domingo, 29 de abril de 2018

Un avioncito aterrizando suavemente en tu espalda

Como Emil Cioran nunca voy a creer de ninguna manera en el psicoanálisis. No sé quien fue el que dijo que "el psicoanálisis es una oreja que oye", creo que fue mi amigo Mario Wong hacia 1986 en el chifa el Wony mientras salíamos borrachos de ahí y claro que estaría parafraseando a alguien, y ustedes, conocedores profundos de las artes de interpretación de las personas, saben con seguridad por demás quien fue el autor de la frase.
Ahora que por razones múltiples, entre ellas porque soy una persona común y corriente, en los últimos meses suelo quedarme pensando en la muerte por ratos que se prolongan y se prolongan. Esto para mi no quiere decir gran cosa porque al parecer soy un campeón en pensar en asuntos que no están a la orden del día en la conversación que estoy sosteniendo, en otras palabras, soy un reverendo distraído. Y así odiando a los que traten de meter sus bazas psicoanalíticas entre mis palabras recuerdo una historia que me contaba mi papá cuando vivíamos en Pueblo Libre, a cuatro cuadras de la Universidad Católica, y con el absurdo que me caracteriza tenía muchas pero muchas personas que se acercaban a mi mesa en las cafeterías de la universidad -entre el 95 y el 2000- y yo me proponía no repetir de tema de conversación en ninguna ocasión. Habría sido denigrante para mi en ese entonces repetir un tema ya abordado antes a lo largo de la mañana o la tarde, que si la conversación anterior había tratado de Bruno Schulz, Gombrowicz e Isaac Bashevis Singer, la siguiente conversación tenía que representar un giro cualquiera de la anterior, y por ejemplo, tratar de la música de Bach, y la siguiente de las películas de Kurosawa. Muy cultural, claro está, era mi menú, pero la regla de oro era no repetirse, porque si me repetìa en el diálogo merecía tirarme de un puente y ver cómo los perros se acercaban hacia mi en esa hora aciaga. O también podìa suceder que en esos diálogos solo hacía valer a Natalie Portman en la película que sale con un collarcito negro, o Jennifer Connelly de chica judía bailando escondida en el bar de Moe.
En fin, todos quienes me leen saben que de pronto el tema del Aeropuerto de Chinchero se ha vuelto una especie de leit motif para mi, y entiendo que hayan cientos de miles de personas que al ver un nuevo texto mío sobre el tema no les interese ni en lo más remoto de su ser siquiera la primera línea de lo que escribo. Otros, más amables, empáticos y con un sentido de la importancia de lo que se está escribiendo (porque creo que es importante, porque desbarata un proyecto de mierda que muchos peruanos incautos piensan que le va a traer algún beneficio al país), y siguen mis artículos, personas de las que yo me encuentro completamente agradecido. Pero sucede ese algo por el cual he empezado escribiendo de la ingente cantidad de gente que jodería con el psicoanálisis y cosas semejantes. Sucede que mi padre me contaba que cuando era Director de la Regional de Caminos en Piura -en ese entonces el director del colegio San Ignacio de Piura era Monseñor Bambarén-, en fin, cuando era Director de la Regional de Caminos de Piura y yo acababa de nacer, lo mandó llamar el Jefe de la Región Militar del Norte del Perú (creo que es la IV Región), y lo llamó a su oficina y le exigió un Aeropuerto para los militares acantonados en la ciudad de Piura (supongo que Talara ya tenía un Aeropuerto). Mi padre le dijo que el presupuesto del Ministerio de Fomento tenía ya asignadas en el plan anual los gastos que se iban a realizar en los diversos rubros. El general carraspeó, lo miró, y luego pasaron a despedirse.
Un tiempo después, el general de la Región Militar Norte volvió a llamarlo, y esta vez el general subió el tono de voz y le increpó y lo mandó al orden y lo conminó a que se comunique con el Presidente de la República, en ese entonces Fernando Belaúnde bajo su primer gobierno, y mi papá contó a su manera que en ese momento "se le subió el indio" y le dijo al general que daba por terminada la reunión y que no tenía nada que hablar con él, porque ya le había señalado con claridad meridiana que el presupuesto no tenía contemplado un Aeropuerto y que nadie podía actuar a capricho con el Presupuesto de la República, y que no llamaría al Presidente ni de a vainas.
Un tiempo después, un mes o dos, el Ministro de Fomento visitó Piura, y el general en cuestión, no asistió a recibir al Ministro, cosa que desde la perspectiva protocolar de la escena oficial peruana en todos los departamentos del Perú, era un grave desaire. En fin, tiempo después este general dio un golpe de Estado a Belaúnde el 3 de octubre de 1968 e inició lo que se llamó "el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas", y nosotros viajamos a Cajamarca donde fui muy feliz porque todas las secretarias del Ministerio me regalaban Sublimes en una escaleras por las que bajaban, y me trepaba escalón por escalón por el cerro Santa Apolonia, y luego al llegar a Lima a los 4 años mi padre se enfermó del estómago por la comida que servían en el comedor del Ministerio de Fomento, que el decía que era horrible y grasosa, y yo luego de ingresar a la Universidad llevé Realidad Social Peruana y sé bien lo que pasó con la sustitución de importaciones que dada la protección fue la gloria para la industria peruana y sus empresarios, que la Reforma Agraria trasformó de un brinco la hacienda tradicional de la sierra sur, y que la Reforma Educativa hizo que tuviera a un profesor que llegaba siempre borracho a clase, zigzagueando entre las carpetas, que se llamaba Wilmar Flores, que nos hablaba de Túpac Amaru y recuerdo que una vez afirmó que los años bisiestos eran cada dos años, y que levanté tímidamente la mano y luego le señalé que no era así, que los bisiestos ocurrìan cada cuatro años, y que hacia 1986 cantaba en nuestras reuniones, junto a Javier Torres, Carlos Cordero, Chiny Polar, las canciones del gobierno de Juan Velasco Alvarado con una nostalgia de la patada.

2 comentarios:

Blogger modesto ha dicho...

Uno de " los cientos de miles lectores " tuyos......siente hoy la suerte de volver a leerte.

3 de mayo de 2018, 1:58  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Modesto, qué gusto encontrarlo. Realmente qué gusto. No quiero prometer que voy a escribir tanto como antes, pero la verdad es que me gustaría. Se ha abierto una etapa distinta, y espero que se prolongue tanto como etapa como un nuevo período de escritura.

Un calido saludo.

Pablo

9 de mayo de 2018, 9:07  

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