domingo, 29 de marzo de 2009

Calling occupants of interplanetary craft

No son días estos en que las cosas me sean fáciles. Sin embargo, soy consciente que para las personas estoicas, aquello que a mi me cuesta, ellos lo absuelven como si nada, que estos problemas que a mi me absorben pueda que ni tengan sustancia para ellos. Pero no conozco tantas de estas personas, conozco muy pocas en realidad. Sólo los grandes pero grandes desafíos los ponen verdaderamente presentes en la justa. No disponiendo de muchos recursos para sobrellevar los días con demasiado contento, ni siendo una de las estrellas estoicas de la fuerza interior, haré una llamada a uno de los ocupantes de una nave interplanetaria.

Señales de llamada a Nave Orión-7:
Eras muy chiquita cuando ocurrió lo de tu papá. Es algo que no ha podido sino rebasarte en el momento. Nada parecido me ha ocurrido en la infancia, una vez un auto atropelló a mi hermano Aldo (mi hermano con el que andaba de arriba para abajo), lo hizo volar media cuadra por la Avenida Petit Thouars, y mientras volaba se me hizo tal vacío violento en el estómago, y angustia, e impotencia, y no lo podía creer, me debatía y rebanaba los sesos de incredulidad y angustia porque era mi hermanito, mi hermanito querido, corrí asustado a contárselo a mi mamá, y después seguí con la sensación de alarma e inseguridad, todos los objetos y las personas me parecían indiferentes a la gravedad de lo que ocurría, corría por las calles de San Isidro para llamar a mis papás, llegué a la casa, subí al tercer piso donde quedaba el departamento, siempre recuerdo el macetero que había en el primer piso, rojo, y ese día lo veía incrédulo, rojo, después vi el cemento en un pasadizo que daba a pequeñìsimos obeliscos (estos daban a la calle Tacna, en el Agrupamiento), me senté y dirigí la vista a la puerta de emergencia del hospital de la FAP. El accidente de mi hermano no fue grave, su maletín, colocado sobre su cadera y parte de la espalda, lo había salvado, y en la cadera le había quedado un coágulo de sangre. Traté de pensar en ti a partir de eso, de esa experiencia con mi hermano, el espacio interior que tuvo que formarse luego de lo que pasó con tu papá, unos pensamientos van sobre otros, otros van sobre otros sin que encuentres algo como una respuesta, sólo preguntas y grandes dudas acerca del sentido de todo, e imposible comentar mucho con los demás una cosa así, y luego la incertidumbre, y el rechazo que se le puede llegar a tener a la incertidumbre cuando se la siente a plenitud. Y también la sorpresa, una sorpresa que lo llena todo de vacío. Respecto a que no recuerdes casi nada o nada de esa época, creo que tienes que verlo como una forma de respuesta, de economía de la mente. Puede ser que estés bloqueándolo todo y después de todo, puede que recordar las cosas no sea algo muy sano en realidad, hay quienes piensan que recordar necesariamente tiene que aliviar y yo lo dudo, en cambio. Recordar podría generar desequilibrios posteriores o recién lo que sucedió entonces los esté generando ahora (todo es tan hipotético en el mundo de las cosas subjetivas que aparecen de pronto en nuestro interior sin señal previa), pero tengo la impresión que también el olvido puede generar que te encuentres ahora más libre, y que una vez tapiado cualquier acceso a ese pasado, puedas volverte a las cosas con más entrega, y te encuentres más contenta, más entregada al presente. También pienso que la inercia que tengo y que siempre te menciono es producto de un bloqueo, pero lo que pasa es que sí lo concibo como una limitación. Pero en tu caso puede que no, ¿o es que recordar siempre nos hace más felices?, que más bien sea un "bloqueo bueno", sólo tú puedes conocer tu ritmo, lo que priorizas internamente, y lo que separas y pones a distancia, ya sé que esos recuerdos se han ido y han dejado paso sólo a un vago recuerdo de las sensaciones que tuviste ya posteriormente, se han ido sin que hubiera una intención de que se fueran, el verdadero hecho se fue y quedaron las sensaciones de los dos o tres años posteriores al hecho mismo, y esas sensaciones sólo son un espejo brumoso, el espejo brumoso todavía de las verdaderas sensaciones que sí fueron el reflejo mismo de lo que pasó. Pero hasta aquí es que puedo decir algo, especulaciones, especulaciones que tal vez no tengan el menor sentido, pero que no sé porqué extraña razón, todos necesitamos escuchar de otros para buscar tener claridad en nosotros mismos.


Todo esto lo he ido pensando en uno de mis insomnios (que son minúsculos frente a los insomnios "tipo Cioran", que duraban meses enteros según él cuenta), y también, conversando de este tipo de cosas que se remontan a la infancia, he ido pensando en lo importante y desconocido para mi que fue la separación de nuestra familia de Justina, una empleada que tuvimos en Piura y Cajamarca. No sé cómo nunca había reparado en el asunto, porque quizás muchos de mis procesos anímicos de la infancia están ligados a ese momento, al momento que tuvo que dejarnos cuando nos vinimos a Lima. Fue un momento desgarrador y Justina lloraba desamparadamente. Era como otra madre nuestra y nosotros estábamos chiquititos. Lo que me ha contado ahora mi mamá es que Justina era de Santo Domingo, un caserío de la sierra de Piura, y allá tenía a su papá, que era sastre. Que de lo que mi mamá le iba pagando como empleada ella lo iba juntando, para comprarle una máquina de coser a su papá, y cuando la compró la tenía en nuestra casa de Piura, cerca de Castilla. Era una máquina de coser linda, suavecita, tenía hasta elegancia -dice mi mami. Era Singer, una máquina de coser Singer, y cuando fue de vacaciones a Santo Domingo se la llevó a su papá. Después me estuvo contando que una época vivimos en un pueblo de Piura, se llamaba Palambla, creo. Y ahí había un huachimán (mi papá era el Jefe de Caminos de la Departamental), y el huachimán siempre le traía manos y manos de plátanos a mi mamá, y le dejaba otros para Justina, porque parece que el huachimán estaba interesado en ella. Pero ella ni bola, nada que ver. Bueno, te extraño, ya sabes.

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