lunes, 24 de noviembre de 2008

"E vero, amore mío"

Días y días, meses e inclusive, años enteros, tuve la suerte de viajar permanentemente al interior de las provincias de Cusco. Se llega a acostumbrar uno tanto a los viajes en omnibus interprovinciales que, pasado el tiempo, se hace amistad con otros pasajeros que hacen continuamente las mismas rutas, y de mis recuerdos de viajes hay muchas pero muchas imágenes alucinantes o al menos especiales. Recuerdo por ejemplo llegar a la 1 de la mañana al terminal terrestre de Espinar (una localidad a 3,900 metros de altura, a mitad de camino entre Cusco y Arequipa, donde se encuentran las minas de cobre de Tintaya), y ver en las afueras de ese terminal, un enjambre de mototaxis estacionadas y luego un montón de gente, en medio de un frío inclemente, totalmente inclemente, durmiendo bajo muchísimas frazadas, con sus niños desperdigados y dormidos, y también cubiertos de mantas. Había toda una población durmiendo en plena calle bajo ese frío, un hecho que se configuraba como profundamente irreal porque luego dentro del mismo terminal también todos estaban cubiertos con mantas en una sala grande donde había dispuesto un televisor, y todos dormidos o hipnotizados ante el televisor, como si a esa hora el mundo estuviera verdaderamente compuesto de muertos vivientes. Una humanidad alelada por el frío, que mientras no salía o entraba ningún bus al terminal, estaba como entregada al sueño o a algún tipo de hipnotismo.

Una de las cosas que me causa mucha perplejidad, es lo pronto, lo casi inmediatamente después de mi llegada a Cusco el 2001, que hubieron 2 zonas por las que empecé a viajar, y que no se han separado de mi demasiado todos estos años: la zona de Chumbivilcas, una de las provincias altas del Cusco, y el pueblo de Haquira, en Cotabambas, Apurímac. En la actualidad, cuando uno viaja hacia allí se puede percatar de la inmensa mescolanza entre rasgos tradicionales y modernos existentes en esos pueblos, que por cierto rebasan la imaginación de los sociólogos y antropólogos que se llenan la boca y de tinta libros enteros discutiendo el aserto correcto, si las distinciones étnicas tienen una alta volatilidad (Marisol de la Cadena señalando que "las mujeres son más indias", y que un indio de Taray cuando va al camal de Cusco a vender ganado pasa a ser mestizo, que la definición de los roles y características étnicas tienen más ambiguedades de las que suelen suponer los analistas), o se preguntan también si los cambios de la sociedad rural son tan vastos y significativos que muchas de las precisiones en torno a ellas están caducas (he visto burlarse a los campesinos de Písac de los pagos a la tierra, como un asunto de los ancianos), si la movilidad económica observable en ciudades intermedias como Juliaca o Sicuani están generando redefiniciones de todo tipo en la mentalidad campesina, al emplear a los jóvenes de medio rural del entorno en empleos múltiples como tricicleros, mecánicos, cobradores en los transportes, y que debido a la estacionalidad de la producción agrícola, siempre tienen que migrar hacia otros puntos (las chacras de Arequipa, los lavaderos de oro de Madre de Dios), y esta migración permanente está cambiando totalmente las costumbres y las concepciones del mundo rural del sur peruano.


Al viajar por estos pueblos uno se acostumbra a situaciones peculiares. Aunque recientemente en España han hecho una película con este mismo punto (el de gente de "sociedades tradicionales" viendo televisión, y fútbol, en el Himalaya y las islas de Oceanía), con lo curioso y divertido que a veces son los contrastes, no me inhibo de escribir una cosa similar que ocurrió en la sierra sur peruana. Ocurrió para el partido de ida de la final de la Copa Sudamericana, la final del 2004, entre Cienciano, el equipo cusqueño, y River Plate, que es hipersabido que es uno de los grandes clubes de la Argentina. Entre Llusco y Quiñota (provincias de Chumbivilcas, aledañas a Santo Tomás, capital de la provincia), los campesinos de la zona se organizaron para poder ver el partido, habida cuenta la dificultad o la gran imposibilidad de contar con señal de televisión en estos pueblos. La expectativa en Cusco por esos días era amplia, y los cusqueños señalaban con un orgullo totalmente justificado que estaban al borde de superar la historia de los clubes de fútbol limeños, como la U, el Alianza o el Sporting Cristal, que nunca habían ganado una copa continental. Entonces, para ese partido los pobladores de Llusco y Quiñota, que sabían bien los cerros por los cuales corre la señal de televisión y la ubicación de las antenas, resolvieron que las combis de esos pueblos podían subir hasta un punto determinado para coger la señal. He de señalar que en los pequeños pueblos rurales de Cusco generalmente siempre hay una persona o dos que son dueños de una combi, con la que hacen transportes interprovinciales, que por la distancia y alejamiento, resultan viajes bastante caros que han de pagarse mancomunadamente por los pasajeros, puesto que de otro modo, no se puede viajar. Y  es que debido a que no existe ningún servicio regular de transporte que lleve aún entre dos pueblos muy cercanos de la zona, sin esas combis, el viaje es sencillamente imposible de realizar durante varios de los días de la semana. Así, un viaje entre Santo Tomás y Haquira, por ejemplo, que distan uno del otro 2 horas en auto, puede llegar a costar 250 soles, o por ahí, puesto que necesariamente al pagársele el viaje de ida se le tiene que pagar también el viaje de vuelta. Así que los campesinos se habían trasladado a pie o como fuera hasta la zona donde pasaba la señal de televisión y donde las combis se habían estacionado para captar la transmisión, les habían sacado las baterías a los autos, y conectándolas al aparato, habían conseguido hacer irradiar desde el pequeño televisor los rayos catódicos que, a veces, constituyen un efluvio de vida tan potente, como el de aquella noche entre los cerros de Chumbivilcas.

Conseguida la emisión de la señal de televisión activada por las baterías de las combis, una multitud de campesinos, con sus chullos y abrigados por varios ponchos imprescindibles, puesto que la ventisca o la tormenta en Chumbivilcas hacia las 6 de la tarde es algo demasiado cotidiano como para no tenerlo en cuenta. Grandes tormentas, uno imagina la zona de Yavi Yavi -una extensa puna chumbivilcana- azotada por los vientos, y no cabe otra cosa que sentir un respeto profundo por las fuerzas de la naturaleza. Así que todos estos campesinos fueron ubicándose en un abra, hasta donde habían llegado las combis, con toda la expectativa de ver una final, que probablemente, tenía sabor argentino. El partido se jugaba en el Monumental de River, el equipo argentino era amplio favorito, y el equipo cusqueño estaba hecho de remiendos, de jugadores que habían pasado por todos los equipos del campeonato peruano, para recalar o ir a morir finalmente en el Cienciano, aunque también es cierto que varios de los jugadores del equipo cusqueño tenían una calidad comprobada. Básicamente, era un equipo que tenía mucho pundonor y que a lo largo de la Copa Sudamericana se había beneficiado de la altura de Cusco. Es decir, ningún otro equipo peruano había aprovechado tanto la condición de local, y en gran medida la ayuda de la altura no era un factor desdeñable. Pero hacer un buen papel contra River en el Monumental, en Buenos Aires, era una cosa bastante dudosa. Por más que se tuviera toda la fuerza mental de los hinchas de Boca Juniors a favor del Cienciano, seguramente la dura realidad se impondría, y como de costumbre, los argentinos nos darían una buena catana.


Pero paradójicamente, las cosas no ocurrieron así, y al menos en Llusco y Quiñota fue una noche de júbilo campesino. Milagrosamente, Cienciano empató con River y hasta estuvo al borde de ganarle 3 a 2, la noche que Germán Carthy hizo célebre el baile del avestruz, moviéndose todo desconyuntado luego de anotarle a los argentinos, y con la cabeza completamente cubierta por la camiseta. Probablemente los campesinos de la zona, habrían llevado mucho alcohol metílico como suelen hacerlo para estas ocasiones, estarían picchando su coquita tranquilos y viendo la pantalla, y claro, más de uno al finalizar el partido no estaría muy consciente de lo que había pasado, o también seguramente algunos eran miopes y no podían seguir bien las escenas del partido, dada la masa campesina que se hallaba reunida frente al pequeño televisor, pero el asunto es que en el pueblo de Santo Tomás (que como capital de provincia, sí tiene electricidad) hubo apagón, y todos los pequeños funcionarios del Estado que pululan en los pequeños pueblos del Perú, dispuestos en las pantallas gigantes de las pollerías cercanas a la plaza, se quedaron sin partido de fútbol, y las estrellas en el cielo despejado nunca titilaron tan angustiosamente en la conciencia de la gente de Santoto. La cosa es que mientras el pueblo de Santo Tomás estaba mudo, ciego y sordo, desde los cerros aledaños llegaban los gritos desaforados de la felicidad indígena, un despliegue de risas y gritos de gol, que no podían sino producir una envidia profunda en los privilegiados asistentes a las pollerías de pantalla gigante.

Cienciano empató ese día y luego en Arequipa le ganó 1 a 0 a River, y ese fue un día absolutamente extraño en el Perú. En Iquitos suspendieron un matrimonio hasta después del partido, y la gente salió a las calles a celebrar, lo mismo en Piura, Chiclayo, "y a lo largo y ancho del territorio nacional", cayeron algunas lágrimas y como si de alguna forma, el Perú se hubiera quitado un peso de encima. Un equipo peruano jamás había campeonado compitiendo con todos los otros equipos de Sudamérica.

Ahora bien, esta historia quizás sólo sirva como anécdota y en el fondo no haga gran cosa en la demostración del punto inicial, por el cual es difícil determinar en la actualidad cuán moderna o tradicional es la población de la sierra sur del Perú. Es más, creo que el punto no lo tengo definido en mi pensamiento, y a veces todo se vuelve un entrevero indescifrable para mi conciencia analítica. El asunto es que de otro lado, recuerdo una noche en Haquira, una de las lindas, hermosísimas noches del pueblo de Haquira, con la iglesia relumbrando de luz gracias a la iluminación financiada por la Cooperación Japonesa, que se ha encargado de resaltarle su única torre, sus columnas tan impresionantemente barrocas, la pequeña iglesia de Haquira que dicen que tiene su gemelo de iglesia en Mamara (no conozco esta última), y que el Obispo Mollinedo, gran gestor de la fisonomía religiosa y urbana de la ciudad del Cusco, mandó construir sobre fines del siglo XVII.


Hacia las 8 de la noche y ya un poco antes, los niños del pueblo se congregaban junto a la bodega de la plaza, para poder ver a través de la ventana, las telenovelas entonces en boga. Hacía frío en la plaza de Haquira sobre esa hora, pero no era impedimento para que los niños estén apostados y concentradísimos, en lo que emitía el televisor por esas horas. Veían la telenovela brasilera de Red O Globo,"Terra Nostra", que trataba de los inmigrantes italianos en Brasil. En esa novela, doblada al castellano, se solían colocar en boca de estos inmigrantes expresiones propias de los ciudadanos de la bella Italia. Lo curioso y especial es que luego de la telenovela ya la bodega cerraba y los niños salían despavoridos a continuar con sus juegos en la plaza, hablando y gritando a todo dar en quechua. Como al pueblo de Haquira y a su plaza, sólo llegan camiones bastante conocidos (los chóferes de camiones son muy conocidos en todos los pueblos) y el bus que parte de Cusco desde el barrio de Santiago llega a Haquira sólo martes y sábados, los peligros que corren los niños en la plaza son mínimos, y como todo el mundo se conoce, ellos la pueden pasar jugando hasta las 11 de la noche, sin que los padres se desesperen demasiado en reclamarlos. Esto de que los chibolos se queden hasta las 11 de la noche en la calle, quizás sea otro de los tantos signos de que hacia el 2004, año en que yo presenciaba esto, en la sierra sur peruana los fantasmas del tiempo de la violencia política habían ido mermando. La cosa es que los niños jugaban fulbito, discutían en quechua las jugadas y todo como cualquier partido de fulbito, y las niñas liga, los niños corrían tras la pelota y a veces cuando esta se escapaba y se iba hacia la zona donde las niñas jugaban, los niños les decían: "Permiso, amore mío". O al discutir mezclaban la lengua general de los incas con otras expresiones menos quechuas, como "capicci", "me piace", "niente", y así. Creo que en las condiciones actuales no soy capaz de hablar demasiado del "Perú profundo", la expresión del historiador Jorge Basadre para referirse a la sierra tradicional, sino más bien del Perú profuso, en su vitalidad y noches espléndidas de cielo estrellado en Haquira, Cotabambas, Apurímac, Perú.

NOTA O ADDENDA: Me parece interesante hacer en este punto una pequeña digresión respecto al idioma quechua, o runa simi. Cuando trabajé en Chumbivilcas y Cotabambas, todo el equipo que trabajaba conmigo sobre derechos en las poblaciones de comunidades campesinas dominaba el quechua (yo era el único bestia que, a pesar de las condiciones favorables -ya que se hablaba quechua en el mercado de Santo Tomás, en las calles, al desayuno y al anochecer-, no lo sabía y no lo aprendí).


 Es sabido que el quechua se ha castellanizado mucho, el desarrollo de la radiodifusión en los años 50s y 60s, con emisiones predominantemente en castellano, con la migración masiva de la gente del campo a las ciudades desde la década del 60, donde se habla la mayor parte del tiempo en castellano, generaron un cambio en la lengua nativa (respecto a la radio, ahora ya no es así, es impresionante la cantidad de programas radiales en quechua, y a veces me hace dudar completamente que haya alguna crisis en la difusión de esa lengua, como señalan algunos), y si mi percepción no es equívoca una de las palabras más comunes del castellano "peruano", es la palabra o las palabras "de repente" (que en la forma peruana es equivalente a "quizás"), se le escucha a cada paso en muchas de las formulaciones en quechua. 

Sin embargo, mis compañeros de trabajo, de ADEAS Qullana (institución muy seria de trabajo de promoción de derechos ciudadanos a la cual estoy profundamente agradecido, siempre lo estaré), que hablaban quechua, me decían que cuando estábamos en localidades como Tambobamba o en la propia Haquira, no entendían el quechua que se estaba hablando, o no lo entendían bien, y decían reconocer giros idiomáticos que ya en otras partes habían desaparecido. Esto para mi fue revelador, que adentrándose en los pueblos que habían permanecido más aislados, el quechua tiene aún una vastedad desconocida en los lugares más cercanos a las ciudades, más vinculados a los centros urbanos con mayores servicios y comercio.

6 comentarios:

Blogger chein ha dicho...

de repente pablo, el único, el único pablo...

24 de noviembre de 2008, 12:28  
Blogger pablo ha dicho...

Mi Eli, de junco y capulí, gracias, muchas gracias. Saludos al barrio de Encants, a la calle Conseil de Cent, más específicamente.

5 de diciembre de 2008, 7:00  
Blogger Unknown ha dicho...

Preciosa descripción, me encanto, me hizo reír y me enseño. Gracias Pablo.

8 de mayo de 2014, 8:07  
Blogger pablo ha dicho...

Gracias por leer el relato, Elsa. Muchas gracias.

12 de mayo de 2014, 16:52  
Blogger Unknown ha dicho...

Simplemente tu ...

11 de diciembre de 2015, 6:33  
Blogger Unknown ha dicho...

Simplemente tu ...

11 de diciembre de 2015, 6:33  

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