domingo, 4 de noviembre de 2007

Martha Chávez

Mi tesis actual es que el mundo ya no es el mundo, que pareciera que es el mundo pero que en realidad no lo es. Todo se me ha ido dibujando claramente después que el otro día Martha Chávez lloró mientras hablaba por teléfono con Radioprogramas del Perú, y entonces pensé y comencé a recordar. Todo empezó con la Kola Inglesa.

Un buen día, seguramente por alguno de esos motivos técnicos -costos de producción, reducción de personal calificado-, apareció una Kola Inglesa que ya no era la Kola Inglesa; pocos se dieron cuenta, pero hace unos días una señora que limpiaba una terraza en Barranco aludió a eso. Iba levantando los cachivaches y desperdicios que había en el suelo, y fue invitada a la reunión de gente tomando chelas ahí y sabe Dios por qué hizo esta observación. El sabor de la Kola Inglesa era distinto, la chaposa más sabrosa ya no es tan sabrosa. Después vino el equipo de Cristal que campeonó el 79 y que en realidad no era el Cristal, porque era un equipo con Chumpitaz, Oblitas y Cachito Ramírez: el Cristal era la U, y sin embargo, todo el mundo aceptó que era el Cristal y aceptó también que campeonó el Cristal y no la U. Ya todos se habían olvidado de Alberto Gallardo, José del Castillo, Baigorrea y Lucho Rubiños, mis muy queridos jugadores del Sporting Cristal. Sí, pienso que todo ha sido progresivo hasta llegar al llanto de Marta Chávez, el proceso de falsificación se ha dado a pequeños sorbos, dentellada tras dentellada.

Después vino el Sublime, porque obviamente el Sublime ya no es el Sublime, tan no es el Sublime como que hay gente que dice que el Cholo Sotil es de Alianza cuando todos los que vivieron los años 70 saben que es del Municipal. Lo del Sublime me trae a colación la idea de que en este proceso de falsificación las cosas han perdido compacidad, los ingredientes del mundo se han aguado, han perdido consistencia. Así el Sublime ya es tan solo un remedo del Sublime, y sin embargo, todo el mundo lo acepta. Después está la cerveza Pilsen, cosecha 88, que era mostra, amarga, y que al año siguiente le metieron un bicho a toda la producción, y ya nadie nunca más recordó cómo era la auténtica.

Es muy industrial todo esto que le ha ocurrido al Perú.

Luego vinieron los helados D'onofrio, que sufrieron también una irreprimible adulteración, pero aquí yo veo un signo de la regeneración que de hecho tiene que ocurrir, porque por algo hay todas esas teorías del mito del eterno retorno y Nietzsche tenía bigote. Porque me cuentan que los obreros despedidos de D'onofrio han establecido una nueva fábrica por su cuenta y están haciendo los helados iguales a como eran antes, que caleta entre los helados falsos de las clásicas carretillas amarillas ya están viniendo algunos de los verdaderos, y  después que el Perú haya atravesado ya en la política los cuádruple transfugas, quintúple tránsfugas (porque ahora sólo hemos llegado a los retránsfugas no más), se podrá vislumbrar este nuevo proceso fundacional; estos helados ya estarán apareciendo en mayor cantidad y también comenzarán a sobrevolar la ciudad los pelícanos y amontonarse en los islotes de la costa; los chicos en el micro hacia la playa volverán a decir un, dos, tres pelícano y se tirarán un kechi y matarán de risa, la brisa se colará por la ventana y el mar reflejará dulcemente los rayos solares y nadie podrá recordar que alguna vez Martha Chávez se echó a llorar por la radio, nadie tendrá tiempo para ese tipo de tristeza.

5 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

pero claro, pablo, mira nomás a las coronitas. por una china te dan menos que antes, unas galletitas minúsculas, y sin el sabor intenso de antaño. por fortuna hay cosas que nunca cambiarán, aunque por el lado chueco, a la limeña. mira, si vas a un mercado que se respete puedes experimentar una auténtica inka kola sin pagarle a la coca-cola: tome don isaac

5 de noviembre de 2007, 20:38  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Lo increible de este relato es que aunque escrito hace un tiempo, aun suena tan actual, y eso en sí es malo, que la actualidad suene aun tan mala con esos personajes tan repulsivos, como los mencionados. Una exclamación de admiración por el estilo de Pablo.
PAUL

8 de noviembre de 2007, 7:19  
Blogger BOUTIQUE DEL PARTE ha dicho...

y el combinado, yo nunca comí en los cumpleañitos de la Lima de los 70s el arroz con leche junto con la mazamorra, cada postre tenia su dulcera, y el chocolate Princesa ya no tiene rayita.

8 de noviembre de 2007, 18:45  
Blogger K. ha dicho...

Si, si!!
Y la creveza cuzqueña, que antes se hacía con el agua de los manantiales cuzqueños y no tiene na que ver con la de ahora, y es verdad lo de la princesa y la rayita...en fin...el sol no te mandaba al hospital, el mar estaba lleno de medusas, no de bolsas, y la gente que aparecía boyada en la calle era con seguridad un borracho o un atropellado, pero de ninguna manera un choro avezado... las cosas han cambiado, efectivamente.

16 de noviembre de 2007, 6:18  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Como olvidar aquellos años en que como la tele era en blanco y negro había que ir a buscar el color en los parques, en las calles, en los estadios o en esos cines donde uno se sentía chiquito porque eran enormes...y bueno mejor destino tuvo el chocolate Golazo que un buen día desapareció para siempre, mientras que el pobre sublime se ha multiplicado por cuatro y encima ahora hay un sublime que parece la mitad de un Triangulo (así se le llamabamos a ese choclate de leche con envase rojo no?) y otro que es un "falso" Princesa...

16 de noviembre de 2007, 18:16  

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