miércoles, 24 de diciembre de 2008

Más fotos de Adriana-día de Navidad del 2008

Gracias a Renzo Pugliesi tenemos estas fotos tan bacanes de Adriana, en el día de Navidad del 2008, es decir, hoy día. Toda la noche han estado correteando en la casa para poner el stand de Chaska Wasi en la Feria de Santuraitikuy, en la bellísima Plaza de Armas de Cuzco.







martes, 23 de diciembre de 2008

Con Adriana en Zorritos

En la actualidad estoy pensando abandonar el estilo coloquial que se despliega en los escritos que he redactado en los últimos meses. Pero bueno, esa forma de escribir fue algo que se desarrolló con las cartas escritas a los amigos. Lo siguiente tiene como origen una carta escrita desde Lima, hace unos años, recordando los días en la playa con Adriana y Josip. Adriana Dávila, con quien veíamos películas comiendo pop corn "en el cuarto del televisor" de su casa en Miraflores, hablando en un italiano inventado para el momento a partir de las palabras que salían en los subtítulos de las películas:"reggiatura", "allegro ma non tropo", "spaghetti", "partisani", "mascalzone". En realidad, decíamos cualquier cosa que pareciera italiano viendo "Ieri, oggi, domani", de Vittorio de Sica, o "Padre Padrone" de los hermanos Taviani. Y nos reíamos.

El buen humor también existe.




Hay solcito esta mañana en Lima, es temprano y estoy por Arenales, cerca al Seguro. Las chicas que van a las oficinas a esta hora están todas arregladas: el pelo mojado, el rimmel colocado con exactitud en los ojos y algo de fragancia en sus cuerpos, que como muchos de los cuerpos de las mujeres de Lima, son atractivos y cuidados. Morenas, la mayoría de las chicas hoy día que camino por las calles, son morenas. Me hace recordar Cali. Es curioso, Lima me hace recordar otras ciudades de Latinoamérica cuando empiezo a recorrerla más abiertamente. Y todo se parece endiabladamente al verano del 2003.

Ese verano llegué a la playa de Zorritos. En realidad, los ómnibus de la costa peruana en el verano tienen algo completamente peculiar: hay algo fresco latiendo en el ambiente ni bien te subes, todos los pasajeros van en shorts, politos, en sandalias y sayonaras, y siempre hay parejas jóvenes que llevan uno o dos hijos pequeños, que se duermen a la tarde profundamente mientras el bus surca a velocidad la Panamericana Norte, con un sueño que hace caer sus pequeños cuerpos rebalsando y desperdigados por todos los asientos. Cuando se hace de noche puedes pasarla viendo a través de la ventana el cielo estrellado, y la calma y comodidad se va acentuando, y a la mañana el amanecer viene con todo, muy blanco y lechoso primero, y luego de Trujillo, se ven las dunas del desierto que pasan y pasan ante un sol radiante ya desplegado.

En este caso, yo primero había llegado a Chiclayo, ya desde Lima sabía que Adriana y Josip estaban en Quito, y que iban a estar bajando hacia el Perú y que nos encontraríamos en Cuenca, Ecuador, así que estuve unos días en Chiclayo en casa de mi tío Kiko, y luego enrumbé a Piura, y sólo en Piura y en medio de un calor apabullante me di con la noticia que a ellos se les estaba acabando la plata y que me esperaban en Tumbes, en la playa de Zorritos, en un lugar que se llamaba el "Zuku Zuku" (actualmente ya no existe el Zuku Zuku, me han dicho). El Zuku Zuku era el local de Troika, la tía de Josip, y por las mañanas vendía jugos y sandhwich, y por la noche se convertía en una pizzería. Cuando el bus ya estaba cerca, abriendo la puerta donde estaban el chofer y los copilotos, les iba diciendo
"baja Zorritos", y es genial que los ómnibus de la costa peruana permitan que la gente vaya bajándose en Máncora, Punta Sal, en cada playa. Sólo tienes que cargar tu mochila, caminar hacia la puerta del bus, hablar con la gente de la cabina y bajarte.

Cuando llegué a Zorritos, y bajé a la playa, habían dos personas bañándose en el mar, cerca precisamente al Zuku Zuku, y eran Adriana y Josip que estaban dentro del mar, venían las olas y los veía sobrellevarlas, y viéndolos me iba quitando el pantalón y me venía un ataque de verguenza, porque en ese entonces, tenía una tremenda verruga en una pierna, y por eso, para mi, no era muy grato verme en truza de baño. Veía mis piernas superchuecas y flacas hasta la exageración y más verguenza me daba todavía. Inmediatamente me divisaron al borde del mar, salieron corriendo y ahí estuvimos hablando un rato. Yo andaba cabizbajo también porque sabía que tenía que ir a Ecuador, Colombia, Argentina en los días siguientes, y era muy complejo para mi todo eso (en realidad no era tan complejo, pero entonces no lo sabía), tenía que hablar con un mar de escritores que no conocía y dudaba o no sabía cómo iba a ser. Adriana como de costumbre me dijo que no me preocupara, "eres un capo, vas a ver como todo va de puta madre". Adriana era así, aunque no hubiera motivo, siempre me alentaba. Entonces ella muy campante dijo "vamos a comprar unos mangos", y fuimos a comprar unos mangos al mercado, los pusimos en la heladera, qué rico mangos helados, y después subimos a la mototaxi (eso que te lleva y parece una película, ver cómo te cae el aire en la cara, veraniegos y felices en la mototaxi) y fuimos a comer un pescado frito en una casa de esteras, un lugar lleno de moscas.

Es chévere estar misio, comienzo a pensar (lo pienso ahora, porque por esos días de Zorritos yo andaba forrado). Y andar medio errado con las mujeres, eso también me pone de buen humor ahora que recuerdo estas cosas de Zorritos, porque en el mar la vida es más sabrosa. En Cuzco, algunas veces estaba en la discoteca y veía que mis amigos estaban con los ojos brillantes, afortunados, chapándose a una chica después de un cuarto de hora de conocerla, una de esas europeas grandes que resplandecen, y yo decía: "En ésto de las mujeres yo soy de media tabla para abajo así como el Torino de Talara o el Atlético Chalaco". Estaría con gente muy vieja porque todo el mundo entendía el anacronismo de citar esos equipos de los campeonatos de fútbol peruano de los 70s y 80s. El ADT de Tarma, el Hungaritos, el Juventud La Palma de Huacho, el UTC de Cajamarca, el Ciclista Lima, el CNI de Iquitos, que ahora vendrían a ser el Total Clean, el Municipal, equipos así. "Sí, con las mujeres soy de media tabla para abajo o de segunda división si quieren, puro tiro al palo, pases y pases sin rematar". Y ja, la gente explotaba de risa con estas bromas tan simples. Lo señalo porque es parte de la poesía de esta carta. El ser medio chusquito, querer horrores la sensación del viento fresco en una mototaxi junto a la playa, sacar unos mangos helados del freezer, relamerlos, leer atentamente en el diario El Sol del Cuzco sobre la revocatoria del alcalde de Quellouno (La Convención), andar con la casaca y los zapatos rotos y sucios, bailar en un concierto de huaynos de Lizeth Lázaro, estar muy cerca de la felicidad y muy lejos de sí mismo.

Pensar en Zorritos y en Adriana corriendo en la playa no es algo triste, aunque siento siempre que tengo una deuda tan grande, y que no he podido cubrirla. No he hecho nada en realidad todavía por mi amiga que me daba todo.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Misantropía y placer

Como ya lo dije con anterioridad, en la actualidad sufro de un empacho de experiencia. Seguramente, el entorno personal se ha vuelto más complicado y entreverado, pero da lo mismo, porque igual estoy sin capacidad de asimilación. Tanto da que ocurra una cosa como otra. Exteriormente, los menos avisados pueden pensar que se trata de algún tipo de nihilismo, pero nada tiene que ver con eso, simplemente es, como digo, que cuando se tiene un empacho de experiencia las que vienen a continuación ya no se pueden procesar. Reconozco que puede ser una óptica acomodada a las condiciones actuales para evitar afrontar ciertas cosas, pero me viene una sensación clara de no-preparación para situaciones que cambian permanentemente en lo más íntimo de la experiencia. Así, que muy consciente de eso, cuando planteo un cuestionamiento de los demás, por muy antipático y brutal que me muestre frente a las convicciones, conductas de los otros, suelo aclarar que en realidad la cosa no tiene gravitación ni importancia porque me parece que es así, porque simplemente todos los cuestionamientos que hago a los demás son actos reflejos, "razonamientos reflejos", habida cuenta que no terminan haciendo ninguna cifra clara en mi pensamiento.

Es cierto que hay cosas que me fastidian más y más instintivamente, y eso a veces es lo que me mantiene vigente, actuante, ciertas cosas que me fastidian más y frente a las que no puedo frenar. Pero la tendencia predominante siempre es la de la misantropía y el distanciamiento, porque hay algo que sí se afirma claramente en la soledad.

Ahora bien, puede que esté equivocado, y que realmente sea nihilista a un punto del que no soy consciente. Pero me parece que no, que efectivamente los individuos tienen un tope para absorber la experiencia, para elaborar juicios y pensamientos, y que llegado un momento, no elaboran nada, y sus conductas se vuelven simplemente reactivas, una gran mescolanza de pensamientos y actos que afluyen en vastas y desordenadas direcciones.

Una de las cosas que me ha tocado experimentar en los últimos tiempos es la fabulosa proliferación normativa que tenemos los adultos frente a los niños. Eso me ha sorprendido, como si los adultos no supiéramos hacer otra cosa frente a los niños que hacerlos pertenecer al mundo de la convivencia social. Si tienen que hacer tal y tal cosa, y el modo cómo deben hacerlo. Ahora me toca cuidar a Waldir este par de meses que es la temporada de lluvias, y me pone contento eso, seguramente seré otro "proliferador de normas y reglas frente a los niños" con él. También cuidaré a la Lola, la perra dingo australiana que hay en casa, que es una belleza, y quizás desde Lassie no había un perro tan inteligente. Esto de la proliferación de normas frente a los niños me ha sorprendido bastante. Por el lado de darles iniciativa y tenerlos claramente despiertos en las cosas cotidianas es un asunto, que me parece, va muy bien. Es como tener permanentemente vivos los estímulos, las respuestas, o qué sé yo. Por mi parte me gusta estar con ellos, y más aún si el mundo adulto me resulta bastante incomprensible y lo rechazo en gran medida, porque además de toparme mucho con esa relación algo taxativa con los niños, también en los últimos tiempos me he topado con tantos diálogos que parecen albergar un objetivo, todos en una gran estampida de fines personales, vicios, un correlato por el cual la gente enmascara su yo y luego lo muestra medidamente, y siempre parecen tener un norte, algo que están buscando que se definiría bien por la palabra "interés". Todo eso me deja alelado y sin respuesta, evidentemente me cansa que todos sean tan dinámicos en la búsqueda de la satisfacción propia o de sus objetivos. Me da la impresión que yo no funciono así, es decir, seguramente que también funciono así, pero me parece que voy en otro aparte, me gustan las conversaciones gratuitas, que me provocan un placer en el que discurre lo que pensamos y sentimos desinteresadamente. Es cierto, tengo que hacer cosas para comer, y últimamente estoy perdiendo la capacidad de hacer cosas para comer, y seguramente eso revela un gran egoísmo. Me es muy difícil pensarlo, y me quedo callado cuando me dan palo por ese lado. Y en los ratos más placenteros casi todo tiene que ser exactamente gratuito e inmediato para que esté plenamente inmerso en el momento, y también carezco de objetivos, carezco completamente de objetivos y no quiero tenerlos. Cuando hay un algo humanitario en las intenciones de las personas, me choca que mencionen la palabra "proyecto".

Y, sin embargo, creo que sin saber o tener ninguna orientación, yo pienso que mi vida futura va a estar muy bien. No me convencen ni el principio de utilidad de los actos, ni digo que mi forma gratuita (que se centra más en la conversación que en los actos) sea la adecuada.

De otro lado, N. piensa que de cualquier modo, voy a encontrar una persona apropiada para mi. Y la verdad es que yo no dudo que sí. Podría no ocurrir, pero me parecería del todo normal que sí (y no es sobradera ni menos sobrestimación), porque la verdad es que internamente, tengo una desaprensión total, y a menudo soy del todo generoso sin siquiera pensarlo. Y sin saber porqué, también. Y en momentos estoy con todos los sentidos puestos en lo que sucede, y me parece que sin complicarse demasiado buscando leyes naturales de atracción, esa persona puede aparecer tranquilamente. Claro que ella piensa en sus características físicas además de cualquier tipo de cualidad moral o de pensamiento, o de actitud (me parece que también centra mucho su percepción en la actitud), y más bien es divertido y entretenido pensar en sus características físicas, pero lo que pasa a un nivel real es que yo no tengo ninguna tensión por ese motivo, si se trata de una mujer (que me parece que es así), a mi no me preocupa lo más mínimo que esa persona no aparezca, es más, es un absoluto lujo pasar la temporada de lluvias en Cuzco con Waldir y la Lola, y me basta con eso. Con eso y los libros y las películas, que son mi particular forma misantrópica del placer.

Y por lo demás, respecto a la que ahora es mi familia, y las personas que están cerca, eventualmente siento todas las evocaciones inefables posibles, es decir, no sólo lo que es difìcil de exponer, sino también aquello que no es necesario decir. Y en ese espectro de vivencia, se hace totalmente fútil e irrelevante cualquier nueva presencia.

martes, 16 de diciembre de 2008

Dilemas éticos a granel

Otra característica de mi entorno, además de un acentuado altruismo, y me disculparán que siga en una vena reflexiva, es que ese altruismo va acompañado de una gran capacidad para generar dilemas éticos en las situaciones que se confrontan. Tengo toda la impresión que los dilemas éticos hacen vivir más profundamente a las personas. Nada como un dilema ético para que la persona se encuentre frente a sus contradicciones más vivas, y escarbe dentro de sí mismo en las regiones cercanas al horizonte del dolor, del compromiso más hondo, de las bases sobre las que se asientan los actos y los impulsos.

Como en Doctor House, o como en los 10 mandamientos de Kiezlowski, estos dilemas éticos aparecen ceñidos en un gran marco de modernidad, y es claro que los asuntos sexuales, para la conciencia contemporánea, es una verdadera fábrica de problemas éticos en los que las personas se enredan a placer. Pero en mi "entorno altruista", la gama es tan alta como en los films de Kiezlowski, incluyen al Poder Judicial, al Hospital Regional, la reflexión sobre el aborto, sobre las condiciones del sistema legal, la idiosincracia provinciana y del mínimo esfuerzo en los centros laborales, en realidad hacen un cuadro tan complejo y movido, que tienen para ocupar una mente reflexiva durante varios años. Aquí en casa se sabe de los fiscales del Cuzco y de Salvación, de sus virtudes y defectos, es decir, toda una parte de la sociedad local y a veces de la mundial, y sus roles, son ventilados en esta cotidianeidad que me ha tocado por esta época. También están en la boca de las personas cantidades de dinero en euros y en dólares y en soles, que circulan para un proyecto y para otros fines múltiples e inmediatos, auditoría de los mismos, manejos dudosos, toda una gama de cosas en los que muchas veces hay que adivinar el interés que está debajo de los documentos. Yo no busqué esa cotidianeidad, y para personas cercanas esa cotidianeidad viene de hace mucho, hace mucho conviven con ese prisma de vivencias. En cierto modo, tenemos las series de la Ley y el orden o de Doctor House en casa, y eso puede aparecer muy atractivo para mucha gente, pero yo simplemente me quedo anonadado frente a esa multiplicación de dilemas morales y de situaciones límite, extremos de sensibilidad y de relación con la institucionalidad en lo que les sucede a los amigos, a la gente cercana.

De eso suelo no escribir. Estas páginas han reflejado no sólo pálidamente la vida cotidiana en el Cuzco, sino que prácticamente no la han reflejado. Y porque, en realidad y en cierto sentido, uno puede hacer lo que le da la gana con su escritura, e inclinarse por las historias que le provocan más placer. Mientras tanto, en este tiempo, me ha tocado estar revisando (con ayuda de Paco en el segundo de los casos) el Plan de Turismo de Lares (poblado en la Ceja de Selva de Cusco) y el Plan de Desarrollo Concertado de Chinchaypuquio (ambos pueblos de sectores rurales), es decir, observar lo mal que escriben los que tratan de orientar la realidad a punta de estadísticas y de expectativas que la vida mejore lo suficiente construyendo canales de riego y de mecanismos participativos en las instituciones locales. Y si se lee lo que acabo de escribir en "Misantropía y placer" se observará hasta qué punto todo cuanto ocurre se coloca en un nivel de paradoja muy palpitante. Quizás, un yo no habituado a tantos dilemas morales en simultáneo, y convivir con tantas formas de lo real, pueda colapsar, y no es extraño que así sea. Pero qué le podemos hacer, c'est la vie, y nada se puede hacer frente a lo irremediable.

Lo curioso es que, a pesar de todo eso, cada día gusto más de lo sencillo, y ese mundo de dilemas morales y enredos de la conciencia, no resulta del todo mi elemento.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Déjame entrar (Suecia, 2008)



Una bella película de vampiros de Tomas Alfredson.

lunes, 1 de diciembre de 2008

La guerra del Cenepa (una historieta de Luchín)

Siempre me ha gustado esta historieta de Luchín. No sé bien porqué, seguramente le hace honor al más inconsciente hueveo de los bares, al rato que pasa tan bien. Debe haberla creado en las horas muertas del Pizzelli de Barranco, hacia la tarde, en las largas tardes en que se sentaba en una de esas mesitas redondas, y se empujaba unos tragos para matar el rato, mientras toda la luz de Barranco entraba por la puerta amplia. Luchín es uno de los grandes contadores de historias de la ciudad de Lima, historias cotidianas, de amigos, anécdotas elaboradas sin ninguna intención de que se constituyan en tal (expresado más "filosóficamente", anécdotas sin conciencia de sí), sólo sucesos del fin de semana, cosas observadas que a lo mejor merecen un irreprimible ataque de risa. La amistad en la ciudad de Lima fluye y fluye como las botellas de cerveza, ron o pisco que se improvisan en las mesas de los bares al caer la noche.

Luchín contaba que le habían dejado una tarea en la universidad. Y esa tarea, en un curso electivo sobre historieta y comics, era la de elaborar en grupos de clase una secuencia de historias e imágenes como examen final de curso. Tenían una semana para hacerla. Mejor una prueba práctica de las habilidades adquiridas, que poner preguntas y respuestas que no tenían el menor sentido. Bueno, suele suceder que cuando nos dan estas tareas y más si al mismo tiempo es un examen, la mente se pone en blanco. Y tal cual, la mente de Luchín y su grupo se puso en blanco. Y tan se puso en blanco su mente que todos los días comenzó a ir en las tardes a Pizzelli a tomar unos piscos puros, para ver si así, a su vez, empujaba a la imaginación hacia alguna zona perentoria, una historia por favor.

Todos los días a la tarde en Pizzelli, tomando, con oscuro y vital ensañamiento, el ansia del vacío creativo le cubría el cuerpo, y de ahí empezó a surgir una historia. Se supone que se trataba de una tarea colectiva, pero a veces los borrachos, enfrascados en el trago y en sus pensamientos, hacen la tarea solos. Entonces la historia fue naciendo, de algún huevón que se le acercó en medio del pisco y le comentó sobre "Días de Santiago", la película de Josué Méndez que algunos califican como la mejor película peruana, en la que el protagonista regresa de la guerra con Ecuador a una disolvente realidad urbana de Lima. Comenzó a ocurrírsele la peor huevada imaginable, que siempre era mejor que no tener ninguna historia. Chévere, por el celular contactó con alguno de los otros huevones de su grupo y les dijo que a ver si mañana tenían reunión y todos presentaban sus propuestas de historieta. Y después se olvidó del asunto y siguió chupando como Dios manda, en ese trajín insólito del vacío que se crea en el bar sin parroquianos de las cinco de la tarde en Pizzelli, un vacío de silencio que se expande, ebriedad limpia y sin asperezas, y ya no pensó en nada, sino marcó en el celular a los amigos entrañables que vinieran a suplir la soledad en una charla en la que, dijera lo que se dijera, siempre iba a estar bien, porque así siempre es estar cerca de los amigos.

Y cuando fueron viniendo los amigos les fue contando: "Se me ha ocurrido una historia. Ni idea de si esté paja, pero para mi está paja. Se trata de un patín así que era bien dado a los tronchos día y noche, se pastruleaba con lo que sea pero de preferencia ganja porque le daba miedo todavía que muchos de los del barrio, habían sido retirados a la fuerza de la actividad diaria por pastrulos y adictos a las drogas fuertes. La cosa es que un buen día sale su llamado al ejército en los periódicos y sus viejos se enteran. Sus viejos no lo odian pero estaban asados y hastiados de entrar a su cuarto en los tiempos de la academia pre, y encontrarse con el olor a yerba ultrarreconocible y que el huevón a la mañana se hiciera el hipócrita, y que ellos ya, por dudar de la actitud correcta se hubieran ido callando, pensando "hasta dónde puede llegar en creernos tarados". Así que llamaron a los de conscripción dieron el nombre de su hijo, y a la mierda, aunque no dijeron la clásica fórmula de las familias peruanas que mandan a sus hijos al ejército, "que se haga macho en el ejército", sí pensaron que tantos tronchos no podía consumir haciendo todos los ejercicios que les piden a los soldados".

"Al primer mes de conscripción, y que el patita se veía a sí mismo medio jodido porque de verdad la yerba escaseaba y el grueso de su batallón eran chicos de la sierra, o que en realidad parecían no tener mucho interés en la ganja, se declaró la guerra con Ecuador, y de pronto se vio movilizado con todo su batallón hacia la frontera norte. Paja, pensó, "al menos supliré esta huevada con un poco de acción". Y cuando menos lo pensó ya estaba en el campo de batalla, los noticieros chillaban todo tipo de noticias en las ciudades del Perú, y él ahí en medio, sin saber porqué. Ratatá sonaban las balas de las metralletas y ahí recién se dio cuenta que la cosa era peligrosa, pero al verse en el verde de la Cordillera del Cóndor, en toda esa constelación de jungla, de lianas espesas, comenzó a pensar en su actividad predilecta y veía por todos lados si por fin no podía encontrar un poco de grifa, una plantita, para poder rolearse un troncho, que desde hace semanas tenía toda su risla inutilizada en el bolsillo de la chaqueta. Así que en menos de lo que pensaba se encontró husmeando entre las matas, buscando buscando, cantidad de plantitas raras tenía la Cordillera del Cóndor, y el olfato se le aguzaba tratando de hallar un poco de marihuana. Tanto se concentró que no se dio cuenta que había perdido el paso de su batallón, que toda la selva tenía un estruendo de guerra y las balas silbaban por todos lados".

"Hasta que milagrosamente encontró un poco de ganja, casi salida de la nada, se roleó el troncho y la guerra y sus sonidos se volvió un escenario mostro, cada aspirada más rica, todo el calor de la jungla se le iba despegando suavemente del cuerpo, había entrado en hibernación, o es que el viaje, las expectativas de todo el mundo por la guerra, en el fondo lo había cansado tanto que al toque se quedó dormido". Habremos de detenernos a imaginar cómo esa plantita de marihuana llegó a la Cordillera del Cóndor, pero en realidad si uno se pone a pensar no es una migración tan difícil. Se sabe bien que todo ejército latinoamericano viene asesorado en la actualidad por veteranos gladiadores de la ARMY estadounidense: Ecuador tiene la base de Mantas, el Perú todos los deslices de Vladimiro Montesinos por ser el hombre de la CIA, así que estos prohombres del mundo llamados habitualmente marines, metidos en las guerras ajenas, bien es posible que lleven en sus mochilas, las semillas de la cannabis para esparcirlas generosamente por la naturaleza, que fumarse un porro siempre ayuda a soportar tantas carnicerías en una sola vida.

"Cuando nuestro fumón despertó ya no sonaban las balas -habría alguna tregua de la cual él ya no tenía mucha idea-, estaba por ahí tirado en medio de matas y ya se le habían subido algunas hormigas, pero se sintió más tranquilo que de costumbre hasta que se dio cuenta que había una presencia cercana. Un monito lo miraba con la cara concentrada y achatada, sus ojos como marrones, claros y chispeantes, pero puestos todos sobre él. La cosa es que estuvo un rato echado mirando al monito y el monito a él, y parecían participar de una complicidad, que el patín entendía que era que tanto el monito como él pensaban que era una guerra de mierda y que mejor era estar haraganeando en la selva, y dedicándose a una sana actividad de hueveo, y así comenzaron a ir con el monito por un lado y otro. En una se treparon a un árbol y con unas ramas hicieron algo parecido a una casita. Las balas de las metralletas seguían sonando en toda la selva, y había un olor a chamuscado por varias partes por las que vagaban, pero en fin comenzaron a hacer una sólida amistad. No sólo eso, el pata le puso Luis Enrique al monito, y le enseñó a rolearse sus huiros, y también le ayudaba a buscar toda la yerba que fuera posible encontrar. Se alimentaban de frutas, y el pata se sintió un poco mono también, chévere era ser mono, además que paraba todo el día stone con el sonido de las metralletas, que eran una especie de coreografía musical en medio de la selva. Y de la convivencia y de vivir juntos empezó una tórrida relación con el monito, una relación de amor que tuvo sus conatos sexuales muy ávidos que no es menester comentar".

"Así, vivían felices y comían perdices este huevón y su mono. El pata aprendió todo lo que se puede aprender para la sobrevivencia, iban por un lado y otro y se roleaban sus huiros y todo iba bien. Hasta que un buen día, y de la manera más inesperada, apareció en medio de la selva, corriendo en cámara lenta, una mujer espectacular, que parecía de las propagandas de cerveza Cristal, una de esas mujeres rubias que hacen de anfitrionas en los eventos, una de esas chicas imposibles del verano limeño, hasta tenía un polo amarillo bien escotado que destacaba sus tetas, y un pantalón turquesa ceñido y un cuerpazo, riquísima en realidad, y que venía hacia el patín en cámara lenta corriendo, como ya se dijo. Mira que todo esto pasaba en la selva de la Cordillera del Cóndor, qué paja que se te aparezca una mujer así de la nada. Corría hacia él y entonces él corrió hacia ella, era tan de reclame de cerveza Cristal la chica que hasta tenía las gotas de mar en el escote, entre las pequitas que le salen en el nacimiento de las tetas a muchas mujeres. Cuando se encontraron tuvieron un largo beso, un emocionante beso que el pobre monito veía extasiado, tanta pena le brotaba de su pobre alma. Pero había que entender, los humanos van con humanos y los monos con monos, y una lástima que la guerra con Ecuador generara estos momentos de pasión inadvertidos".

"Así, en los siguientes días nuestro fumón paraba con una rubia bella como el amanecer en las selvas del Perú, con ese crujido misterioso y repleto de chillidos de monos y loros que saltan de árbol en árbol, despampanante, y dormir con ella era tan cómodo como dormir con una almohada sobre la cabeza, y el monito andaba por la selva desesperado y desamparado, se roleaba nuevos huiros y andaba desorientado de liana en liana, con un desconocimiento tal de sí mismo que nuevos y nuevos tronchos iban dejando en su alma una humareda gris y pastosa, tanta era la tristeza. Los psiquiatras dirían que le estaba agarrando una depresión severa, la cosa es que el mono meditando y meditando en su situación, decidió llevar a cabo una idea fatal. Habida cuenta que los géneros animales estaban muy bien definidos, que no había realmente nada que hacer para reconquistar el amor de su soldado preferido, decidió ir trepando hasta la zona de monte que tenía amplios abismos, y una buena mañana, despidiéndose con un último troncho, decidió aventarse al vacío en medio de la floresta, una zona de arrecifes que hacían tan gran precipicio, del tamaño mismo de su gran amor".


General Edwin Donayre, Comandante General del Ejército del Perú, famoso por sus disparates, cuya imagen, le hace tanto honor a esta historieta de Luchín.