domingo, 12 de diciembre de 2010

Un eclipse como tantos

Algo ocurre con mis pensamientos que explotan como flashes de momentos de memoria. De pronto se abre un puente hacia el momento en que estoy entrando al aeropuerto de Cartagena, algo que no habrá ocurrido sino hace más de una semana, donde habían dejado abandonado el equipaje de Morena, y lo arrastré junto al mío para protegerlo de la lluvia. Una maleta roja grande pero de las que pueden rodar por las salas de los aeropuertos. Por momentos me digo dentro de mi mismo frases totalmente al uso que sé bien no tienen ningún valor, pero que sin embargo persisten como realidades que están por encima de mi. Como por ejemplo: "Estoy más muerto que vivo". Y creo que es la verdad.

Escucho conversaciones que se deslizan entre mis dedos como cuando uno está escogiendo el arroz. No hay nada gravitante, sin embargo, en lo que sucede, ni siquiera estos flashes de memoria absurdos e inútiles por los que paso como por un puente hacia otros momentos de mi vida, momentos para colmo, recientes. Y es que lo reciente ha estado caracterizado sobre todo por la resistencia, resistir vivir incontables momentos que me son parcialmente indiferentes, que carecen de todo lo que es diferente al simple y algo brutal sentido de la obligación. Puedo estar enojado porque hay a quien le presto dinero y ni siquiera guarda las formas de tomar un café para que se lo entregue, hablándole de cualquier cosa, de los Wikileaks y el feliz ataque sobre los mastercards y tarjetas Visa. Me enojo porque se supone que yo le estoy haciendo un favor, y al hacerlo, pareciera que es en realidad a mi el que me lo están haciendo por la manera como ha ocurrido esto. No importa. Ese enojo quizás no sea nada, tampoco, y me asombro despertando con una inmensa tranquilidad que no sé de donde proviene y ver encima mío la colcha otavala de listones de colores, acogiéndome, recibiéndome en el nuevo día. Sin desearlo, estoy muy a tono con las lecturas actuales de "El tiempo recobrado", y "El retrato del artista adolescente", y "El viaje al fin de la noche" (Proust, Joyce y Céline respectivamente), pero exteriormente...exteriormente solo soy un espejo tenue de situaciones que no entiendo un carajo.

Y el mundo sigue latiendo y mi boca sigue profiriendo palabras. Quisiera responder una carta que me han escrito en portugués pero como Glauber Rocha, solo siento mi pelo desordenado salpicado de canas que es el mismo desorden de mis pensamientos y mis intenciones. Me sirvo un mate de manzanilla. Escribo. "Estuvo entretenido citar a la cerdita Piggy de los Muppets en una discusión sobre política peruana"-me digo, y seguir a Javier cuando ha colgado una música tocada por Jeff Beck. Pura guitarra. Esta:

1 comentarios:

Blogger Chiqui lima ha dicho...

hola Pablo! te leo y disfruto con tu lectura y la música que subes.
te mando un abrazo enorme desde Madrid
chiqui

22 de enero de 2011, 9:45  

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