martes, 27 de noviembre de 2007

vagando por la Argentina (el magún)

(marzo del 2003)
Hay cosas divertidas, siempre las hay. Me tocó llegar al pueblo de Balnearia, en la llanura cordobesa. Córdoba, Argentina. Iba sentado en el ómnibus viendo el brillo del cielo blanco; todo se extendía blanco interminablemente desde la ventana. No me di cuenta de mucho, pero en el momento menos pensado estaba conversando con mi compañero de viaje, la persona sentada a mi lado. Era el psiquiatra del pueblo, que llegaba a Balnearia una vez por semana. Yo, muy tramposo, lo convencí para que me diera una receta médica de Rivotril, un ansiolítico. Claro, para que no fastidiaran luego en las farmacias de Buenos Aires, que no son el paraíso bioquímico que sí representan las farmacias de nuestra desalmada Lima, que te venden por unos centavos un kilo de diazepanes, y que a las chicas rápidas, atontadas de tantas horas de manejar su auto, les sueltan las anfetas así, sin una muy noble receta médica. Buenos Aires-receta médica.

Vaya con el psiquiatra argentino en la ruta al pueblo de Balnearia. De pronto, y sin un motivo aparente, se puso a hablarme del Che Guevara y sus viajes, y sólo de escucharme hablarle cosas raras, haciendo teatro e inventándole historias que había sacado de mis DVDs de "Kolchak, the night stalker", ya me dijo que quería hacer un libro con mis historias. Y se presentó de voluntario para ser mi editor. Ya quisiera el mundo tener gente tan voluntariosa, psiquiatras tan voluntariosos. Los que yo he conocido en Lima te escuchan 45 minutos con el rostro serio, te hablan un par de chapucerías, sobre el final de la sesión te garabatean en un papel sellado las pepas para la semana, y uno sabe que para lo único que sirven es para tener tranquilos a tus viejos, que se rayan cuando uno pasa la semana ido, balbuceando palabras con un automatismo psíquico tan automático que ese león bello que fue André Breton te miraría con una mirada cómplice. Y los psiquiatras de Lima cobran, y cómo cobran esos grandes peruanos.

Y bueno, vamos llegando a Balnearia puesto que el ómnibus no ha parado de avanzar. Y se descubre un velo que toda una teleplatea ansiosa estaba esperando. ¿Me creerán? Yo creo que sí, que es una suerte que exista Google, y este dato que voy a referir a continuación lo pueden comprobar en un santiamén. Me lo dijo este doctor que me acompañaba. Sucede que Balnearia tiene el más alto índice de suicidios en la Argentina, es el pueblo con más suicidios en toda la República que, desde las Cataratas de Iguazú se explaya hasta ese sitio remoto, remoto, que lleva por nombre Ushuaia, un poco más allá del Bolsón, poblado hippie de la Patagonia donde encuentras aún repuestos a los extraños radios Tesla, que algún abuelo genial consignó para escuchar la BBC de Londres cuando la aurora boreal anunciaba vientos de guerra.

Y es verdad aunque no me crean. No me importa que me crean, llegado el caso. Me lo contó el psiquiatra pero es vox populi. En la colonia piamontesa de Balnearia (todos rubios, del norte de Italia, pero hablando "argentino"), existe un extraño fenómeno: el magún. Así lo llaman. Los agricultores descendientes de piamonteses, luego de labrar la tierra durísimo, años íntegros, de formar una familia, se despiertan -teniendo de 40 a 45 años- e imprevistamente descubren en sí mismos una abrumadora melancolía, se encierran en sus habitaciones, y nadie lo puede evitar. Se suicidan. Es inexplicable. Los libros de psiquiatría de la Argentina abundan en razones y cifras respecto al magún, pero lo cierto es que ninguna explicación es lo suficientemente satisfatoria. Los piamonteses son excesivamente individualistas -dicen-, excesivamente trabajadores -dicen-, y un desafuero interno que surge de una vida de trabajo brota inesperadamente y viene la muerte y tendrá tus ojos. Lo curioso, y obvio, es que el Piamonte, también tierra de agricultores como Balnearia, tiene también la más alta tasa de suicidios en Italia.

Bueno, la vida sigue y llegamos a Balnearia. Y mientras me empachaba de pizzas en casa de las Bagarolo (pizzas hechas en casa; las pastas, arte culinario tan cotidiano para los italianos), me contaron que el psiquiatra era un tipo raro y yo no me inmuté. Y salí a la noche húmeda de Balnearia tarareando "Adiós, Nonino", de Piazzola, junto con Ariel, mi amigo baterista, y con los ojos tranquilos, afianzados en el brillo de una locomotora negra y reluciente que hay en el centro de la plaza, recuerdo de los pioneros.

8 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

¿Las tendencias, los patrones, las recurrencias, las coincidencias pueden ser algo más interesante que aquello a que la razón las quiere reducir? ¿Por qué la gente se suicida más en las mañanas? ¿Por qué eligen el invierno los desesperados para despedirse hasta nunca? Volviendo a la razón. Si existe el mundo, que ya es mucho decir, cualquier cosa es posible y la razón más bien es un delirio, una hipertrofia, ¿no?

30 de noviembre de 2007, 22:59  
Anonymous Anónimo ha dicho...

dani, te voy respondiendo...la respuesta, en realidad aborda las preguntas que haces sólo en cierto modo, y proviene de un texto de René Crevel. Así va su chanson: "¿Dicen que uno se se suicida por amor, por miedo, por enfermedad? No es cierto. Todos aman o creen amar; todos tienen miedo; todos son más o menos sifilíticos. El suicidio es un medio de selección. Se suicidan los que no tienen esa casi universal cobardía de luchar contra cierta sensación de alma, tan intensa que hay que tomarla, por el momento, como una sensación de lo verdadero. Sólo esta sensación permite aceptar la más realmente justa y definitiva de las soluciones: el suicidio".
Respuesta de Crevel al segundo número de la Revolution Surrealiste, texto bastante conocido entre los entendidos.

4 de diciembre de 2007, 10:21  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Hola Pablo! Me pareció muy interesante este blog. No voy a mentirte, llegué a él buscando una definición con un poco más de avales que mi experiencia, del término piamontés "magún". Y resulta que viví hasta hace algunos años en una cidad cercana a Balnearia, San Francisco; plagada de descendientes de piamonteses, obviamente, entre los cuales me incluyo. En mi familia, "tener el magún" era equivalente a sentir una opresión en el pecho relacionada con una angustia muy profunda, cuyo motivo era muchas veces desconocido, o quizás, era la sumatoria de tristezas y pesares acumulados. Ma causó mucha nostalgia leer tu entrada; no por la tasa de suicidios obviamente (cosa que desconocía),sino porque me trajo muchos recuerdos de mi queridísima abuela, una tana de ojos azules, trabajodora como ninguna, que se desvivía por su familia, y que, muy de vez en cuando, y casi sin que nadie lo notara, se dejaba llevar por el famoso magún, en la añoranza quizás de su vida en el campo, pero sin permitir jamás que la doblegara, Gracias por los recuerdos. Saludos desde Córdoba.

1 de abril de 2012, 13:47  
Blogger Majo ha dicho...

Perdón, no quería aparecer como anónimo,...es que esto de la tecnología a veces se me complica. Soy María José, de Córdoba Capital

1 de abril de 2012, 13:50  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Sí, Maria José, no te hagas problema porque hayas aparecido como Anónima, yo mismo, que soy Pablo, quien escribió el relato, o texto, también me parece que voy a tener que firmar como Anónimo en mi propio blog. A posteriori, pero aún en los años que van del 2006 al 2008, he buscado en google para ver si habían PDFs sobre las menciones al "magún" entre los estudios psicológicos de la Argentina, o al menos de Córdoba, o que los hayan relacionado con los inmigrantes piamonteses de la llanura cordobesa. Pero no he encontrado nada y me quedé desconcertado. Al final, bueno, podía quedar como un simple detalle, una pequeña historia pérdida en el mar de pequeños textos que abundan en el cyberespacio. Claro, ya que simplemente estuve de paso, y solo unos días en Balnearia, no más de 3 o 4, me fue imposible tener a mano lo que una persona como tú, y el recuerdo de tu abuela y sus ojos celestes sí tienen. Una acepción más directa de lo que significa el "magún" para los piamonteses inmigrantes, una opresión en el pecho. Mis amigos allí, Ariel y Elena, no eran piamonteses, y el abuelo Nicolás, abuelo de Ariel, solía por esos días rodeado de niños a los que le contaba historias por las calles de Balnearia. Era digno de verse, un anciano con una troupé de niños dispuesto a escucharlo siempre, porque era un narrador nato, con su propia versión de la historia del Quijote y Sancho, que alguna vez la leyó de joven, y luego le creó variantes a su antojo. El abuelo de Ariel ya murió hace unos años. Pasé por Balnearia hacia el año 2003, y como te digo, estuve tan solo unos días, menos de una semana. Te diré aparte, que me encanta que seas también del linaje de una inmigrante piamontesa de Córdoba, me deja tonto. En Córdoba Capital últimamente tengo nuevos amigos, también de Villa Dolores y de Traslasierra, porque llegan a mi casa en Cusco, que está junto a una colina verde, que por estos días está más verde que nunca. Ayer, además, llovió despiadadamente. Ahhh, pensaba que las lecturas argentinas respecto a los tanos, la que causa una honda nostalgia es la de los libros de Antonio Dal Massetto, con el que hablé una vez por teléfono cuando yo estaba en Buenos Aires, y eso fue todo. Pero búscalos, porque es una cosa muy especial que haya una literatura argentina tan italiana. De otro lado, en San Marcos (ahí en Córdoba, pero en la sierra, claro) hay una escritora que se llama Teresa Martínez, la cual no conozco, pero que hacia el 2003 escribió un libro editado por Sudamericana, un libro que pasó totalmente desapercibido para la crítica argentina, que trata de una atmósfera enteramente particular en la Cumbre, o en la Cumbrecita -no recuerdo bien, leí el libro hacia el 2003-, de inmigrantes serbios o croatas, y donde hay un personaje que era joven, de unos 35 años, casi idéntico a Mick Jagger, pero que por haberse consumido dos o tres tazas de floripondio había quedado completamente fuera de juego. La atmósfera de decadencia de ese espacio narrado por Teresa Martínez es notable. No está reconocida por la crítica literaria argentina y probablemente a ella no le interese, y por más que indague en google tampoco llegué a parte alguna respecto a saber algo más de ella. Una escritora cordobesa, que valoro, y que si alguna vez vuelvo a caer por Buenos Aires o Córdoba, buscará cosas suyas en la librería.
Pablo

3 de abril de 2012, 4:47  
Blogger El Peregrino ha dicho...

Me encontré con tu blog buscando marco teórico sobre el magún... te invito a leer lo que hallé http://nuestrafamiliaenelmundo.blogspot.com.ar/2012/05/con-el-magun-cuestas.html?showComment=1336823230674#c5587443031461520431

12 de mayo de 2012, 4:49  
Blogger Marta Alicia Pereyra Buffaz ha dicho...

Me encantó tu post. Vivo en Morteros, provincia de Córdoba, Argentina y cerca de Balnearia así que conozco esta zona a la que llaman "pampa gringa" porque aquí se asentaron los inmigrantes italianos hacia finales del siglo XIX. Yo tengo antepasados de varios orígenes, pero también piamonteses.
Respecto al "magún" y la cantidad de suicidios también había otra versión: debido al alto contenido de arsénico en el agua subterránea de la llanura argentina aparecía la depresión -"magún"- y el suicidio como su consecuencia. En la actualidad, hay agua corriente en muchos pueblos y ciudades de la zona, que no contiene arsénico como la que se obtenía de las napas subterráneas.
Por mi parte, opino que los argentinos tendemos a una visión negativa, aunque desde otros países nos vean como soberbios. En realidad no se han hecho estudios científicos sobre esta temática.

Un cariñoso saludo desde la ciudad de Morteros, Córdoba, Argentina.

29 de noviembre de 2015, 18:31  
Blogger Unknown ha dicho...

Me encantó tu post... llegué a el por otro blog... yo sabía q significaba pero no sabía cómo explicárselo a mi hijo de 9 años... y esto de conservar palabras de nuestros ancestros es no perder el origen...

28 de noviembre de 2018, 6:51  

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