martes, 27 de noviembre de 2007

Legs show

Acabo de ver LA MUJER DEL PUERTO, de Arturo Ripstein. Segunda película de burdeles en menos de un par de días (la otra fue NIÑA BONITA, con Brooke Shields púber). Ambas sumamente buenas. Diría que Ripstein llega a ser delicadamente descarnado, y a un tiempo, violentamente descarnado; todo esto bajo dosis parciales. Sin embargo, estas apreciaciones son simplemente descriptivas.

Hay algo que está debajo de todo y que, claro, hace que sienta la película de Ripstein más desarmante, certera y veraz. Pero dudo. Me pregunto si la sensación de violencia y pobreza es la que, finalmente, despierta a su vez, esa sensación de veracidad. Frustración, expectativas simples.

Estoy, por estos días, atrapado en una grafomanía muy parecida a la del hermano de Robert Crumb, pero en un estado incipiente, al menos eso creo. Robert Crumb, el historietista newyorkino, casado con una mujer que llevaba una cadena de revistas pornográficas y dirigía esa revista para fetichistas, "Legs show". Publicación elaborada para aquellos que encuentran en las piernas de las mujeres una delicia inefable, al punto de estar todo el tiempo en ello. Ella decía, en el documental: "Quizás hay hombres variados y de diversos tipos, pero yo sostengo que al menos hay dos tipos bastante claros: los hombres que tienen fijación por las tetas de las mujeres y sus pezones, que suelen ser agresivos, y de otro lado, los que más bien piensan en su vientre, en su coño, y tienen todo su pensamiento en penetrar por ahí de una buena vez y ásperamente, que más bien suelen ser tímidos y retraídos". Robert Crumb miraba afablemente y, refiriéndose al camarógrafo, le decía a su mujer suavemente: "¿No crees que lo estás apabullando?". Y reía con el rostro irónico y enfermo.

Gracias a esta grafomanía boto muchos papeles todos los días al tacho. Escribo asociaciones de ideas, todo muy tonto. Y voy a las mesitas Cafetal de la Católica. Qué mujeres.

2 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Que me perdone la señora Crumb, pero ¿dónde quedamos los obsesionados con una poderosa nalgamenta? ¿Te acuerdas, Pablo, en ese mismo documental, del momento en que la mamá se pone a rezongar porque vienen a su casa esos tipos a joder con sus cámaras? Pobre la vieja, si el hijo andaba pepeado todo el tiempo y marcando rayas en un cuaderno, encerrado en su cuarto y, eventualmente, babeando. Puta, el tío estaba haciendo historia y la vieja sólo quería protegerlo. ¿Nos suena familiar eso, Pablo? A nosotros que nos revisen, carajo.

30 de noviembre de 2007, 23:14  
Blogger fredycha ha dicho...

Muy buena Pablo excelente descripción de las imágenes y texturas cinematográficas . Me motivaste para ver a Arturo Ripstein Saludos cordiales Fredy Romero.

14 de abril de 2015, 23:02  

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