En el mundo de las actrices
"Para Piotr Eva era, ante todo, un modo de renovar su contacto con el teatro. La atmósfera de irrealidad y de magia, el olor a maquillaje, los vestuarios, detrás de cuyas puertas se veían, a la cruda luz eléctrica, unas espaldas desnudas o unas piernas. Chismes, rivalidades, todo aquello adquiría para él un valor excepcional quizás por ser un mundo aparte en el que podía refugiarse. Gracias al teatro volvía a encontrar una cierta permanencia, una ligazón con el pasado. A pesar de sus deseos de abolir una gran parte de ese pasado, admitía su época teatral como una época aceptable. Sin embargo, esta continuidad la turbaba alguien cuya presencia era para Piotr un recordatorio vivo de la fuga de los años. Teresa se había casado y tenía un hijo. Cuando volvieron a verse se examinaron con detenimiento. A ella no le había cambiado el tipo: sus piernas largas seguían bien torneadas, pero los senos -que siempre los había tenido proporcionados- eran ahora demasiado grandes. Tenía arrugas alrededor de los ojos y unos mechones blancos.
Cuando Piotr estaba sentada en casa de Teresa, y ella buena ama de casa y siempre maternal le servía la sopa, Piotr sentía con intensidad lo extraño de la existencia. El era el mismo y, sin embargo, distinto, y Teresa seguía siendo la misma, aunque era también diferente. Antes de la guerra, cuando Piotr iba al teatro a verla, actuar, sus emociones artísticas se mezclaban con un orgullo un poco absurdo de macho. Desde la oscuridad de la sala seguía el paso enérgico de Teresa bajo el disfraz de reina shakespereana o en un atavío de la época romántica, aquellos de la cintura tan alta. El verdadero misterio del teatro era para él la fusión de lo hierático con lo indecente, fusión en la que veía también el secreto de los seres humanos capaces de crear poemas y filosofías en medio de excrementos y menstruaciones. Nunca había sentido con tanta fuerza como una noche -a primera hora-, en que, a causa de una mudanza, no tenían donde pasar un rato antes de ir ella al teatro. Estaban en los bulevares, a la orilla del río, y, movidos por u súbito deseo, se habían amado contra la baranda de hierro. Una hora más tarde, le llegaban a Piotr el ritmo noble de los versos declamados por su amiga y sus movimientos majestuosos de heroína trágica; lo cual le parecía el contraste supremo, un desafío a lo biológico y un triunfo del artificio puro propio del arte. La amistad de Teresa le era valiosísima al cabo de estos años: fraternal, sin estar exenta del todo de los recuerdos eróticos que surgían en ciertos matices de la voz, en un pliegue de los labios y otros movimientos casi imperceptibles. Piotr podía hablarle de todo, mientras que Eva tenía que conformarse con un silencio indulgente o abstraído".
De "El Poder Cambia de Manos", escrito por Czeslaw Milosz
Cuando Piotr estaba sentada en casa de Teresa, y ella buena ama de casa y siempre maternal le servía la sopa, Piotr sentía con intensidad lo extraño de la existencia. El era el mismo y, sin embargo, distinto, y Teresa seguía siendo la misma, aunque era también diferente. Antes de la guerra, cuando Piotr iba al teatro a verla, actuar, sus emociones artísticas se mezclaban con un orgullo un poco absurdo de macho. Desde la oscuridad de la sala seguía el paso enérgico de Teresa bajo el disfraz de reina shakespereana o en un atavío de la época romántica, aquellos de la cintura tan alta. El verdadero misterio del teatro era para él la fusión de lo hierático con lo indecente, fusión en la que veía también el secreto de los seres humanos capaces de crear poemas y filosofías en medio de excrementos y menstruaciones. Nunca había sentido con tanta fuerza como una noche -a primera hora-, en que, a causa de una mudanza, no tenían donde pasar un rato antes de ir ella al teatro. Estaban en los bulevares, a la orilla del río, y, movidos por u súbito deseo, se habían amado contra la baranda de hierro. Una hora más tarde, le llegaban a Piotr el ritmo noble de los versos declamados por su amiga y sus movimientos majestuosos de heroína trágica; lo cual le parecía el contraste supremo, un desafío a lo biológico y un triunfo del artificio puro propio del arte. La amistad de Teresa le era valiosísima al cabo de estos años: fraternal, sin estar exenta del todo de los recuerdos eróticos que surgían en ciertos matices de la voz, en un pliegue de los labios y otros movimientos casi imperceptibles. Piotr podía hablarle de todo, mientras que Eva tenía que conformarse con un silencio indulgente o abstraído".
De "El Poder Cambia de Manos", escrito por Czeslaw Milosz
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