Una crónica sencilla y estúpida
En Lima, por las mañanas viene el aguante a tus amigos destruidos que están negros y coqueados de los días anteriores, poner el hombro para levantarlos mientras la radio te mece con sus voces matutinas, las noticias de principio del día. Y una blancura indefinida está en el cielo y una manguera negra y pródiga va regando el parque que está junto a la panadería. Un parque amplio, todo repleto de charcos de agua y lodo a esta hora de la mañana.
Ayer lo mismo, fui a ver una película de Bela Tarr a la de Lima, y no llegué a tiempo porque no sabía que la Javier Prado era tan jodida a esa hora entre 6 y 7 de la noche. El omnibus (la 39) no avanzaba, sencillamente. No he visto una sola película de Bela Tarr, pero me trae el recuerdo del café de Avenue Trudaine, en la esquina del departamento de la rue Dunkerque, cuando Eric me iba contando la película de Bela Tarr que está filmada toda en steady-cam (como el Arca Rusa de Sokurov),en blanco y negro, y trata de un bar en donde hay un montón de borrachos y ancianos tomando junto a una gran ballena que ocupa gran parte del bar, porque como es un pueblo de pescadores, no supieron bien qué hacer con una ballena varada y la llevaron al único bar que era el lugar donde siempre la pasaban bien.
A la actualidad, me parece, me estoy convirtiendo en enemigo del presente. El presente aparece apabullantemente cotidiano y ayer por ejemplo, decidí irme a tomar unas chelas solo a un sitio por la Universitaria. Me viene por recordar el café de Avenue Trudaine pero también el bosque de La Brenne, cuando fui actor de una película francesa sólo porque a Eric se le ocurrió. Un bosque lleno de robles rojizos al caer la tarde, con garzas que volaban sobre los lagos que los monjes medievales habían tenido a bien crear para su disfrute en una naturaleza feraz...Salir a la madrugada a las calles vacías del pueblo de Leblanc. Las pistas mojadas, el semáforo en rojo.
Ayer lo mismo, fui a ver una película de Bela Tarr a la de Lima, y no llegué a tiempo porque no sabía que la Javier Prado era tan jodida a esa hora entre 6 y 7 de la noche. El omnibus (la 39) no avanzaba, sencillamente. No he visto una sola película de Bela Tarr, pero me trae el recuerdo del café de Avenue Trudaine, en la esquina del departamento de la rue Dunkerque, cuando Eric me iba contando la película de Bela Tarr que está filmada toda en steady-cam (como el Arca Rusa de Sokurov),en blanco y negro, y trata de un bar en donde hay un montón de borrachos y ancianos tomando junto a una gran ballena que ocupa gran parte del bar, porque como es un pueblo de pescadores, no supieron bien qué hacer con una ballena varada y la llevaron al único bar que era el lugar donde siempre la pasaban bien.
A la actualidad, me parece, me estoy convirtiendo en enemigo del presente. El presente aparece apabullantemente cotidiano y ayer por ejemplo, decidí irme a tomar unas chelas solo a un sitio por la Universitaria. Me viene por recordar el café de Avenue Trudaine pero también el bosque de La Brenne, cuando fui actor de una película francesa sólo porque a Eric se le ocurrió. Un bosque lleno de robles rojizos al caer la tarde, con garzas que volaban sobre los lagos que los monjes medievales habían tenido a bien crear para su disfrute en una naturaleza feraz...Salir a la madrugada a las calles vacías del pueblo de Leblanc. Las pistas mojadas, el semáforo en rojo.
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