viernes, 28 de noviembre de 2008

El extranjero desvaído

Llamé a mi hermano Augusto para que aloje a Juan en su departamento de Lima. Probablemente lo haga, porque Augusto es muy bueno y servicial, y claro, es desesperante que en estos días que Juan va a estar en Lima tenga que movilizarse desde el Callao a Miraflores, que está muy lejos, y esté un poco varado respecto a otros lugares donde caer. Va por la Feria del Libro Ricardo Palma de Miraflores representando a una editorial cuzqueña.

Por estos días ha reaparecido mi tendencia a la soledad, (en realidad, sólo está encubierta por la fluoxetina, pero creo que es una realidad cuasi-absoluta mía, la misantropía) y una serie de malentendidos se han ido sucediendo. Importan poco o nada estos malentendidos porque hay cosas claramente más importantes, de verdad mucho más importantes en las que pensar. Malentendidos del tipo de los que aparecen en El Extranjero, de Albert Camus, pero sin hundir a nadie lo suficiente. Por ejemplo, el otro día estaba verdaderamente cansado y me dieron ganas de visitar a Hernán, y la verdad que fue una alegría verlo, pero N. interpretó que yo me había molestado por algo porque no fui a casa. En realidad no me había molestado con nadie y por nada, pero me parecía totalmente inútil decirle que estaba cansado y me iba a dar una vuelta (porque.. ¿para qué ocupar a los otros en uno, cuando uno sabe que el otro tiene la cabeza revuelta por miles de cosas?) y total fui caminando muy campante donde Hernán y chévere, me recibió contento en su depa y me dijo que había hecho el camino a pie y mula por las comunidades campesinas de Haquira y ahora tenía muchísimas ideas más claras respecto al tiempo de la violencia política en la zona. Al rato, en casa de Hernán, me quedé dormido de cansancio.

Al día siguiente estuve más cansado todavía, no sé bien porqué, y más bien sentía que mi presencia no tenía mucho sentido en general (sin derivar en una reflexión existencial ni nada por el estilo), así que me la pasé sin hablar con nadie y hasta con un poco de sociopatía (no veía porqué había de ser cordial con gente que apenas conocía, cuando iba vagando y encontrándome con personas por las calles de Cuzco, y después me di cuenta que iba a estar con un poco de mal humor si iba a ingresar en conversaciones que apenas deseaba) y parece que con ese distanciamiento de todo, con el silencio y desaparición, para N. confirmé que estaba molesto. En fin, soy muy malo ahora para los vínculos humanos de cualquier tipo, aunque creo que no lo era en el pasado. Un pasado que se remonta a fines de los años 80s, por eso creo que es un recuerdo que ya no cuenta. Malo, pésimo, para los vínculos humanos, y en realidad siempre he dicho eso últimamente, que soy malo para los lazos personales, y no miento, pero comprendo muy bien que esto siempre se olvide. Hasta de vez en cuando lo olvido también yo.

Me doy cuenta que sí hay algo que me ha molestado, muy lateral y secundario, pero no es comentable. Mi pregunta ahora es si el altruismo es una cosa parecida al ansia de poder pero en sentido inverso, es decir, si las personas entregadas admirablemente a acciones altruistas llegan a un punto que convierten ese sentir solidariamente a los otros en la única dimensión posible de vida. Comienzo a pensar que sí. Y bueno, es inevitable que casi el grueso de los seres quedemos descoloridos y desvaídos frente a la fuerza de generosidad que han sabido labrar en sí mismos.

Me refiero a esto porque mi entorno es precisamente de personas excepcionalmente generosas, para las que las actitudes altruistas forman parte de su cotidianeidad hace demasiado tiempo.

Quizás este enclaustramiento en la solidaridad que, curiosamente, convive en el presente con toda la cultura hedonista que campea en la televisión y en las noches de las ciudades -no sólo noches-, es un fenómeno absolutamente necesario, un asunto muy profundo de nuestros tiempos, inadvertido (se habla poco en la actualidad de la gente que se rompe el lomo por los demás, quizás justamente porque una de las características de estas personas, es la gratuidad de sus actos)... Aunque resulte un poco torpe señalarlo, desde la Cábala judía se dice que siempre, cada tiempo, cada época de la humanidad, necesita 34 justos (siempre secretos, la mayoría de las veces son absolutamente desconocidos para los demás, y es enteramente difícil que aparezcan en los diarios) para que el mundo se mantenga palpitante y vivo.


Y pienso también, adicionalmente, que no cabe, realmente no cabe, un ensimismado y misántropo en el mundo de un altruista de los verdaderos.

6 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Supongo que en ocasiones los seres humanos al encontrar algo gratificante nos aferrarnos a ello, porque simplemente es placentero o porque así la vida es mejor de lo que siempre ha sido (rencores, desiluciones, miedo, aburrimiento, depresón, traumas, etc), conozco un caso. Las acciones altruistas seguro que son gratificantes.

Dicen que se siente my bien hacer esas cosas desinteresadas y muy loables que tan lejos veo en este momento, como abogado que soy (jeje), es decir que se genera una sensación de placer. Supongo que así como hay ludópatas, alcohólicos y una infinidad de viciosos más, el altruismo puede crear sus adeptos, que resultan bastante inofensivos, al menos para la gente de bondad promedio y no creo que desarrollen síndrome de abstinencia.
He experimentado el altruismo puro y aunque no lo recuerdo mucho, sé que se sintió bien. Haz la prueba y sácate el clavo.
Lo del ansia de poder... mmm, no se, no lo veo tan parecido u opuesto, en todo caso ambos pueden tener un componente obsesivo.

Head
(Daniel, S. Lucero, P. Libre)

28 de noviembre de 2008, 17:03  
Blogger pablo ha dicho...

Lo que señalo respecto a la semejanza entre altruismo y ansia de poder, es que quizás, para quienes radicalizan la experiencia del altruismo, también se van fijando en una perspectiva, que es la de ser enteramente serviciales (y la de juzgar a los otros en ese plano), y donde algunas actitudes, menos referidas a los otros, producto del ensimismamiento, ya son irreconocibles porque, sencillamente, están en un código distinto.
No hay ninguna semejanza entre ambos, es cierto, en general. Y seguro que se siente bien el altruismo, se siente bien también el sentimiento de justicia, hay algo enteramente emocional en el sentimiento de justicia, al punto que la sensación de indignación ante un acto injusto, puede envolvernos y dar pie, a que eventualmente, salga al fresco lo mejor de nosotros mismos. Gracias por escribirme, Dani, imagínate que tuvieran síndrome de abstinencia los altruistas, y bien hablas del placer de dar todo por los demás. Lo que pasa es que tengo la impresión que mientras todo el mundo cree que la época contemporánea es la de un individualismo extremo, conviviendo con la gente en casa, me pregunto si es verdad, porque aquí lo común es lo contrario.

1 de diciembre de 2008, 7:11  
Anonymous Anónimo ha dicho...

A lo largo de varios días observé este texto que realmente parecía vivo, creciendo por momentos y mutando hasta en tres ocasiones su título..
Difiero en la sentencia final, creo que cabe en ese mundo el misántropo, aunque con el inevitable dolor de sufrir una exigencia de perfección nunca alcanzable. Aún desvaido y sin color también cumple su función, y a veces ejerce el duro trabajo de ejercer de contrapunto al altruista extremo,aportando equilibrio a ese mundo difícil e inestable.
Prefiero pensar que es así.
Un saludo

1 de diciembre de 2008, 12:44  
Blogger pablo ha dicho...

Es cierto, Jesús, eso que dices de la exigencia de perfección no realizable. He andado muy desorientado todos estos días, y se me hacía difícil centrarme, así que discúlpame haber demorado en darte una respuesta. Más bien me enfrasqué en contar una historia de humor negro que seguramente será mal entendida, eso, si se dan el trabajo de leerla. A mi me gusta. Con la historia de humor negro podía abstraerme y perder, en buena medida, el hilo de la realidad.
Por estos días estoy adicto al Diario El Sol del Cuzco, todo me distrae en esos diarios, si van a desaparecer a los perros vagos de Urubamba, si van a revocar al alcalde de Pitumarca, me gusta adentrarme en las realidades que aquí llaman "locales", de las pequeñas localidades de las provincias de Cuzco. Pero, en fin, volviendo, es cierto que este artículo cambió de título 3 veces, de "El extranjero ridículo", al "Extranjero menguado", y por último el título con el que se va a quedar. Me disculpo de Dani porque su reflexión me hizo añadirle un párrafo final que aclaraba un hilo subterráneo y correlacionaba altruismo con misantropía como opuestos irreconciliables. Lo cierto, y volviendo al punto, es que en la realidad pueden convivir y a la actualidad no tengo ni idea de si generan equilibrio, desequilibrio, contrapunto o qué. Sigo escribiendo, es lo único que sé bien.

4 de diciembre de 2008, 5:36  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Y que tal si no tomas farmacos, y dejas de mezclarlos con alcohol -si es que tomas medicado-, y tratas de ver el mundo desintoxicado?
Yo aca tomo mucho y estoy pensando ver que pasa si suprimo esa sustancia o, al menos, la disminuyo.
El autosacrificio exacerbado parece una misantropia contra uno mismo, de modo que se desaloja (aparentemente) al yo por el bien de los demas. La misantropia es de la melancolia y una generosidad con los demas. El punto es del equilibrio.
Quien sabe.

5 de diciembre de 2008, 0:40  
Blogger pablo ha dicho...

Ultimamente está apareciendo mucho eso del equilibrio, y no sé qué pensar. En principio, como es natural, no voy a creer demasiado. Varios de los amigos aquí en Cuzco estaban experimentando con el ayahuasca, y como no eran de los que experimentan por aparecer especiales, o singulares, o lo eran muy poco, sino por una real curiosidad respecto a sí mismos, y con una larga tradición dentro de sí mismos, de cuestionar sus propios fines y todos los condicionamientos en que están encerrados, me dejaron la pregunta abierta. Como debiera ser, pienso.
Y sería ahora del todo normal si yo buscara respuestas respecto a variedad de cosas en este tipo de experimentación, pero me parece que de momento voy a dedicarme a cuidar a un niño, una casa,,,(todavía no sé bien) y perder otras perspectivas de autoconocimiento, al menos todo el verano, o aquí, la temporada de lluvias (la temporada de lluvias corresponde al verano de la costa peruana).

Respecto a dejar de tomar las pepas, no ocurriría mucho si las dejo. En los últimos años, he pasado meses y hasta años enteros sin ellas, y pasa lo que digo, me encierro, hablo muy poco con las personas y casi ni me relaciono, sólo con mi familia de Lima y punto. No es malo, leo libros enteros y que siempre he deseado leer en ese período, la vez pasada la pasé en Cuzco así en el depa de Hernán, sin tomar ninguna pastilla, y leí buena parte de Los Orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt, leí también buena parte de los ensayos de Antropología Estructural de Levi-Strauss, Jacob Burckhardt, Ernst Gombrich, Edward Hallet Carr, en realidad fue hiperproductivo en lecturas y películas, pero casi no me relacionaba con los demás, era muy placentera la lectura, pero había ese lado social totalmente muerto, y por ese lado sentía que vivía sin vivir. No descarto dejar la fluoxetina, pero le refiero a Anónimo, no ocurre demasiado cuando la dejo.
Y sobre el altruismo como misantropía, lo que refieres anónimo, me parece que tiene algún sentido lo que dices, pero no llego a entenderlo del todo. Y gracias por la preocupación y por el comentario.

5 de diciembre de 2008, 6:17  

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