lunes, 3 de noviembre de 2008

In memorian Jose Luis Mangieri (1924-2008)

Recuerdo que Silvana Franzetti permitió que lo conociera, ir a casa de Mangieri era acudir al "mítico asado de Mangieri", y conocer al "mítico editor de La Rosa Blindada". Fue un gesto especial de Silvana, y decían esa mañana que Mangieri había andado enfermo, y que el asado en la casa de Mangieri hace mucho que no se realizaba. Así que digamos, también mi gratitud hacia Silvana Franzetti y Ana Longoni, por ese especial y excepcional detalle para conmigo, de haber combinado el suceso. Era domingo, hubiera sido lindo que hubiera estado Ana Longoni también (porque por penosas descoordinaciones no llegó a venir, y cuánto lo hubiera deseado), y Mangieri ese día, entre los chinchulines y los bifes, preguntó por Toño Cisneros, el poeta peruano, que le caía bien porque le habló alguna vez del "globito" de Huracán, su equipo, y distanciándonos ya algo de Cisneros, y en parte por reacción contra la sensación que me produjo un peruano oportunista que conocí en Colonia del Sacramento (Uruguay), nos referimos a la prosapia nada escondida de escritores y poetas peruanos entregados a cierta melancolía, y repasamos amablemente las páginas que Hermann Melville dedica a la brumosa, triste e intrigante Lima en el libro sobre la ballena blanca. Había un clima dulce y cálido al atardecer, y Mangieri me acompañó al taxi, y luego hablando con Diana Bellesi de ciertas frases stalinistas que Mangieri había soltado, ella había dicho: "Se le quiere tanto a ese viejo".

Mi agradecimiento especial a Silvana Franzetti y a Ana Longoni por esa tarde en casa de Mangieri, ese especial gesto suyo para conmigo, de presentarme una leyenda viviente de la literatura argentina.

Comentarios sentidos de sus amigos por su fallecimiento en: http://www.blogdelamasijo.blogspot.com

Transcribo una entrevista a José Luis Mangieri del 2007. Realizada por Gustavo Pablos, el 21 de junio del 2007 para La Voz del Interior.




El título La rosa blindada viene de un pensamiento idealista,
en cambio Libros de tierra firme es como decir que estamos
con los pies en la tierra", dice al referirse a los dos proyectos
editoriales más importantes de su vida. El nombre José Luis
Mangieri es sinónimo de la edición independiente en la
Argentina, una actividad que desarrolla con compromiso y rigor
desde fines de la década del ’50, y que le valió el reconocimiento
de ser designado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires. Otro dato
que testimonia la importancia de su trayectoria es el libro Es
rigurosamente cierto (Libros del Rojas), producto de entrevistas
realizadas por Karina Barrozo y Hernán Casabella.

Córdoba tendrá la oportunidad de escuchar a esta figura
infatigable este sábado en el marco de las jornadas "El presente
de la poesía". Desde las 10.30 Mangieri mantendrá una charla
abierta al público sobre sus 50 años en la edición. A las 11.30
participará en una mesa de lectura de poesía.

Edición y compromiso. Mangieri se sumó al Partido Comunista
(PC) en los años ’50 y ahí comenzó a hacer sus primeras armas en
la edición. Años después se integraría a la editorial universitaria
Eudeba, y posteriormente a los periódicos Crítica, Democracia y
El Popular, que pertenecía al PC. "Nosotros comenzamos la
editorial La rosa blindada con Mario Brocatto, en 1962, cuando
trabajaba en Eudeba, y de ahí copié la idea de los cuatro libritos
envueltos en una faja", dice. Y añade: "En un principio queríamos
hacer nuestros propios libros, por eso el primer paquete tenía un
libro mío, Quince poemas y un títere, uno de Hugo Acevedo, otro
de Brocatto y también uno de González Tuñón". En homenaje a
Tuñón la editorial recibió el nombre de un libro suyo.

En el proyecto estuvieron Emilio Jáuregui, Juan Gelman, Carlos
Gorriarena, Octavio Getino, Tito Cossa y varios más.
"En realidad, pensábamos quedarnos ahí, pero como se trató
de una serie de cuatro libros muy económicos y la gente se
mostró muy interesada continuamos editando otros paquetes",
afirma.

Editaron libros de poesía, narrativa, teatro y ensayos, con autores

como Bertolt Brecht, Attila József, Juan Bautista Alberdi, Andrés
Lizarraga,Tuñón, Juan Gelman, Javier Villafañe, Andrés Rivera,
Regis Debray, los discursos de Fidel Castro y los del Che Guevara, entre otros.

"Un poco después hicimos la revista y una discográfica, en donde
salieron dos enormes long plays de Guillen, otro de Vittorio
Gassman recitando a Neruda, también uno de Neruda diciendo
los poemas de Veinte poemas de amor y una canción desesperada,
etcétera", cuenta. Se trataba de "tiradas muy grandes", cinco mil
ejemplares en el caso de los libros, y 10 mil de la revista, "y se
vendían en muy poco tiempo porque había mucha efervescencia",
afirma.

Los libros y los ejemplares de la revista La rosa blindada se
distribuían en las librerías, pero también –y principalmente–
en los centros de estudiantes de la universidad y en los sindicatos.
Sin embargo, esta etapa de esplendor finalizaría con el golpe
de Juan Carlos Onganía en 1966.

A fines de los ’60 la editorial surge nuevamente. "En ese período
se politiza, y nos comienzan a tratar de foquistas", recuerda
Mangieri. En plena guerra de Vietnam siguen muy de cerca
la lucha de los vietnamitas, y publican a Vo Nguyen Giap, Ho
Chi Minh y también las obras completas de Mao Tse Tung. El
editor asegura que para ellos "también fue muy importante la
relación con los intelectuales cordobeses de Pasado y presente,
que introdujeron el pensamiento de Antonio Gramsci".

–¿Qué balance hace de esa época?

–La historia nos empujó, era la época del Mayo Francés, de la
revuelta del estudiantado alemán, de los nuevos movimientos
sociales. Cuando en nuestro país se produjo el golpe del ’76 se
acabó esa experiencia irrepetible, pero quedaron los libros, los
discos y las revistas, cuyos ejemplares son muy codiciados y se
convirtieron en objetos de culto.

En otra dirección. "Los editores en lugar de sangre tenemos
tinta en las venas, por lo tanto el libro es para mí como una
herramienta de trabajo", afirma Mangieri, quien sobre el regreso
de la democracia creó el sello editorial Libros de Tierra Firme
que edita principalmente libros de poesía y paulatinamente se
convertirá en un referente insoslayable para escritores y lectores.

Esta editorial tiene cerca de 500 libros publicados, "ahí salió
todo Gelman, Leónidas Lamborghini, Diana Bellesi, Juana Bignozi.
El núcleo está formado por un grupo de autores que comenzó a
ser conocido en los ’60 y ’70, pero también por otros más jóvenes
que en algunos casos publicaban su primer libro, como Fabián
Casas".

–¿Cómo ve el panorama editorial?

–Existe una cantidad importante de pequeñas editoriales y
también están las grandes empresas, como Planeta, Sudamericana.
En un principio nos ensañamos con ellas, pero fijate que Planeta,
por ejemplo, editó a Juan Gelman, a Paco Urondo, a Juan José
Saer, a Andrés Rivera. Sudamericana también está haciendo
títulos muy buenos. También me parece inevitable y muy
saludable la existencia de pequeñas editoriales, como Bajo la
luna, y otros emprendimientos que refrescan el ambiente y le dan dinamismo a la actividad poética con la edición de gente joven casi desconocida. Y además merece su apoyo un evento como el que
voy a asistir en Córdoba, ya que estimula la creación y la difusión
de la poesía y la literatura en general.


–¿Y a la poesía en qué estado la encuentra?

–Digo siempre que la poesía es el género literario de la resistencia,
pero no en los términos políticos de los ’60. Ahora resiste, aunque
pueda parecer una afirmación elitista, contra la mediocridad de la
vida cotidiana, contra la chatura, que se da no sólo acá sino también
en los países de Europa. Creo que la poesía está atravesando un
período de transición, y éstos se caracterizan por la hibridez.
Sabemos de dónde venimos pero no adónde vamos. Creo que
finalmente va a haber una especie de decantación, y una llegada
a los lectores. Es lo que sucedió con la generación del ’22, la de
Borges, Tuñón, Tiempo, después con la de Arlt, y, más
recientemente, con gran parte de los poetas de los ’60 que
comenté antes.


–¿Qué opinión tiene de la utilización de Internet
como medio de publicación?

–Me parece muy importante, porque hay poetas jóvenes que
directamente publican en Internet y a partir de ese medio se
agrupan, leen sus cosas. Es un fenómeno nuevo y de gran influencia
por la difusión masiva, pero no va a suplantar al libro. Me acuerdo
de que cuando apareció el cine, se decía que iba a acabar con
el teatro, cuando apareció la televisión de que terminaría
con el cine, y que ahora Internet terminará con el libro. Pero
en realidad nada acaba con nada.

–¿Qué consejo le daría a un joven editor?

–Que se cuide mucho de no convertirse en un empresario.













Y el siguiente escrito proviene del diario Página 12, de la edición del día de hoy. Escrito por Silvana Friera. Estas son las líneas periodísticas de homenaje a su vigorosa trayectoria y presencia en la literatura argentina.

A diferencia de la mayor parte de los mortales, José Luis Mangieri, que murió el sábado a los 83 años, parece haber vivido unas cuantas vidas en lugar de una sola. Quizá la única manera de empezar a digerir lentamente la idea de que ya no se lo verá, como buen pilgrim fathers del barrio de Floresta, caminando por la calle Mercedes, o pateando la avenida Corrientes con su galera-valija de donde sacaba siempre un librito, sea tratando de aprender a conjugar el pretérito imperfecto, ese tiempo verbal tan fúnebre. Era el Macho, para familiares y vecinos; era Cauli, apodo que le pusieron los jóvenes poetas que empezaron a publicar en los años ’90 –porque se parecía al jefe de la serie británica Los profesionales–; era la Bruja de la calle Corrientes. Era, también, ilustrísimo, el último apelativo que aceptó cuando el año pasado la Legislatura de la ciudad lo declaró Ciudadano Ilustre. Era un tipazo tan jovial y pasional, tan abierto a lo que pasaba a su alrededor, que pronto agrandó su familia. Además de sus hijos Martín y Andrea, sumó al poeta Fabián Casas como hijo adoptivo. Ricardo Piglia lo definió como “alguien capaz de organizar y de trabajar en la construcción de redes y circulaciones múltiples”; redes que él tejió pacientemente desde la creación de la editorial y revista La Rosa Blindada, y que continuó con Ediciones Caldén, Ediciones del 80 y Libros de Tierra Firme, las cuatro editoriales más prestigiosas de las muchas que inventó, con catálogos en los que se puede advertir la diversidad, coherencia y elección de títulos donde siempre convivieron autores nóveles y consagrados.


Mangieri nació el 14 de diciembre de 1924 en un conventillo de Parque Patricios, sobre la calle Salcedo. Su padre fue un obrero anarquista, milonguero y “muy mujeriego”, como el propio editor y poeta recordaba en sus memorias Es rigurosamente cierto (Libros del Rojas), título que remite a una frase que Mangieri solía repetir cuando reafirmaba algo demencial que estaba contando. “Toda la amplitud que tuve en mi vida política e intelectual se la debo al conventillo, donde conviví con una enorme cantidad de obreros y donde también estaba, por supuesto, la prostituta que se llamaba María y nos regalaba caramelos los domingos”, decía el poeta. Cuando en los años ’40 leyó El violín del diablo y Miércoles de ceniza, de Raúl González Tuñón, sintió por primera vez que la poesía “era la exaltación de la belleza a través de la palabra”. Tuñón le dio vuelta literalmente la cabeza y empezó a escribir poemas. Aunque inició la carrera de odontología en 1944 –obligado por su padre, que era amigo de un dentista anarquista que le había prometido que le dejaba el consultorio con la clientela–, duró apenas dos años. Como la vida familiar se puso espesa, sin llegar a una violencia extrema, cuando dejó odontología, Mangieri se fue a Bariloche, donde tenía unos primos pintores de brocha gorda. Trabajó como peón de pintura durante seis meses, y le compraba el pan a Priebke, el criminal nazi. Se quedó en esa ciudad patagónica cinco años por un “romance ideal” con una alemana de 38 años (él, entonces, tenía 21).

Después de su regreso de Bariloche, se afilió al Partido Comunista en 1953. En esa época, en que Mangieri reconocía que era “brutalmente gorila”, la opción por el PC no se explicaba solamente por su antiperonismo. Existían otras razones tanto o más poderosas como su interés por la cultura. El PC tenía varias editoriales importantes como Lautaro y Futuro, y manejaba todos los teatros independientes: Fray Mocho, La Máscara, Teatro Nuevo y Del Pueblo, entre otros. Trabajó hasta 1959 en el Instituto Argentino–Ruso, donde editó una revista, y hacia el comienzo de los años ’60 se repartía entre sus trabajos en Eudeba, en la compañía de seguros Franco-Argentina y como corrector y periodista en los diarios Crítica, Democracia y El Popular. Mangieri estuvo preso en cuatro ocasiones, la última durante el gobierno de José María Guido (1962-1963), y compartió la cárcel con Osvaldo Bayer y Juan Gelman. Cuando decidió convertirse en editor independiente en 1962, de la Eudeba de Boris Spivacow copió la idea de vender cuatro libros en un paquete, haciendo una preventa para financiarlos. La editorial se llamó Ediciones Horizonte, pero posteriormente adoptó el nombre de La Rosa Blindada, en homenaje al libro escrito por Tuñón sobre la insurrección de los mineros de Asturias. La revista, que también se llamó como el libro de Tuñón, apareció en octubre de 1964 y tuvo una tirada de 10 mil ejemplares hasta el cuarto número. Los uniformados de Onganía clausuraron La Rosa Blindada, que sacó su último número –el noveno– en septiembre de 1966. Además de Mangieri y Carlos Alberto Brocato en calidad de directores, el staff editorial incluía a Gelman, Roberto Cossa, Octavio Getino, Roberto Raschella y Javier Villafañe, entre otros.

El editor y poeta se alineó con China, y más tarde con Vietnam, cuando comenzó el enfrentamiento chino-soviético, mientras que el PC argentino seguía a rajatabla las directivas de Moscú. Mangieri publicó en Ediciones Horizontes los libros de Vo Nguyen Giap y comenzó a editar las obras completas de Mao. Desde la dirigencia del PC lo tildaron de “foquista” y “militarista”. La conducta contestaria de Mangieri derivó en su expulsión del partido. No fue el único: también expulsaron a Gelman, a Cossa, a Andrés Rivera y a Juan Carlos Portantiero, entre otros. “Para cuando salió el primer número de La Rosa Blindada, ya éramos desclasados –recordaba Mangieri–. Pero después de los primeros números, nos convertimos en parias totales.” Viajó a China en 1966, con Rivera, una experiencia que calificó de emocionante desde cualquier punto de vista. “A propósito de las fábricas, algo que nos impresionó mucho fue que cada obrero tenía su ropero, y en él, con su ropa, un fusil. Dicho de otro modo: la clase obrera estaba armada, algo impensable en la Argentina de Perón, porque, contrariando los deseos de Eva –que había querido armar a la clase obrera–, arrugó”, subrayaba el poeta y editor.

Caradura como era, Mangieri les pidió a los chinos –que le habían prometido pagarle una semana en París–, prolongar su estadía en Francia por un mes, donde conoció a François Maspero, un gran editor de izquierda. “Nosotros nos politizamos, siguiendo la realidad argentina, pero teniendo en cuenta la experiencia editorial de Maspero. En América latina pudimos hacer lo que hicimos en alguna medida porque los yanquis tenían las manos atadas con Vietnam: una vez que se desataron, se encargaron de nosotros. En los ’70, los libros de Giap se vendían en las estaciones de subte, en Tribunales, en Palermo. El librero Damián Carlos Hernández, al que siempre le llevaba las novedades, me dijo un día: ‘Con tal de que tenga el pie de La Rosa Blindada, traeme la edición completa’.” Mangieri era consciente de que formó a toda una generación de lectores con los libros de poesía, ensayo y teatro que editó en la década del ’60. “No fuimos grandes genios creadores, nos empujó la historia, interpretamos correctamente el momento que se vivía. La del ’60 fue una década de oro, lo mismo que la del ’22, con el grupo de Boedo y Florida, con Roberto Arlt, Borges, Elías Castelnuovo. Los grandes escritores que tenemos hoy vienen de esa década brillante que lamentablemente no se volvió a repetir.”

No fue un militante orgánico del Ejército Revolucionario del Pueblo, pero Mangieri siempre admitió que tuvo una estrecha relación con el ERP. Editó un par de libros, entre otros uno sobre el Quinto Congreso del ERP. “Ya sobre el golpe, andábamos dando vueltas con ese libro en unas bolsas llenas de maíz”, confesaba el editor. Pocos días después del golpe de 1976 leyó en un diario una frase de esas que ponen los pelos de punta. “Un general dijo: ‘Terminamos con la literatura subversiva, ahora tenemos que empezar con los que editaron estos libros’. Yo, lógicamente, me di por aludido”, admitía el editor y poeta. Su mujer y su hija se instalaron por un tiempo en Cipolletti, su hijo Martín en Bariloche y Mangieri optó por la casa de su tía Raquela, en Parque Patricios. “No me fui por varias razones, así como los que se fueron habrán tenido sus propias razones. Entre mis propias razones hay una que tiene un peso enorme: si yo, con algunos de los libros que publiqué, tuve que ver con que hubiese gente que se decidiera a tomar el camino de la lucha armada, ¿cómo me iba a ir? ¿Qué, acaso alguien se imagina que uno podría mandarse a mudar y después mandar saludos desde París? –razonaba Mangieri–. Creo que quedarme era mi responsabilidad política y que no habría tenido derecho de irme.”

Había que empezar de nuevo. Y Mangieri lo hizo, un año antes de que terminara la dictadura, cuando fundó su última editorial, Libros de Tierra Firme, donde publicó, entre otros, todos los libros de Gelman (que entonces no podía volver a la Argentina), a Joaquín Giannuzzi, Leónidas Lamborghini, Alberto Szpunberg, Daniel Freidemberg, Daniel Saimolovich, Juana Bignozzi, Diana Bellessi, Martín Prieto, Jorge Aulicino, Irene Gruss, Jorge Fondebrider, Daniel García Helder, Martín Gambarotta, Osvaldo Aguirre y Casas, entre tantos otros. Aunque en 1963 publicó su primer libro de poesía, 15 poemas y un títere, siempre siguió escribiendo poemas. “Si se te pudrió un versito, se te pudrió todo. Como género, la poesía exige del lector una entrega absoluta, por más que Oliverio Girondo escribió aquel famoso libro Veinte poemas para ser leídos en el tranvía. No se puede leer la poesía en el tranvía, no porque no haya tranvías sino porque la poesía te obliga a una entrega total.” Quizá por esa exigencia que se imponía como poeta demoró cuarenta y cinco años en publicar su último libro, el recientemente editado Poemas del amor y la guerra (Ediciones en Danza), que a pesar de su enfermedad, pudo llegar a ver. Publicó más de 800 títulos de poesía, narrativa, teatro y ensayo. Y es rigurosamente cierto que, como señala Casas, a fuerza de haber hecho bien su trabajo, éste “se volvió invisible”. En las últimas dos líneas de sus memorias, Mangieri anticipó lo que bien podría ser su epitafio. “Me gustaría que la gente dijera de mí: ‘Con pasión, hizo lo que pudo’. Sería un buen final.”

2 comentarios:

Blogger esteban gabriel ha dicho...

es cierto que tu fascinacion por ser "hablador" kienkitsairirira ha sido convocada por aquella siempre tuya de "escritor".
larga vida en los libros al poeta editor.
un abrazo
e.g.

6 de noviembre de 2008, 6:59  
Blogger pablo ha dicho...

Siento orgullo que me hayas escrito comentando lo de Mangieri, Esteban, porque una nostalgia grande me viene de las noches en tu casa de la calle Estados Unidos, cerca de San Felipe, hasta cuando la locura me atacaba y le decía a un viejo amigo de tu padre que no sabía nada de César Moro y mejor que cerrara el pico. Mal educado yo. Pero igual eran tan brillantes noches, y nadie acogía mal que me soltara a contar historias sino por el contrario, hasta conchudamente expresaba que no creía que en ese momento en Lima nadie la estuviera pasando mejor que nosotros. No sé qué significa "kienkitsairirira", pero doy por supuesto que es un término matsiguenka, y como Quillabamba no está lejos de aquí (a veces, parece que nada está lejos de aquí, de Cuzco)...en un rato de viaje ya estás con ese ensordecedor canto de grillos, y el soplar constante de la lluvia...como todo esto no está lejos averiguaré el significado del término.
Pensaba que nadie iba a tomar en cuenta en Perú hacia el fallecimiento del poeta editor, y muy querido, José Luis Mangieri, pero me equivocaba, porque mi poeta amigo Esteban Arias recogería el recuerdo con interés. Gracias, un abrazo.

6 de noviembre de 2008, 7:41  

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