miércoles, 1 de abril de 2009

Caderas estrechas y pechos atlánticos

Cuando tenía 17 años comencé una amistad con dos amigas. Una de ellas estudiaba derecho conmigo, era un bombazo de caderas estrechas, pechos atlánticos y cabello largo, rubio y rizado. Sus ojos eran chispitas verdes, su piel color trigo, pecosa y de rasgos menudos. Su amiga era andaluza, morena, recortada y con una gracia inigualable en el hablar. Se operó de las orejas para que no la hiciesen girar cuando el viento soplaba, según decía ella. Se llamaba Soledad, y hoy me enteré que ha muerto de cáncer. Hacía mucho que no nos veíamos. Sería cuando tenía yo 25, en pleno proceso de separación de alguien que no contento con destrozar mi vida, comenzó a atormentar a los seres a los que yo amaba. Como gotas de agua mis amigas se evaporaron en un puro arrebato de supervivencia que no pude entender sino con el paso de los años. Y claro, ahora es demasiado tarde para hablarlo con ella.

Y continuaremos creyendo que el tiempo juega a nuestro lado...como hoy, que en menos de una hora tengo que estar en la estación de autobuses para recoger a mi tío Antonio. El estaba casado con Angeles Amor. Mi tía Angeles, a la que adoraba y la única que me entregó una cartita el ´día de mi boda pidiéndome que continuase con mi vida, que no me dejase convertir en una mujer casada. Ella murió este enero, también de cáncer, y estando juntas en Madrid en octubre la convencí para que fuesemos a urgencias, pues había llegado de Patagonia y le dolía levemente el hombro derecho. Tras 15 días nos contaron que estaba roída por la enfermedad y que no había ninguna posibilidad y que ni se imaginase más de dos meses de vida. ¿Y sabes cómo reaccionó? Nos fuimos a comer al mejor restaurant de Madrid, a celebrar la vida tan intensa que había podido vivir. Los médicos no se dejaban de sorprender del hecho de que no hubiese sentido molestia alguna. Al fallecer mi tío envió tarjetas con una acuarela de mi tía asomada a la ventana en la que nos manifestaba su profundo amor, eterno...

Así que Pablo no nos queda otra que vivir, decidir, dejarnos llevar, empapar y preñar por esta vida. Más besos a Ada y a la familia...No sé cómo celebrarás hoy la noche, pero aquí la familia impone sus normas...me largo a zambullirme en la vorágine de coches cargados de patas recreándose en las compras de última hora, porque como todos los años es Navidad. Cuídate y besos. (24 de diciembre, 2002)

1 comentarios:

Anonymous elm ha dicho...

"no nos queda otra que vivir". yo no añadiría, ni me sentiría a gusto haciéndolo, nada más. no nos queda otra, no... un abrazo pata!

5 de abril de 2009, 9:43  

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