miércoles, 1 de agosto de 2012

Ingleses

En las reseñas de "El amante de Lady Chatterley" de D.H.Lawrence suelen mencionar que la novela gira en torno a una relación adúltera. No observo en esa novela ninguna relación adúltera. También las mismas reseñas refieren la presencia de un guardabosques. Tampoco observo que haya precisamente un guardabosque, y en todo caso, si nos acercamos al ánimo de la novela podríamos decir que en ella hay una presencia, que es la de "el hombre". De otro lado, pienso que la crítica que hace la novela de la sociedad inglesa de la segunda y tercera década del siglo XX es tan convincente, que el deseo de vivir en ese período de la historia de Inglaterra se vuelve nulo para mi. Siento, junto a Lawrence, que fue una pesadilla vivir en esas décadas en Inglaterra, como tal vez lo sea en el presente vivir en París.

Hay un curioso y pequeño circuito de referencias inglesas que han sobrevenido últimamente, sin que eso quiera decir nada o llegue a decir nada. Es lo siguiente: D.H. Lawrence visita a Forster y Keynes y se queda asqueado. Lawrence escribe febrilmente a Bertrand Russell y luego se desengaña violentamente del tipo de pacifismo o de las motivaciones del pacifismo del filósofo inglés. Inmediatamente se me viene a la mente el libro de Taurus, de portada blanca-crema, que se encuentra en los estantes de la biblioteca de la calle Tullumayu, "La lógica del conocimiento", escrito por Bertrand Russell. Tiene la misma apariencia del libro de Taurus "La forma y lo inteligible" de Robert Klein, en que tengo que revisar los capítulos sobre Jakob Burckhardt para acompañar la maestría de Augusto, mi hermano.

Las cosas, obviamente, no terminan ahí en este pequeño circuito de referencias insignificante. Pues hace unos meses supe bien de las cartas de Wittgenstein a Bertrand Russell y de las locuras de Wittgenstein en los primeros tiempos que conoció a Russell y la extraña persecución a la que lo sometió. Y cuando pienso en eso pienso en las escenas de "Women in love" de Lawrence inspiradas en Russell, como consecuencia inmediata. La figura de Bertrand Russell aparece como bastante banal, banal dentro de su sofisticación, así que si es a este Russell al que persiguió Wittgenstein con obsesión incisiva, en cierto sentido, revisado desde la perspectiva de Lawrence, habría sido una especie de obsesión sobre una persona muy pulcra, pero cuya vehemencia como obsesión no tiene asidero sino en la mente del propio Wittgenstein, ya que el filósofo inglés no tenía noción ni podía tenerla de la profundidad de las obsesiones humanas en el sentido o en la forma como Wittgenstein podía experimentarlas. Sin embargo, por lo expresado en las biografías de Wittgenstein, posteriormente la obsesión se invirtió, y fue Russell el obsesionado, pero pienso que las razones de uno fueron tan distintas a las del otro, como es distinta la Tierra de Marte o de Venus. Respecto a todo esto habrá gente que sabrá expresarlo con más propiedad, si tiene algún sentido aclararlo, pero yo de momento, no puedo ir más allá de estas confusas palabras. Luego, no puedo dejar de pensar en la fotografía de Wittgenstein que aparece al inicio de la novela "Austerlitz", de W.G.Sebald, cuando habla de la fija mirada, atormentada, vinculada a la apostura y al aire de Austerlitz, en la estación de tren de una ciudad europea. Dicho sea de paso, le he escrito a Emilio para que lea "Austerlitz" de Sebald, por los párrafos dedicados en esta novela al Palacio de Justicia de Bruselas, recordando que en el invierno de Lima, cerca del paradero de la Universidad Católica, él me habló de los planos del Palacio de Justicia de Lima, inspirados en el Palacio de Justicia de Bruselas.

Como digo, todo esto es un carrusel de referencias que no tienen la más mínima importancia, que sólo revelan la maquinaria de mi mente, sus engranajes, y que son tan sólo eso, engranajes. Unas tuercas con grasa.

2 comentarios:

Blogger modesto ha dicho...

Me alegro de tu vuelta al blog, cuya lectura tanto estimo.
Modesto

6 de agosto de 2012, 4:02  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Es cierto, estoy volviendo. En esta máquina no puedo entrar a editar el texto, porque caminando por las calles de Cusco se me ocurrieron ciertas cosas que me importaban y que tenía que añadir entre el primer y segundo párrafo de este texto. Pero tendré que llegar a casa pues sólo desde casa puedo ingresar y editar las entradas. Gracias por esta recepción, Modesto. La verdad es que sí parece que lo que viniera una nueva racha de escritos de mi parte, mi enfermedad de la lectura ha recrudecido tanto estos meses!!! Voy a comentar este comentario como Anónimo, pero soy yo, Pablo, el que siempre escribe aquí.

6 de agosto de 2012, 9:31  

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