domingo, 6 de marzo de 2011

Samuel Beckett y James Joyce

La actitud de Joyce hacia el lenguaje era otro de los puntos en los que diferían. Finnegans Wake procedÍa de un deseo que Joyce había manifestado mucho antes y que abogaba por un idioma que rebasaba las fronteras nacionales, un idioma en el que desembocaran todos los idiomas conocidos. El discurso políglota de Finnegans Wake fue cuando menos un ejemplo representativo de dicho idioma. Beckett no podía celebrar el verbo en tales términos. Puesto que la literatura no era para él, como sí lo era para Joyce y Stephen Dedalus, la afirmación incesante del espíritu humano, también había de devaluar el lenguaje. En Beckett, el objetivo del lenguaje no consiste en automultiplicarse. La boca se abre porque tiene que abrirse, se adelanta a los acontecimientos y se cierra. "Las palabras", dijo a Lawrence Harvey, "son una forma de complacencia". Comulgaba más con la versión que da Bloom de la vejez, "un coño seco y gris" -Beckett está de acuerdo en particular con la primera palabra-, en el episodio de Calipso del Ulises, con la "muerte vermiforme" del episodio de Hades y con la versión joyceana de la crueldad del inconsciente en el episodio de Circe. Muy del gusto de Beckett era la escena de la muerte de Anna Livia Plurabelle, que se siente "triste y vieja" mientras fluye inexorablemente y desemboca en el mar salado.

(Tomado del ensayo "Samuel Beckett: Nadie de la Nada", de Richard Ellman en el libro "Cuatro Dublineses", p.171)

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