miércoles, 12 de noviembre de 2008

Cerros de cocaína

Al negro Mateo se le vio poco por las cantinas del centro de Lima. En realidad, sólo lo traté una o dos veces pero porque estaba sentado en una mesa del Queirolo con Juan Ramírez Ruiz -a quien conocía-, seguramente con una botella de media res y la Coca Cola para el cuba libre de rigor. Ahora que Juan Ramírez ha muerto hablan mucho de él ("el teórico del movimiento poético Hora Zero" suelen decir), pero en fin, yo lo que más recuerdo es una noche que salí del cine club del Museo de Arte, de ver El Angel Azul de Von Sternberg, director del que decía Marlene Dietrich que ella se ponía a sus órdenes y que tan sólo era una marioneta de sus intenciones visuales o fílmicas. Yo estaba hecho polvo por esas escenas tan humillantes, en las que el profesor Unrat termina haciendo el ridículo en un teatro, cacareando como un gallito y con sus buenas plumas en el trasero, y la verdad es que había salido del cine literalmente arrastrándome por el piso, de la humillación compartida, humillación frente a la mujer, frente a su poder sexual, a su atractivo enloquecedor, y había llegado a Las Rejas (uno de los bares más concurridos por los amigos del jirón Quilca), y había encontrado a Juan Ramírez Ruíz que me había servido del trago corto que había en la mesa, y creo que un cuarto de hora después yo ya había pérdido la conciencia y simplemente lloraba, lloraba desamparado sin saber a qué atenerme. Con esto, y aunque no tenga que ver directamente, quiero expresar en este momento mi desprecio por los críticos de cine, que si bien tienen sensaciones, sentimientos y todo, creo que están demasiado pendientes de las palabras y que gracias al movimiento de su espíritu hacia los adjetivos calificativos pueden seguir viviendo una aburrida vida de comentaristas. Juan Ramírez estaba a mi lado, y con los lentes resplandecientes llenos del reflejo de la luz de los fosforescentes de Las Rejas, me abrazó sin saber el motivo de mis penas y aflicciones. Ese es el recuerdo más claro que tengo de él y también de mucho antes, del 84 o 85, cuando nos botaban a la madrugada del Chino Chino, el bar que estaba junto al Parque Universitario. Los empleados empezaban a fregar el piso echando aserrín y pasando el trapo como signo de que ya estaban cerrando el bar, que la noche había terminado y que había que largar a los clientes o borrachos ocasionales, los borrachos que suelen ir hasta las últimas consecuencias. Nos botaban como si fuesemos la peor porquería a esas horas, pero creo que ni nos inmutábamos. Pero bueno, las veces que vi al negro Mateo fueron tomando en Queirolo con Juan Ramírez Ruiz, y hasta recuerdo que hablaron en esas noches de un documental que habían hecho juntos, algo que habían hecho hacia el año 70 donde dibujaban la pobreza de Lima, un cortometraje en blanco y negro, que pretendía ser un duro retrato neorrealista de Lima y sus extensísimos cinturones de pobreza.

Sin embargo, fuera de lo que hablaron ellos dos nunca he vuelto a oir que ese documental siquiera exista. El negro Mateo había estudiado cine en Río de Janeiro a fines de los 60s, y cuando estaba en Lima vivía en Barrios Altos. El decía que había parado bastante con Chico Buarque de Holanda y la belha genti, todos los genios del bossa nova eran sus patas que lo tenían por algo exótico hasta el mundial de México 70, porque como era un negro peruano y ellos ignoraban que habían negros en Perú, entonces resultaba un elemento exótico indispensable para hacer de las tardes y noches de música toda una vasta mescolanza de influencias y diversiones. Claro, en México 70 ya salieron a flote Julio Baylón, el Nene Cubillas y Perico León, jugadores de la selección peruana de fútbol que enfrentó a Brasil en ese mundial, y el negro Mateo perdió un poco del exotismo que lo hacía atractivo a la mancha que ha dado esa música tan increíble en Brasil. También solía bajar a la playa en Ipanema y en una pequeña cabaña, encontraba siempre solitario, a las diez de la mañana o así, a Vinicius de Moraes que tenía el hábito de sentarse diariamente en la playa a tomar cervezas en esa cabaña, y de otro lado, como había sido embajador de Brasil en España, gustaba mucho de hablar en castellano, así que la compañía del negro Mateo le resultaba del todo grata para practicar nuestra lengua.

Yo no había conocido en las cantinas de Lima ninguna persona con tan amplios lazos con la cultura brasileña, que con el tiempo uno va sabiendo que es un tremendo universo vistoso y de una riqueza cultural fascinante, múltiple y viva, en los relatos de Clarice Lispector, Joao Guimaraes Rosa, Graciliano Ramos, Joao Ubaldo Ribeyro, Jorge Amado, los relatos policiales de Rubem Fonseca, la literatura de cordel del nordeste con sus remembranzas de las romanzas medievales, el candomblé de Salvador, Bahía de todos los Santos, el país donde la vanguardia de Mario de Andrade había gestado "Macunaíma", país de donde brotaba todo ese sabor pastoso en la boca de los cangaceiros y los duelos de los delincuentes cuchilleros de las favelas de Sao Paulo o Río, a punta de capoeira. Así que lo que venía diciendo el negro Mateo era una revelación, es más, era amigo personal de Glauber Rocha, el cineasta de Dios y el Diablo en la tierra del sol, y contaba Mateo que cada vez que Glauber Rocha llegaba a Lima, del aeropuerto directamente tomaba un taxi a Barrios Altos, a la calle Maravillas, para algunos antro de los mayores delincuentes de la ciudad, donde vivía el negro Mateo, y Rocha no salía de casa de Mateo y más bien se enfrascaban en el consumo de cerros de cocaína que ponían sobre la mesa de la sala para disfrutar el encierro. Muchas chelas, charla amena y variada, gente del barrio que entraba y salía, y cerros de cocaína durante 3 o 4 días. Es decir, Glauber Rocha llegaba a Lima a ver a su amigo el negro Mateo y toda esa huevada de pasear por San Isidro, Miraflores o Barranco, los barrios residenciales de Lima, quedaba totalmente fuera de la agenda, por aburrida.

Sin embargo, esto no es todo. Varias de sus aventuras en Brasil fueron siendo expuestas porque llamado por teléfono, acudió a la mesa del bar un contertulio que había vivido con el negro Mateo en Brasil. Y contó de una vez que, desesperados y sin dinero, y con todas las ganas de viajar a Buenos Aires habían ideado que la mejor manera no era otra que la de colarse de polizones en un barco, que según sabían, viajaba para Buenos Aires. Se metieron a las bodegas interiores del barco, y estuvieron ahí entumidos entre cantidades de racimos de plátanos verdes. Sin embargo, esa vida de polizones escondidos entre plátanos verdes comenzó a cansarlos al segundo o tercer día, ¿tanto tardaba el barco en llegar a Buenos Aires? Así que el contertulio del que no recuerdo el nombre decidió salir a cubierta, fingir una taradez total, poner rostro y comportarse con una idiotez más exacerbada que la del jorobado de Notre Dame, buscando la piedad del capitán del barco para que no lo desembarquen sino hasta Buenos Aires. Estrategias de peruano en el extranjero, dirán ustedes. La cosa es que efectivamente el capitán del barco se apiadó, y lo puso a fregar pisos, y no sé si el negro Mateo más bien eligió quedarse entre los plátanos o hacer un rol semejante, la cosa es que al pasar la tarde y la noche el mudo e idiota fregador de pisos peruano se percató, por los diálogos de la tripulación, que el barco lejos de ir a Buenos Aires, en realidad se dirigía a Ciudad del Cabo o algún otro puerto del Africa del Sur. Conchasumadre, se dijo, o como escribe mi pata Picón en el messenger, "csm". Lo cierto es que algo entre la alarma y la risa le vino al jorobado de Notre de Dame peruano y otro tanto al negro Mateo, y a la primera de bastos saltaron al mar, cuando supieron que estaban por llegar a una isla poblada, nadaban a todo correr mientras el capitán y la tripulación del barco les gritaban, y ellos le extendían los pulgares al capitán desde el mar, que es la clásica forma peruana de decir "pinga" o "pichula", una forma bastante clara de mandar a la mierda a los demás pero que no sé si un capitán de barco brasilero entendería.

También he de informar que otra de las grandes actividades del negro Mateo, aparte de fraternizar con los grandes artistas del Brasil, era la de dealer de cierta magnitud. Aunque no lo señaló, creo que no hubiera sido nada extraño que estuviera en el corazón del narcotráfico en Brasil, porque como es lógico, de qué otra manera un negro peruano podría financiar sus proyectos fílmicos en una tierra extraña?. Así que siempre llegaba a muchos de los locales de moda de Río con elegantes maletines James Bond, y proveía a toda la intelectualidad brasileña del polvillo blanco. Ocurrió una buena vez, que en todas estas andanzas comerciales, el negro Mateo y "el contertulio", habían conseguido una socia que era una hembra tan espectacular, rubia, de un cuerpo grande y voluptuoso, un gran jale para que el rendimiento de compras y ventas subiera como la espuma, y la garotinha despampanante, paseaba por los locales con ellos cimbreando su maravilloso culo y el negocio florecía y todos eran felices. Qué le había visto la garota rubia y hermosa a los peruanos, es algo difícil de determinar, quizás el negro Mateo tendría habilidades sexuales desconocidas, o simplemente la adicción manda y a menudo se sobrepone a la belleza de las personas. Hasta que de ser tan vistosos y exóticos y "peruanos con rubia" la noticia del tráfico corrió hasta las comisarías y oficinas ad hoc, y una buena mañana, cuando estaban aún soñolientos y apenas habían prendido el televisor para ver las noticias, les tocaron la puerta con particular énfasis y al preguntar quién llamaba, la policía dio a conocer sus credenciales a través de la puerta. Mierda. Tenían dos de esos elegantes maletines James Bond llenos de merca y la policía afuera, dispuesta a tirar la puerta. Pusieron una silla junto a la puerta para retardar el ingreso y se hicieron a los soñolientos, y trataron de pensar lo más rápidamente posible donde esconder los maletines. La garotinha también estaba en la habitación, y de momento temblaba como una hoja, esconder a esa belleza en una prisión quizás sería un delito de lesa humanidad peor que los de Pinochet o Francisco Franco, y en ese momento el tiempo corrió lento como en cámara lenta y la desesperación fue presionando sobre la imaginación, dónde esconder los maletines. El closet parecía demasiado obvio, los colchones y debajo de las camas eran una idea espeluznantemente mala. Y cuando los huevos se les habían puesto absolutamente de corbata porque la policía ya pugnaba por entrar tirando la puerta, nuestra hermosa garotinha se había vestido de golpe con uno de esos vestidos deslumbrantes, como el de Isabella Rossellini cuando canta la canción en Blue Velvet, e inmediatamente había roto parte del escote que se forma en las piernas (no sólo hay escote en los pechos, eso es algo que toda mujer deliciosa sabe), y dejaba ver buena parte de sus hermosos muslos... y con la velocidad del rayo había puesto los maletines sobre una silla y su voluminoso y bello culo garotinho encima.

Cuando entró la policía ella estaba hecha una furia, diciéndoles arrebatada que seguro estaban buscando a este par de imbéciles peruanos, que seguro estarían dedicándose a alguna actividad ilegal, una buena burra había sido al alternar con negros de otro país, tamaños ignorantes que nada sabían del trato con una mujer del Brasil, que sólo de lástima ya los acompañaba por estos días, llenos de deudas, unos idiotas de marca mayor, y por favor, señores policías, busquen por todo el cuarto y encuentren lo que sea para que puedan llevarlos por fin a la cárcel y deportarlos a su país de mierda. Los policías escuchaban un poco aturdidos, tantas tetas de golpe y muslos les habían hecho olvidar algo su propósito antinarcóticos, y entonces buscaron por toda la habitación, el negro Mateo y "el contertulio" casi orinándose de miedo fingieron una pelea de celos y amor con la garota, algo tortuosa para lo que el castellano que utilizaban favorecía mucho, amores rotos e historias de ese estilo se inventaron para olvidar los maletines bajo el trasero de la garota, y la verdad es que los policías hicieron un trabajo de búsqueda y rastreo impecable, closet, camas, cada rincón de la habitación fue registrado al detalle, pero nada, no pudieron encontrar nada, y de vez en cuando miraban de reojo los bellos muslos de la rubia, y después de un par de horas de peleas, dolor de estómago, calambre, actuaciones impecables después de todo, la policía abandonó la habitación y nunca antes unos peruanos fueron tan felices de los buenos servicios, de la belleza, de la increíble incondicionalidad de
un culo brasileño.

8 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Me gustó la historia del negro Mateo, pude sentirme a bordo del aquel barco equivocado, o siendo salvado por ese oportuno y protector culo brasileño. Un relato brillante, Pablo.

13 de noviembre de 2008, 2:26  
Blogger LaHormiga ha dicho...

Guapo, me ha encantado este post. Qué vivan los culos salvadores!

13 de noviembre de 2008, 19:04  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Como te gusta que comenten aqui voy. Primero lamento, y no, que se haya cortado el lazo messengeriano justo mientras te escribía, pero debe haber sido mi pseudo protección contra los mundos virtuales. En fin... buena la historia del negro Mateo, además de las intermedias, y claro las escenas del escote del culo garotinho salvador, eso es como ¡para hacerse una estampita!

20 de noviembre de 2008, 9:30  
Anonymous Anónimo ha dicho...

pablo, tremenda tu presentacion de la historia de mateo, su libertad y el bendito culo salvador... tu relato fue una grata compañia en el lejano Haquira... sigue escribiendo

21 de noviembre de 2008, 7:27  
Blogger pablo ha dicho...

El lejano Haquira es un pueblo con una personalidad enteramente peculiar y eso lo sabemos tú y yo. Esas columnas tan barrocas de su iglesia, la que está en el lado lateral y lleno de matas de maleza, el puentecito hacia el restaurant donde la gente hacia el 2003 veía a Chuck Norris a las 8 de la noche. Con su billarcito al fondo, con una mesa de billar algo desnivelada. Me acuerdo del Jaider jugando ahí, en ese billar. Bueno, y ahí están ahora Yeny y Leonor en el colegio de Antapampa, en el CRFA. Mis saludos a Haquira, Cotabambas, Apurímac, Perú. El pueblo de doña Virginia y su lucha por la organización de las mujeres.

21 de noviembre de 2008, 8:13  
Blogger pablo ha dicho...

Gracias a todos los que les ha gustado esta historia, a Jesús, a Marcela, a Alfredo, a Hernán(a veces los anónimos no son tan anónimos), también me escribieron por el correo que sentían que la historia era la cagada y eso me dio alegría. Bueno, en fin, no quería pecar de desagradecido.
pablo

26 de noviembre de 2008, 5:24  
Anonymous Anónimo ha dicho...

me divertí muchísimo con el negro mateo en un entorno tan exquisito como el brasil y con una bunda salvadora...
muchos saludos, siempre es un placer hacerte un visita virtual...

28 de noviembre de 2008, 11:25  
Blogger pablo ha dicho...

Gracias, Stefano, (me parece que eres Stefano y creo que no me equivoco), bueno que te parezca cague de risa este relato. Estuve viendo tu blog, están bien interesantes todas esas composiciones de Jaime Domenack. ¿Fotos de Life en Cuzco? Un abrazo.

5 de diciembre de 2008, 16:51  

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