miércoles, 23 de junio de 2010

Una raya más, una raya menos, no le hace al tigre

Este es uno de los períodos en que más constantemente tengo bajones anímicos profundos profundos. No me importa gran cosa la fiesta de Cuzco, se suspende todo en esta ciudad por motivo de la fiesta, y es verdaderamente impresionante la cantidad de gente en las calles, los grupos de danzantes por la Avenida Sol, las comparsas coloridas y los carros alegóricos, la música que todo lo invade, pero me importa bien poco, es bien posible que se me haya extinguido la alegría de fondo, que escarbando en el pozo de mis sentimientos, ya no quede nada. Sea sociopatía o sea lo que sea, estoy pegado a mi escritorio casi todo el tiempo, y ya no haciendo nada en particular.

Una lástima que C. no se quedara en la mañana en la habitación, que nunca llegara a la Plazoleta de San Blas donde habíamos quedado, la suponía arropada con una frazada y viendo Happy Together de Won Kar Way, o Los Comulgantes de Bergmann, o alguna de Raya Martin, el filipino, que a la búsqueda de sus películas estaré por estas fechas, ya que es este cineasta filipino el predilecto o el referido constantemente por Juan Daniel en las noches que, desordenadamente, hablábamos de cine en el café de Ada. La idea era que C. utilice el departamento para ver cine mientras yo estaba en el trabajo, ella es estudiante de cine y seguramente habría estado entretenida. Yo habría estado en la oficina en la que suelo estar siempre por estos días, total, todo habría tenido algo liviano y divertido, y de haberle hablado un poco más, creo que hasta ganas habría tenido de que me acompañe e ir entre las escaleras esas extensas extensas en las zonas marginales y pobres de Cuzco, escaleras larguísimas y altísimas de las que emerje una vida tan cotidiana, la cantidad de chicas y señoras lavando la ropa en las bateas ante los muy esporádicos patios con caños de agua, zonas con muchas casas de ladrillo o adobe, pero iluminadas por manchas verdes verdes en las laderas, caminar por los bosques de pinos luego de los bosques de eucaliptos, que de pronto empiece a llover, llover sobre la cara, y llegar a un puentecito para ver como las gotas de lluvia se forman en las zanjas y los pequeños arroyos de las colinas aledañas a Cuzco.


Nada de eso sucedió. Toda mi finalidad, claro está, era la de vagar y hablar lo que me venía a la cabeza al paso. A menudo, por estos días, siento muy poca responsabilidad sobre cualquiera de mis palabras. He de decir también que me gusta más el documental sobre Happy Together que la propia película, me inspiran las imágenes del tango homosexual más en el documental, con ángulos de cámara, según recuerdo, hasta un poco distintos y más sugerentes que los de la película. Casi no tengo vínculos humanos en los últimos tiempos, así que llego al barcito que estoy llegando en estos días, y tomo las rojas combinaciones del pisco y del guanarpo, pero me he dado cuenta, que eso solo me acentúa la sensación de extrema amargura en la mañana. Y hasta he sentido que las sensaciones de depresión que pueden absorberme, en silencio y aparte, esta vez sí tienen algo de alarmantes, por el desasimiento de cualquier expectativa, como si un ánimo negro petróleo se apoderara de mi.

He pasado a vivir a un cuarto solo, es lo mejor que me ha podido suceder, aunque ayer se me quedó la llave dentro del departamento y tuve que dormir entre muchas camas y camarotes, en un hotel de Huáscar, fui buscando habitación hotel por hotel, pero como es la fiesta de Cuzco todo estaba lleno, y por esa cama en una habitación colectiva me cobraron 20 soles, pero tanto me da, yo sólo quería dormir porque por la noche había acabado con la Plantilla de preguntas para los ponentes de los países, todos esos funcionarios de Latinoamérica a los que desde nuestra oficina les andamos comprando los pasajes de avión (lo hace Sandra, que es el espíiritu mismo de esta oficina de la UNESCO), reservándoles los mejores hoteles de Cuzco, hasta preparándoles sus itinerarios turísticos. Para mi, terminar la Plantilla era la libertad y dormir en cualquier lugar que tuviera una frazada y donde pudiera olvidarme del mundo, un placer inefable. Mi nuevo cuarto, en el que vivo solo y del que he perdido la llave, tiene una ventana amplia amplia, por la cual, cuando amanece, todo se desprende como un concierto de colores, los amaneceres más relampagueantes y bellos que me ha tocado vivir, increíbles los celajes rosados que están colgados ahí en el cielo cuando abro el rabillo del ojo al despertar, porque a fin de cuentas, al parecer, mi habitación está hecha constitucionalmente de ese amanecer, esta habitación que tengo ahora es ese amanecer mismo. Y seguro follar en la noche con todas las luces de Cuzco iluminando el cuerpo de la mujer que está conmigo, no sólo será alucinante, sino uno de los momentos más inolvidables de mi vida. Y creo que Hernán haya dejado de alojarme es algo que le hace tanto tanto bien, pienso que debe hacerle un indecible bien porque soy un desastre lleno de pésimos hábitos, pero yo también me encuentro ligero, que esta soledad en un cuarto es una de las cosas más preciadas que he vuelto a tener, gracias a Hernán, nuevamente.



Un poco de Hendrix nunca está mal. Ahora bien, no tengo la más puta idea de porqué sale ese gordo al principio ni las otras cosas que salen, pero es un rostro de Hendrix muy suave y bien definido, y por eso la escogí.

domingo, 20 de junio de 2010

Desapego

Ya ha sobrevenido un nuevo momento, complicado y hasta espinoso por la sucesión de depresiones y sinsentidos. He dejado de tomar fluoxetina hace un par de semanas, y eso ha complicado una barbaridad la contraposición de mis estados anímicos, llegando a picos de alejamiento y de negación. Por suerte, entregado a la lectura no hay sinsentidos ni malos ratos que valgan (y hoy domingo me toca leer extensos documentos de Brasil, Colombia, Perú), ni se afina ese sentido arácnido que me ha nacido para percibir con desgana la llegada de actitudes reiteradas que no puedo procesar, como todas las actitudes por las que en Cuzco están tan apegados a la propiedad, de saber que era un rasgo de prestigio para las familias aquí hacia los años 50s tener varios juicios al mismo tiempo, que era de esto que comentaban mutuamente las personas al encontrarse por las calles entonces, y que hay una expresión cuzqueña que se llama "ser juicio pasado" (es decir, una persona que era "juicio pasado" ya había tenido largos litigios judiciales y entonces ya los abogados de sus contendores habían de tener más cuidado), de saber todo eso, que en las colas del banco pitean horrible sintiendo que es un inmenso atropello a sus derechos cuando alguien supuestamente quiere aprovecharse y hacer de las suyas ingresando en un puesto anterior para abreviar la espera hasta la ventanilla, y tantas veces ya he visto que ese "colarse en la cola" sólo era un malentendido, una mala interpretación colectiva de una intención que nunca existió, ese apego primate que se llama propiedad me zumba en los oidos, me entristece, me aniega de un sentimiento de absurdo y alejamiento.

Me desespera que tanta gente se tome el dinero tan en serio, como si el dinero fuera algo más serio que un juguete, leer un libro o estar en la luna pensando tirado en un sofá. Para mi, la plata es una cosa más seria que estos pequeños signos exclusivamente cuando es necesaria para la operación de una persona, un tratamiento médico, un cuidado de salud urgente, y ese tipo de cosas, pero porque así son las leyes del mundo. Yo, como mucha gente que piensa que de ninguna manera para esto vino al mundo, para incluirse en una lógica monótona y eterna de sufragar gastos y percibir necesidades, estoy bien harto que el dinero sea visto con demasiado respeto y prioridad. Ya se sabe, otra cosa es cuando esta carencia deviene en sufrimiento e impotencia, cuando las enfermedades y sus más duros pesares se han situado en el núcleo de nuestro devenir cotidiano y entonces ya no importa nada impugnar el funcionamiento de las cosas, sino que es mediante ese funcionamiento, que es el único que tenemos, que podemos tratar de revertir y mitigar el dolor de quienes están necesitados de nuestro apoyo.

Pero nada tal como está formulado me gusta. Casi me han reventado un ojo el otro día porque alguien tomó una casaca que llevaba y yo la busqué entre otras casacas del local. Más que cólera da murria, aburrimiento, tanto atavismo estúpido de la propiedad.

También percibo lo obedientes al modo económico predominante al que nos hemos tornado todos. Que hasta haya un sentido común de esa obediencia, y que la imaginación haya perdido casi del todo sus fueros contra ese sentido común. En el medio peruano, entre los escritores, tienen fama Santiago Roncagliolo e Iván Thays, pero desde la segunda línea de sus libros uno puede retornar a los asertos de Emile Cioran y decir que porqué he de interesarme por esos devaneos del yo que representa el género "novela", o es que su estructura de relato y sus ganas de ser escritores son tan visibles que parece que hubieran escrito un libro para eso, para que se les reconozca en su condición de tales, de escritores, y hasta ganas dan de resucitar a Stanislaw Wietkiewicz o Franz Kafka, o a Virginia Woolf, para que vuelvan a existir aquellos que hicieron brotar las palabras como magos de debajo de la manga, de una manga que escondía procesos interiores desconocidos y con un abanico de preguntas insondable y profuso


¿Concretarán Bill Gates y ese grupo de multimillonarios su iniciativa de desacerse de la mitad de su fortuna para caridad? ¿Se está pareciendo Bill Gates cada vez más a Bobby Fischer, el genio ajedrecista de los Estados Unidos? ¿Puede Bill Gates y esa mancha de millonarios haciendo esas donaciones tan gigantes comenzar a darle por el suelo a las estructuras políticas tan llanas y que están tan montadas sobre la desigualdad entre y en los países, y en y entre las personas? Supongo que no, que nada eso pasará, que una cosa no tiene que ver con la otra. ¿Se da cuenta siquiera que está levantando otra vez la figura de Herbert Marcuse y su visionaria teoría por la cual solo el ordenamiento político impide que, ayudados por la automatización de las máquinas, los hombres vivan a sus anchas según sus capacidades, deseos y gustos, una vez que las necesidades básicas están colmadas...?

De otro lado, cambiando absolutamente de tema, y volviendo a mi ciudad de muros incas bien tallados y calles angostas, hice una observación sobre el ambiente de la noche cuzqueña que, me parece, no entendieron bien. Una de las características de Cuzco es la formación de grupos de amigos plurinacionales. Es una de las cosas más estimulantes de la vida cuzqueña, estas múltiples nacionalidades que se entremezclan y que hace brotar un diálogo de sentidos impredecibles, porque cuando menos lo piensas un esloveno te está explicando como las fábricas de autos de Europa Occidental han trasladado sus plantas a esos países nuevos del Este de Europa o de la anterior órbita soviética, las han trasladado porque tienen que pagar mucho menos impuestos; o en general, debido a que el idioma del otro no lo conoces, aquí en Cuzco, lo único que tienes entre las manos para brindar con ellos, es la inmensa simpatía que te producen, como ahora Thomas que ha visto con amargura como su selección francesa se ha ido a la mierda en el Mundial. Pero, la fiesta cuzqueña, la de las noches con alcohol y baile y todo lo demás, es lo que yo digo que a veces no cuaja porque ahí sí las dificultades de comunicación obstaculizan que los ambientes no terminen resultando demasiado exteriores, feliz si una de esas mujeres hermosísimas cuyos ojos brillan en la oscuridad se encaprichan con uno, mero azar claro está, un sexo sin muchas palabras inteligibles que a la mañana siguiente acaba con una plena tranquilidad del cuerpo y del espíritu, pero menos feliz si todo aparece como un brumoso intercambio de intenciones, que la fiesta, como leche cortada, no puede alcanzar picos de felicidad genuinos en la Torre de Babel de la ciudad cosmopolita de inicios del siglo XXI, ya que cualquier forma de intercambio que escape de las intenciones obvias ya no es tan frecuente, o a veces se hace imposible, y terminas llenándote la boca sobre excursiones a los lugares de visita turística, que viviendo un tiempo en esta ciudad, comienzan a importarte un rábano.

Es lindo cuando uno llega a Ollantaytambo un algo a la deriva, y se adormece en la noche cerrada repleta de estrellas, escuchando el rumor de los canales de agua incas, pero menos lindo cuando la conversación ingresa una y un millón de veces en los mismos tópicos...Creo que todo eso me produce un poco de amargura, o es la amargura la que está hablando por mi, pero no importa gran cosa, porque todo este día tengo mucha lectura pendiente y nada puede eclipsar la tranquilidad de estar concentrado leyendo en la mañana.

sábado, 5 de junio de 2010

Abarájame la bañera


No cabe olvidar que hoy día es el aniversario de la masacre de Bagua, por la que deben ser juzgados Mercedes Cabanillas y otros dignatarios del actual gobierno aprista.


Estoy por mudarme, es algo que me entusiasma. Quiero un lugar con varias habitaciones porque espero que venga mi hermano Ramón, y también quiero que tenga un pasadizo para poner estantes y estantes y llenarlos de libros y que luego, con el paso del tiempo, al verlos brillar en la tarde (los estantes, los libros, con el juego de luz de la tarde), me den tranquilidad y solaz. Solaz, qué palabra. Ayer desapareció Daniel y no pudimos hacer el cronograma de los proyectos, en los que tengo retraso. Y ayer también Silvia me dijo que nos ibamos al Paraguay con Fritz y eso me parece increíble.

He estado yendo al bar de la Maga. La Maga tiene algo, en el sentido que Vallejo les preguntaba a sus amigos en París si pensaban que "tenía algo". Pero el algo de la Maga está hecho de naturalidad y un día sentí que ahora mis días en Cuzco pasaban mejor porque podía hablar con ella. Es muy raro que me haya pasado todo el mes pasado en una oficina, pero todo es raro en esta época porque nunca del 2000 para acá, en esta puta vida, había tenido como ahora algo parecido a una estabilidad económica. Tambien viene Bea y es una alegría grande que venga.

Lo otro es que ya no puedo con los rollos morales, o sobre aspectos normativos en general, no sólo me cansan sino que se me han ido haciendo insoportables. Los sentimientos, por término medio, los entiendo, pero las reflexiones taxativas sobre modos de comportamiento, simplemente me secan el cerebro. Ya no puedo, ya puedo cada vez menos con eso. Y la meticulosidad con los objetos, el que se le de importancia a cuando se dobla la punta de un libro, el preocuparse porque un día falte un poco de azúcar en la jato, esa meticulosidad me deja totalmente fuera de juego. Buenas Salenas Cronopio Cronopio.

Estoy escribiendo de cuando fui cuidador de burros en la sierra de Lima, y en la historia que voy contando sobre los burros me distraigo en las historias de Nikomatsu Okada, alcalde de Huaral que llegó al Perú como peón en 1909, y esos peones eran prácticamente esclavos, hasta cadenas tenían, como el padre de Fujimori en la hacienda Marsano de Lima, es decir, de una historia surge un ramillete nuevo siempre, y agradezco el comentario a quien me ha escrito el primer comentario a este post. El texto se llama "El nacimiento del burrito estrella" y pronto aparecerá.

Y en general, "no sé lo que quiero, pero sí lo que no quiero"

jueves, 3 de junio de 2010

Corpus Christi

Ya me he sentido bastante distante de N. Todo se ha ido configurando de un modo tan distinto ahora. Ocurrió algo un tanto sorprendente, pero con el pasar del tiempo, he sentido ya, sorprendente pero muy a tono con N. Ella, a veces, nos somete a los cambios bruscos en sus expectativas y necesidades, con inmensas tempestades de temperamento andaluz, y aunque por ese entonces lo sabía, otra cosa es experimentarlo. Bueno, generada la distorsión y alejada N. de mi vida, volví a un mundo que en lo emocional suele elevarse casi nada de la llaneza más aburridora, con sus programas de radio al empezar la mañana, a una lastrada lógica laboral de soles y responsabilidades un poco abúlicas, pero en lo personal estaba bien, el sol caía sobre mi cara, cada vez podía estar más claramente inmerso en mis pensamientos, y quien sabe si después, bajando del ómnibus en una tarde calma y calurosa de un pueblo de Corrientes, en la Argentina, o llegando a ver el mar en la costa de Valparaíso, alguien que era yo y que soy yo sintiera ya profundamente las cosas, y estaría contento en un nuevo vagabundeo.

Ahora casi vivo en una oficina, y después de un mes de escuchar grabaciones de funcionarios culturales de los países de América Latina, he vuelto a pensar en mis libros. Uno sobre las sociedades complejas que empieza con un ensayo de Eric Wolf, y en realidad me gusta la forma cómo redacta sus pensamientos, y como luego hay un ensayo sobre los casos de psicopatologías en Glasgow, Escocia, estoy con alguna expectativa de saber una cosa que otra sobre las enfermedades mentales en Escocia. Después, respecto al facebook, que fue una magnífica forma de concentrarme y olvidarme de muchas cosas, me hace pensar en lo poco que utilizamos estas herramientas tecnológicas para cosas verdaderamente interesantes.

En fin, en Cuzco es Corpus Christi y yo siento un poco insoportable los grupos de borrachos en las calles a plena luz del sol, toda esa ficción de comunicación entre risotadas y comidas típicas que coloridas, son infalibles para inundar las calles, y no es que lo popular no me ilusione, me gusta, es sensacional pasear por el mercado Casccaparo al amanecer y ver todas esas lechugas brincando al suelo y que las pongan en montones en sacos sobre la espalda, pero esos señores de terno azul que recrean hoy día la vida institucional cuzqueña con sus jerarquías y prestigio social de esa manera vocinglera, me sumergen en el más profundo de los distanciamientos, y siento que son unos desgraciados amantes de la repetición, tan malos como cualquier otra cosa mala que quepa en el mundo estos funcionarios que comen chiri uchu, al pobre cuycito en el hermoso sol de la mañana del Corpus Christi cuzqueño. Y siento que al terminar del día debía generarles a todos un vacío interior del carajo, pero sucede que no, que están dispuestos a hacer conversaciones idénticas cada Corpus, cada noche en que el alcoholismo se ceba en todos nosotros
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