miércoles, 17 de diciembre de 2008

Misantropía y placer

Como ya lo dije con anterioridad, en la actualidad sufro de un empacho de experiencia. Seguramente, el entorno personal se ha vuelto más complicado y entreverado, pero da lo mismo, porque igual estoy sin capacidad de asimilación. Tanto da que ocurra una cosa como otra. Exteriormente, los menos avisados pueden pensar que se trata de algún tipo de nihilismo, pero nada tiene que ver con eso, simplemente es, como digo, que cuando se tiene un empacho de experiencia las que vienen a continuación ya no se pueden procesar. Reconozco que puede ser una óptica acomodada a las condiciones actuales para evitar afrontar ciertas cosas, pero me viene una sensación clara de no-preparación para situaciones que cambian permanentemente en lo más íntimo de la experiencia. Así, que muy consciente de eso, cuando planteo un cuestionamiento de los demás, por muy antipático y brutal que me muestre frente a las convicciones, conductas de los otros, suelo aclarar que en realidad la cosa no tiene gravitación ni importancia porque me parece que es así, porque simplemente todos los cuestionamientos que hago a los demás son actos reflejos, "razonamientos reflejos", habida cuenta que no terminan haciendo ninguna cifra clara en mi pensamiento.

Es cierto que hay cosas que me fastidian más y más instintivamente, y eso a veces es lo que me mantiene vigente, actuante, ciertas cosas que me fastidian más y frente a las que no puedo frenar. Pero la tendencia predominante siempre es la de la misantropía y el distanciamiento, porque hay algo que sí se afirma claramente en la soledad.

Ahora bien, puede que esté equivocado, y que realmente sea nihilista a un punto del que no soy consciente. Pero me parece que no, que efectivamente los individuos tienen un tope para absorber la experiencia, para elaborar juicios y pensamientos, y que llegado un momento, no elaboran nada, y sus conductas se vuelven simplemente reactivas, una gran mescolanza de pensamientos y actos que afluyen en vastas y desordenadas direcciones.

Una de las cosas que me ha tocado experimentar en los últimos tiempos es la fabulosa proliferación normativa que tenemos los adultos frente a los niños. Eso me ha sorprendido, como si los adultos no supiéramos hacer otra cosa frente a los niños que hacerlos pertenecer al mundo de la convivencia social. Si tienen que hacer tal y tal cosa, y el modo cómo deben hacerlo. Ahora me toca cuidar a Waldir este par de meses que es la temporada de lluvias, y me pone contento eso, seguramente seré otro "proliferador de normas y reglas frente a los niños" con él. También cuidaré a la Lola, la perra dingo australiana que hay en casa, que es una belleza, y quizás desde Lassie no había un perro tan inteligente. Esto de la proliferación de normas frente a los niños me ha sorprendido bastante. Por el lado de darles iniciativa y tenerlos claramente despiertos en las cosas cotidianas es un asunto, que me parece, va muy bien. Es como tener permanentemente vivos los estímulos, las respuestas, o qué sé yo. Por mi parte me gusta estar con ellos, y más aún si el mundo adulto me resulta bastante incomprensible y lo rechazo en gran medida, porque además de toparme mucho con esa relación algo taxativa con los niños, también en los últimos tiempos me he topado con tantos diálogos que parecen albergar un objetivo, todos en una gran estampida de fines personales, vicios, un correlato por el cual la gente enmascara su yo y luego lo muestra medidamente, y siempre parecen tener un norte, algo que están buscando que se definiría bien por la palabra "interés". Todo eso me deja alelado y sin respuesta, evidentemente me cansa que todos sean tan dinámicos en la búsqueda de la satisfacción propia o de sus objetivos. Me da la impresión que yo no funciono así, es decir, seguramente que también funciono así, pero me parece que voy en otro aparte, me gustan las conversaciones gratuitas, que me provocan un placer en el que discurre lo que pensamos y sentimos desinteresadamente. Es cierto, tengo que hacer cosas para comer, y últimamente estoy perdiendo la capacidad de hacer cosas para comer, y seguramente eso revela un gran egoísmo. Me es muy difícil pensarlo, y me quedo callado cuando me dan palo por ese lado. Y en los ratos más placenteros casi todo tiene que ser exactamente gratuito e inmediato para que esté plenamente inmerso en el momento, y también carezco de objetivos, carezco completamente de objetivos y no quiero tenerlos. Cuando hay un algo humanitario en las intenciones de las personas, me choca que mencionen la palabra "proyecto".

Y, sin embargo, creo que sin saber o tener ninguna orientación, yo pienso que mi vida futura va a estar muy bien. No me convencen ni el principio de utilidad de los actos, ni digo que mi forma gratuita (que se centra más en la conversación que en los actos) sea la adecuada.

De otro lado, N. piensa que de cualquier modo, voy a encontrar una persona apropiada para mi. Y la verdad es que yo no dudo que sí. Podría no ocurrir, pero me parecería del todo normal que sí (y no es sobradera ni menos sobrestimación), porque la verdad es que internamente, tengo una desaprensión total, y a menudo soy del todo generoso sin siquiera pensarlo. Y sin saber porqué, también. Y en momentos estoy con todos los sentidos puestos en lo que sucede, y me parece que sin complicarse demasiado buscando leyes naturales de atracción, esa persona puede aparecer tranquilamente. Claro que ella piensa en sus características físicas además de cualquier tipo de cualidad moral o de pensamiento, o de actitud (me parece que también centra mucho su percepción en la actitud), y más bien es divertido y entretenido pensar en sus características físicas, pero lo que pasa a un nivel real es que yo no tengo ninguna tensión por ese motivo, si se trata de una mujer (que me parece que es así), a mi no me preocupa lo más mínimo que esa persona no aparezca, es más, es un absoluto lujo pasar la temporada de lluvias en Cuzco con Waldir y la Lola, y me basta con eso. Con eso y los libros y las películas, que son mi particular forma misantrópica del placer.

Y por lo demás, respecto a la que ahora es mi familia, y las personas que están cerca, eventualmente siento todas las evocaciones inefables posibles, es decir, no sólo lo que es difìcil de exponer, sino también aquello que no es necesario decir. Y en ese espectro de vivencia, se hace totalmente fútil e irrelevante cualquier nueva presencia.

3 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Hasta da envidia, Pablito, tu modo introspectivo de vivir. Pasala bien con tus amigos y peliculas. Ya subiste al cerro "Viva el Peru"?
Salud!

18 de diciembre de 2008, 0:30  
Blogger pablo ha dicho...

No sé si da envidia, creo que no, para la persona que actualmente me importa más se trata de un texto frío, gélido, para "quedar bien", y dadas las condiciones de estos días, acepto del todo estas precisiones. Propiamente, estos últimos textos son más testimoniales, escritos en un momento de relativa tensión, y al final sólo son una fotografía instántanea y no van más allá de ese rol. Ha acabado una etapa, escribí muchas historias en esta página virtual, y todo el disfrute que me dio escribir esas historias ya pasó.

18 de diciembre de 2008, 12:09  
Blogger No Fiona ha dicho...

Hola Pablo,
siento lo mismo, mucha empatia con tu texto. No tengo objetivos y cuando me preguntan si tengo un deseo o que quiero y adonde quiero llegar me quedo muda, no me siento sin rumbo solo que estoy contenta como estoy y eso no quiere decir que no quiero más o mejor solo que no tiene ser definido sino aceptaod lo que viene, bienvenido, disfrutado, saboreado y al final regalado si quieres.

28 de diciembre de 2008, 17:52  

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