diez trombones/ Con su añil claridad

martes, 6 de noviembre de 2007

Flashback Político

Un poco(pero muy poco) cansado, sintiendo la piel pegada a los ojos. No se me ha ocurrido escribirle nada a C. A mi papá lo llevaron al hospital a hacerle unos análisis anoche y ahora dentro de un rato voy a estar allá y quizás toda la mañana y tarde. Dicen que teniendo la edad que tiene toda hemorragia interna es de cuidado, es una especie de úlcera producto de los medicamentos que ha tomado y que le han inflamado el estómago.
Ayer vi un especial de los disturbios de Los Angeles de 1992(apaleamiento de Rodney King) y paralelamente veía una serie sobre una relación entre un negro y una guapa blanca. Parecía ocurrir en New York, así que me vinieron ataques de "mira todo lo que pasa en New York y mira la nada que ocurre aquí". Claro, por R., pero todo fue instántaneo y fugaz...esa sensación de las variedades de personas y cosas que se puede conocer ahí. Pensar eso fue como ver soplar sobre mi un viento de miedo y de carencia, hace mucho que no escribo ni estoy satisfecho.

También vi una entrevista a Enrique Chirinos Soto realizada por Jaime de Althaus. Seguía con mucha dedicación el momento que Chirinos Soto levantaba sus labios para dejar ver sus dientecitos, la forma en que toda la cabeza le temblaba, su dificultad para pronunciar las palabras. Era una gelatina, casi no había espacio para detenerse en su cinismo, sus ojeras mostraban sus ojitos redonditos y a veces aparecían sus manos, regordetas y deformes. Qué increíble tipo físico. Althaus cobraba un suave brillo, sus ojos resplandecían celestes, vidriosos, mientras Chirinos Soto estaba algo agazapado, esbozando sus ideas lamentables. Parecía que el propio De Althaus le tenía pena, y me dio la impresión que podía sufrir un ataque de apoplejía, porque ya no puede sostener una conversación sino es con mucho esfuerzo. Casi las palabras no le brotan. Qué cansancio ser él.

También vi a Ghersi y a Laura Bozzo atacando a Jorge Santiestevan, el Defensor del Pueblo.¡Qué increíble nuestro país para producir gente de pacotilla!. Nunca ningún país ha tenido tanta. Nanos Guerra García en cantidades industriales. Esos en La Católica adquirían conocimientos en un par de clases razonables de Felipe Osterling o cualquiera que articule un discurso, y después salían a conversar muy razonadoramente a los patios. Nunca y por ningún motivo podrían tener un gesto medianamente individual.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Martha Chávez

Mi tesis actual es que el mundo ya no es el mundo, que pareciera que es el mundo pero que en realidad no lo es. Todo se me ha ido dibujando claramente después que el otro día Martha Chávez lloró mientras hablaba por teléfono con Radioprogramas del Perú, y entonces pensé y comencé a recordar. Todo empezó con la Kola Inglesa.

Un buen día, seguramente por alguno de esos motivos técnicos -costos de producción, reducción de personal calificado-, apareció una Kola Inglesa que ya no era la Kola Inglesa; pocos se dieron cuenta, pero hace unos días una señora que limpiaba una terraza en Barranco aludió a eso. Iba levantando los cachivaches y desperdicios que había en el suelo, y fue invitada a la reunión de gente tomando chelas ahí y sabe Dios por qué hizo esta observación. El sabor de la Kola Inglesa era distinto, la chaposa más sabrosa ya no es tan sabrosa. Después vino el equipo de Cristal que campeonó el 79 y que en realidad no era el Cristal, porque era un equipo con Chumpitaz, Oblitas y Cachito Ramírez: el Cristal era la U, y sin embargo, todo el mundo aceptó que era el Cristal y aceptó también que campeonó el Cristal y no la U. Ya todos se habían olvidado de Alberto Gallardo, José del Castillo, Baigorrea y Lucho Rubiños, mis muy queridos jugadores del Sporting Cristal. Sí, pienso que todo ha sido progresivo hasta llegar al llanto de Marta Chávez, el proceso de falsificación se ha dado a pequeños sorbos, dentellada tras dentellada.

Después vino el Sublime, porque obviamente el Sublime ya no es el Sublime, tan no es el Sublime como que hay gente que dice que el Cholo Sotil es de Alianza cuando todos los que vivieron los años 70 saben que es del Municipal. Lo del Sublime me trae a colación la idea de que en este proceso de falsificación las cosas han perdido compacidad, los ingredientes del mundo se han aguado, han perdido consistencia. Así el Sublime ya es tan solo un remedo del Sublime, y sin embargo, todo el mundo lo acepta. Después está la cerveza Pilsen, cosecha 88, que era mostra, amarga, y que al año siguiente le metieron un bicho a toda la producción, y ya nadie nunca más recordó cómo era la auténtica.

Es muy industrial todo esto que le ha ocurrido al Perú.

Luego vinieron los helados D'onofrio, que sufrieron también una irreprimible adulteración, pero aquí yo veo un signo de la regeneración que de hecho tiene que ocurrir, porque por algo hay todas esas teorías del mito del eterno retorno y Nietzsche tenía bigote. Porque me cuentan que los obreros despedidos de D'onofrio han establecido una nueva fábrica por su cuenta y están haciendo los helados iguales a como eran antes, que caleta entre los helados falsos de las clásicas carretillas amarillas ya están viniendo algunos de los verdaderos, y  después que el Perú haya atravesado ya en la política los cuádruple transfugas, quintúple tránsfugas (porque ahora sólo hemos llegado a los retránsfugas no más), se podrá vislumbrar este nuevo proceso fundacional; estos helados ya estarán apareciendo en mayor cantidad y también comenzarán a sobrevolar la ciudad los pelícanos y amontonarse en los islotes de la costa; los chicos en el micro hacia la playa volverán a decir un, dos, tres pelícano y se tirarán un kechi y matarán de risa, la brisa se colará por la ventana y el mar reflejará dulcemente los rayos solares y nadie podrá recordar que alguna vez Martha Chávez se echó a llorar por la radio, nadie tendrá tiempo para ese tipo de tristeza.

viernes, 2 de noviembre de 2007

gitanos

He pasado la tarde en mi cuarto, recostado, pensando. Pensamientos nada especiales, vagos, pero con una sensación muy suave. Cojo un libro, le saco el polvito del filo de la tapa, una tapa muy marrón con letras doradas. Una tapa brillante que me gusta.

Abro el libro. Es Isaak Babel. Leo: "Las hebreas de exorbitantes pechos -parecían negras-". Es una descripción como cualquier otra del funeral de un militar de artillería, batido por los bombardeos de aeroplanos; la guerra de los cosacos, los gitanos herreros, el camino lleno de lodo y el follaje. Paso, sigo leyendo otra escena más bien violenta. Después siento el calor de mi cuerpo y veo el colchón. Bestial mi colchón, azulito con porciones naranjas, pero paso el rato y sigo pensando, hasta que hay un vacío y estoy caminando por un barrio (me he quedado dormido, estoy soñando, pero en el momento no lo sé). Estoy buscando una casa, una casa como las de Magdalena del Mar; una de esas casas viejas, que se caen a pedazos y que están muy despintadas, pero de repente paso por una puerta y aparece una mujer. Tiene un velo. Le pregunto: "¿Le gusta esa casa?, ¿no tiene algo?". Tiene un jardín largo y la casa está como de costado. La mujer comenta sobre la casa. También le parece bonita, especial, -dice. Luego, imprevistamente, atraviesa la pared de la casa y desaparece. Me da miedo, y como una sensación de misterio, religiosa. Luego aparecen varias mujeres y empiezan a perseguirme, y termino recostado contra el piso, con el rostro y el cuerpo mirando el suelo. Me despierto.

Un poco de calor.

dinosaurios lesbianos



Muy movido ayer y cometiendo otra vez el error de tomar (que no debo hacer, porque recientemente tuve una hepatitis). Estuve un rato con Pablón, que estaba emocionado porque salía un libro mío. Jeni, Pablón, Picón y el Rommel, esa es mi collera. Luego llegaron y estuve contándoles que una vez una viejita estaba caminando por el Pizzelli y al doblar en una esquina la atropelló un dobbermann, así como suena, el dobberman dobló y se encontró con la anciana y luego tuvo que venir una ambulancia y un grupo de paramédicos. No supe mucho más de eso, porque con tanta bata blanca sentí que lo mejor que podía hacer era seguir caminando; después, que un amigo que vivía en La Perla tenía un perrito que ya estaba tan neurótico y viejo que le temblaban las piernas y que para orinar ya no podía alzar la patita, así que ya se orinaba así no más en sus cuatro patas puestas sobre el piso, y que para dormir tenían que empujarlo para que se fuera hacia un lado. Y que el pobre era lo más chusco, el perro más chusco que podía existir, tanto así que parecía un cruce de muy muy con cuy (muy muy, el crustáceo de agua que abunda en nuestras 200 millas).

Después les conté que había resuelto el enigma de la extinción de los dinosaurios. Sí. Que viendo un documental sobre los cocodrilos y en singular sobre los caimanes del Amazonas, había chapado el dato que los cocodrilos estos desovan en el lecho del Amazonas pero que una contingencia de la temperatura es la que determina si nacen machos o hembras. Sobre los 27 ó 30 grados todos nacen machos, y bajo esa temperatura todos nacen hembras. Entonces me puse a pensar y me dije que esa debía ser la razón por la que los dinosaurios se extinguieron, que siendo reptiles, saurios como los cocodrilos o algo por el estilo -los científicos aún se debaten en si algunas especies ya se encuentran más cercanos a las estructuras fisiológicas de las aves, y ya fuera del reino de los saurios-, les cayó un meteorito hace 65 millones de años en Yucatán, lo que había generado una explosión, un hueco muy hondo en la tierra y una nube. Primero eso trajo consigo un calentamiento prolongado de la tierra y luego un enfriamiento igualmente prolongado del planeta. Pasaron miles de años entre que esta inmensa y colorida nube, que al principio lo había calentado todo, producto de la explosión del meteorito, fue enfriándose hasta dejarlo todo helado como un páramo con cristales de granizo en la grama. Si los dinosaurios compartían con los actuales caimanes del Amazonas esa serie de características en las cuales la temperatura que recibían en su formación los huevos condicionaba su reproducción, entonces, natural y lógicamente, lo que ocurrió es que todos los dinosaurios que nacieron luego con el enfriamiento nacían hembras y así, al desplegarse sobre las praderas cretácicas, no hacían otra cosa que mordisquearse, coletearse y quererse. Y por este motivo, tan plausible, es que considero que los dinosaurios se extinguieron por lesbianismo. Esa es mi tesis en la actualidad y así, un poco por azar, resolví el enigma de la extinción de los dinosaurios.

enfermando a la par

¡Buenos días! Me levanto en sábado, en casa de mis padres, tras la resaca de una ruptura que por mi parte se formalizó hace once meses y resultó que no. Antes de marchar tenía una historieta con un colega, Juan. Un no sé qué con un amigo de la infancia, que nos conocemos bien y que él decía llevar enamorado años de mi. Claro está que no lo pude creer, eso de amar a alguien como yo que va y que viene. Sí es cierto que hace un año su mamá murió de forma repentina y él la encontró tirada en el portal de la casa. Fue traumática la repentina soledad, enfrentarse otra vez así a cocinar, limpiar, comprar y lavar la ropa... ya sabes, la peña que vive en la casa familiar por circunstancias mayores. El padre, francés alcohólico, era un maltratador nato, que acabó muriendo de cáncer tras años de enfermedad y prisión para la familia. La madre, al fin libre, no se ubicaba en la nueva vida, y si antes Juani no la podía dejar por defenderla del papá, al fin sola, no se ubicaba en la nueva vida, no podía dejar que el vacío de la casa se comiese la poca vida que le quedaba. Además era alemana, con las cosas claras y el horario rígido. Juani siempre almorzaba a las dos y cenaba a las nueve. Compraron un perro, un boxer atigrado, y ella lo paseaba en las mañanas y Juani en la noche. Hasta que una tarde, esperando a una amiga en el portal de la casa, el corazón se le paró. La amiga le había dado un gran plantón que él recibió dolorosamente. Y a partir de ahí, le enseñé a cocinar y a organizar un poco la vida mundana para perder el mínimo tiempo posible en esas banalidades necesarias. Y de ahí surgió en él un enamoramiento que, claro, sustituía a la figura materna. Y bueno, no estuvimos liados más que dos meses antes de mi marcha a Perú, y ni siquiera nos veíamos todos los días. Nos despedimos dejándolo todo claro. O al menos eso pensaba yo... Y ahora me encuentro que de repente tengo un novio que me ha esperado todo este tiempo, con una sonrisa de felicidad inmensa y que ha hecho una reforma total en su casa para ofrecerme un nido más confortable... Qué miedo me dan estas cosas!!!! Y sí es cierto que me llamaba todas las semanas a Perú contándome cómo iba la obra, los problemas con los hermanos, los papeles de la herencia... tú sabes, como un desahogo. En aquellos momentos puedes imaginar el esfuerzo que para mí suponía dedicar una hora semanal a tales superficialidades... problemas en la mayólica que poner en tu baño?????, y que el pintor no cumple con el tono de beige???? Pero ya sabes, los amigos se merecen lo mejor de nosotros, y a veces eso es nuestro tiempo, nuestra atención.

Y el tema es ese, que ayer me levanto y mi mamá me dice con sorna: "Y no vas a llamar a tu novio???", y ahí me quedo un poco flipada... (también me dijo que creía que era un poco corto, porque a veces le había tenido que repetir la misma cosa de diferentes formas para que al fin le entendiese algo. Algo habitual en gran parte de mis amigos, ya que nuestra infancia estuvo acompañada de alcohol, hachís, coca, anfetas, tripis... un poco de todo). Lo telefoneo para dar un paseo por la playa con los perros y paso horas ensayando la conversación. Estábamos sentados, él en la arena blanca y yo en una tumbona blanca aún olvidada del verano. Estaba frente a mí, y tras él el inmenso Mediterráneo, grisáceo bajo las nubes, bravamente atormentado. Yo le hablaba y el color de su piel se tornaba verdoso, amarillento. No daba crédito a mis palabras mientras las lágrimas salían tras mis gafas de sol ante el dolor que estaba infligiendo. Estábamos enfermando a la par.

garrapatas

La última semana fue difícil porque me sentía encerrado en una prisión interior (aunque mi conducta exterior no da muestras de lo que está sucediendo) y sosteniendo formas de actuar circulares, que día a día se repiten como hilos muy livianos que se van tejiendo en una parte aún grata del laberinto. Una lectura importante de estos días ha sido la de Ryosonuke Akutagawa. Ayer estaba leyendo su relato LOS ENGRANAJES y me dio mucha pena. Me da pena cuando una sensibilidad tan fina se desborda y comienza a someterse a un mar de terrores internos. Me parece que ese hecho, esa progresiva caída, tiene algo del hervor, del malestar interior que suponía viendo el otro día en la tele a una jirafa taladrada, consumida por un exceso de garrapatas. Se le veían los ojos grandes, dulces pero enfermos y todos esos parásitos bullendo sobre su piel, sorbiéndole la sangre.

¿Te sientes bien? Soñé anoche con una pieza teatral compuesta de muchas figuras de barro, las figuras de barro algo amorfas se acercaban al auditorio, mucha otra gente, entre ellos yo... Al acercarse a mí les fui dando una forma (no era ese barro bonito color arcilla mojada sino era uno feo, color cemento), y me fue saliendo un tigre, un tigre muy bello. Después dejaba que el tigre se restregue contra mí y estuve jugando un rato (aunque secretamente tenía en cuenta su fiereza y me gustaba); en realidad tengo la impresión que fue un rato larguísimo que jugábamos. Era un poco de felpa de lo suave que era su piel, y después me aventaba a jugar con su afilada boca y temía, pero al final nada sucedió. Era un tigre fuerte y dócil. Pensaba que después de tiempo un autor (Akutagawa) consigue conmoverme, porque es sutil, muy sombrío, muy atormentado, pero despide una luminosidad y una sobriedad nítida, precisa. Sientes que se está riendo con su risa escondida y maliciosa y que tiene razón, que tiene razón dentro de su arte doloroso. Relatos suyos: EL BIOMBO DEL INFIERNO, LOS PIOJOS, LA NARIZ... tengo la impresión de que Kurosawa junta los relatos RASHOMON y EN EL BOSQUE en la película RASHOMON. Te ríes a solas.

Estoy con plomo mental esta mañana. Pero el fin de semana salió que en Iquitos había una funeraria que se llamaba MODUS VIVENDI y después que un sujeto con la nueva llegada del radicalismo argentino a una de las gobernaciones provinciales había dicho: "Con el advenimiento de nuestro partido se acabará la corrupción en las provincias, y así nuestro país renacerá de las cenizas como el gato Félix". También hubo una noticia que decía: "Simulacro acabó en incendio, ocurrió en Cañete". Seguro era simulacro de terremoto, por eso se deben haber descuidado un poquito.

saisa

 Relato dedicado a Augusto Del Valle Lizárraga, mi padre


Una vez llegué a trabajar a Puquio. Era difícil, muy difícil establecer un proyecto de desarrollo en una zona rural especialmente deprimida, con ingresos prácticamente inexistentes entre sus habitantes y una economía de trueque y autoconsumo. Producían maíz, papas, muy poco. Viajábamos a los pueblos aledaños, teníamos reuniones con las autoridades locales para definir las planes de desarrollo que beneficiarían a esta población.

Un día estuve frente a un muro derruido y todos decían que ahí había vivido José María Arguedas, el escritor. Era en un pueblo que quedaba en una quebrada, se llama Sondondo, y hay que dar la vuelta por toda la quebrada verde y soleada en la mañana, y al fondo se llega finalmente a lo que queda de la casa. Así que me senté en el muro, fumé un cigarro y sentí también de algún modo una ausencia, sin que pudiera precisar si esa ausencia era la del propio Jose María. Creo que no.


Los días pasaban y un buen día enrumbamos a Saisa, pero no sabíamos el viaje que nos esperaba. Para empezar, muy pocos en Puquio tenían idea siquiera que existiera un pueblo que se llamaba Saisa. Así que fuimos en un camión de esos destartalados, que tienen ese traqueteo tan peruano, y atravesamos Pampa Galeras. No Pampa Galeras rumbo a Nazca, sino Pampa Galeras cruzada de otra forma, en un camino que más que camino son las huellas que han ido dejando las llantas de los autos. Ya sabes, las vicuñas miraban con sus grandes ojos dulces y después rompían a correr con sus movimientos tan elegantes.

Cruzamos Pampa Galeras rumbo a Saisa y ya no volvimos a ver ni muchas casas ni gente y menos en la ruta supimos si había otro auto que hubiera pasado antes o después de nosotros. Con el pasar del día había algo silencioso que se fue apoderando del camión, añadido al motor recalentado. Atravesamos un bosque de piedras lunares, blancas, inmensas, colocadas ahí como ídolos solitarios. Nunca había visto un bosque de piedras semejante. La sierra del Perú, inexorable y remota. El asunto es que luego de un viaje largo llegamos a Saisa. Sorprendente. Era el último pueblo imaginable, porque uno podía detenerse a mirar hacia la costa y todo era una planicie blanca, arena blanca extensa, extensa por todos sitios y la vista se perdía en esa blancura indefinida y algo vaporosa; era, digamos, el último pueblo de la sierra, y después sólo quedaba el desierto. Cosa curiosa, los niños que jugaban en sus calles llevaban esclavas de oro en sus brazos, las mujeres pectorales de oro en sus cuellos. Toda la zona de Saisa estaba asentada sobre restos arqueológicos, y cuando te invitaban a almorzar servían en vasijas que llevaban dibujados pájaros granates de grandes picos. Saisa. Y lo singular es que había, un cuartito, una pequeña prisión en el centro mismo de la plaza de Saisa. Y la cerradura de la reja de la prisión andaba mal y así era una prisión que nunca encerraba del todo a quien hubiera cometido algún "desaguisado". Pasaba que quien entraba en la cárcel (por haberse emborrachado mucho y pegarle a su mujer, por ejemplo), generalmente tenía tal verguenza que ni pasaba por su cabeza escaparse, a pesar de que siempre la puerta estaba abierta.

Pero salimos de Saisa y fuimos rumbo a Cora Cora. Ya que los proyectos de desarrollo, trabajar en eso, no es precisamente una gran opción económica, cuando estábamos yendo a Cora Cora llevábamos varios días sin comer, y a la llegada a Cora Cora todo era una especie de remolino cansado en mi mente. Remolino porque el pueblo estaba patas arriba: había una corrida de toros y era la fiesta patronal. En vista de ser un visitante, el alcalde me invitó a sentarme en el palco de honor. Habían traído un torero de Lima, así que todo era un acontecimiento. Cora Cora era un acontecimiento. Y fui al palco. Me senté y vi a las autoridades del pueblo: risas, alboroto, el torero se acerca y le avienta la montera a una mujer extranjera en jeans, una turista. Y de pronto comienzan a pasarme la cerveza y empiezo a tomarla, luego mote, otra vez cerveza, y otra vez mote. Y entonces, tomando tragos después de tantos días sin comer, todo comenzó a cambiar de color: los rosados eran más rosados, la vestimenta indígena era más colorida de lo que ya es de por sí, y todo comenzó a volverse psicodélico y me salía una risa idiota de los labios, y un mareo perverso comenzó a hacer girar las cosas y a apoderarse de mi. Rarezas de la percepción: porque el toro se alejaba y se alejaba sin descanso, y la gente gritaba Ole Ole Ole y esas cosas que gritan en las corridas de toros. El asunto es que pronto me desvanecí. Tuve suerte: caí sobre la banda de música que siempre está bajo los palcos. Caí sobre la banda de música como una estrella de rock. Al caer hubo un murmullo general en la plaza, y todos voltearon a ver qué había pasado. Lamentablemente, también el torero volteó a ver qué había pasado, y en ese mismo instante el toro acometió y se llevó consigo al torero. Eso me lo contaron luego. Pero cuando desperté estaba en una habitación oscura, y a un lado estaba el torero ensangrentado. Quizás esté mal que lo diga pero me dio risa. Y cuando llegó la ambulancia, como era la única ambulancia del pueblo y sólo cabía una persona, se llevaron al torero y me dejaron botado en esa habitación oscura. Tampoco sabía que la gente andaba muy molesta conmigo porque era un torero de Lima y a la alcaldía le había costado traerlo a Cora Cora. Así que salir del pueblo se empezó a poner complicado, pero al fin lo hice. No supe de la suerte del torero.