Más cerca
Debo confesar que hace mucho, mucho tiempo que estoy más cerca de los libros que de las personas (y es por esto que escribía poco o nada en estas páginas). Lejos de las personas, excepto de mi familia, claro está. No estaba dentro de mis planes ver a mi madre anciana, pero es así y ahora forma parte de lo cotidiano. Y el acontecimiento del día puede llegar a ser el hecho de por fin retirar una alfombra de la sala de casa y ponerla desplazada sobre un Volkswagen en el garaje. Todo un evento. Y el resto es pasar horas y horas abstraído leyendo. De los libros y ensayos sobre Kafka, por ejemplo, se me ocurre que estaría bien saber de la influencia de Soren Kierkegaard sobre su relato El Castillo, porque Kafka leyó ya sobre el último período de su vida a Kierkegaard (contrariando lo que varios ensayistas presumieron, que gran parte de su obra tuvo esa influencia), y quienes sugieren que El Castillo es una parodia de Temor y Temblor. En todo caso, en Dinamarca ya habrá un ensayo al respecto y entre los gringos, que son tan dados a hacer trabajos de universidad de cada cosa de lo que es posible escribir algo.
Otra cosa es que de vez en cuando veo una película. Solo, en mi cuarto. Hoy día vi "Faces", de Cassavettes. Pero no voy a comentar nada. Eso de comentar las cosas a menudo es como matarlas.
En las temporadas solitarias y más ligadas a los libros como ésta, que no son otra cosa que un gran placer (un gran placer vivir así), hay días también que no tiene porqué ser una película, como ayer, sino varias películas las que veo al hilo. Se produce un efecto muy particular. Como la visión y el placer están unidos casi directamente, sin una remota y puta palabra de comentario, el tiempo y la imagen se unen en profundidad, y se despliega algo como "una atemporalidad", una seriedad interna de la mirada si se trata de un drama. Un tiempo concentrado, absolutamente imaginario, pero felizmente imaginario, del todo en blanco y negro algunas veces. Lo inquietante se vuelve muy inquietante en la pantalla, y por ejemplo, hay planos en "El silencio" de Bergman, que dan desasosiego, angustia. Hay mujeres, actrices, a las cuales la sensualidad les sale por todos los poros, y la pobre cámara no puede sino registrar eso, para fortuna nuestra, como por ejemplo el rato que los trovadores están despertando en "Séptimo Sello". Pero pienso que mencionar a Bibi Anderson sin mencionar a Harriet Anderson no está bien, por algo Truffaut puso esa foto de Harriet Anderson en un poster detrás de los niños de 400 golpes. También he gozado viendo películas comentando idioteces a discreción, claro, y cagándome de risa, un estropicio callejero, pero ahora trato la "forma solitaria de ver muchas películas". Hay algo de atemporalidad o de reformulación de la temporalidad subjetiva que se acentúa en esta visión solitaria, lo sentí también en Cuzco, que podía pasar buena parte de la mañana y la tarde viendo películas de Rohmer encerrado en el depa y apenas salía una vez u otra a la bodega a comprarme un tarro de leche, una jamonada, y andar transportado en otros mundos. Luego, cruzando rápido la carretera que va a Sacsayhuamán, que es donde queda el depa, y en la bodega, había algo más bien irreal en que la gente se comportara a un ritmo cotidiano cuasi impersonal, y se hubiera alejado de la abundancia de emociones, sucesos y puntos de vista que entraña una película. La realidad aparecía a veces, parcial o totalmente desangelada, prosaica, plana.
Otra cosa es que de vez en cuando veo una película. Solo, en mi cuarto. Hoy día vi "Faces", de Cassavettes. Pero no voy a comentar nada. Eso de comentar las cosas a menudo es como matarlas.
En las temporadas solitarias y más ligadas a los libros como ésta, que no son otra cosa que un gran placer (un gran placer vivir así), hay días también que no tiene porqué ser una película, como ayer, sino varias películas las que veo al hilo. Se produce un efecto muy particular. Como la visión y el placer están unidos casi directamente, sin una remota y puta palabra de comentario, el tiempo y la imagen se unen en profundidad, y se despliega algo como "una atemporalidad", una seriedad interna de la mirada si se trata de un drama. Un tiempo concentrado, absolutamente imaginario, pero felizmente imaginario, del todo en blanco y negro algunas veces. Lo inquietante se vuelve muy inquietante en la pantalla, y por ejemplo, hay planos en "El silencio" de Bergman, que dan desasosiego, angustia. Hay mujeres, actrices, a las cuales la sensualidad les sale por todos los poros, y la pobre cámara no puede sino registrar eso, para fortuna nuestra, como por ejemplo el rato que los trovadores están despertando en "Séptimo Sello". Pero pienso que mencionar a Bibi Anderson sin mencionar a Harriet Anderson no está bien, por algo Truffaut puso esa foto de Harriet Anderson en un poster detrás de los niños de 400 golpes. También he gozado viendo películas comentando idioteces a discreción, claro, y cagándome de risa, un estropicio callejero, pero ahora trato la "forma solitaria de ver muchas películas". Hay algo de atemporalidad o de reformulación de la temporalidad subjetiva que se acentúa en esta visión solitaria, lo sentí también en Cuzco, que podía pasar buena parte de la mañana y la tarde viendo películas de Rohmer encerrado en el depa y apenas salía una vez u otra a la bodega a comprarme un tarro de leche, una jamonada, y andar transportado en otros mundos. Luego, cruzando rápido la carretera que va a Sacsayhuamán, que es donde queda el depa, y en la bodega, había algo más bien irreal en que la gente se comportara a un ritmo cotidiano cuasi impersonal, y se hubiera alejado de la abundancia de emociones, sucesos y puntos de vista que entraña una película. La realidad aparecía a veces, parcial o totalmente desangelada, prosaica, plana.
4 comentarios:
y ahora el dilema es:
comentar o no comentar?
saludos!
Siempre es un placer leerte Pablo, el otro día te escribí un largo comentario y no salió publicado(???) ¿qué hacer?
abrazo, Maritza
sí, sí lo publiqué, está en un post más abajo, en "Cada vez que me sacan la mierda". Gracias.
no voy a comentar solo quería saludarte Pablo
Patricia T.
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