domingo, 17 de mayo de 2009

A la deriva, alma flotante y a la deriva

Ando sumamente desesperado por estos días. Y esa desesperación me ha traido litros de alcohol y peores vicios. La vida en Lima resulta más pegada a la computadora y eso me parece deplorable, y así he decidido salir otra vez por los pueblos que conocí a medias pero que tuve la oportunidad de conocer más a fondo, los pueblos al interior de las provincias de Cuzco. El otro día en un cumpleaños encontré al Defensor del Pueblo de Cuzco, Silvio Campana, y le conté de un caso de violación de una niña por parte del alcalde de Colquemarca, cuando era profesor. "Colquemarca" -me repitió, inclinando la cabeza. Le dije si no podían tener 13 personas desplazadas por todo el departamento, ya que en Cuzco las provincias son 13, aunque sea para cubrir mínimamente las quejas de la población ante abusos flagrantes de los funcionarios. "Aunque sea 1 por provincia", le dije, sabiendo que la provincia de Chumbivilcas está totalmente huérfana de representantes de la Defensoría. "No hay presupuesto"-me señaló. No dije nada. Luego una chica medio francesa medio peruana estaba sentada a mi costado y me miraba. Yo también la miraba, y estábamos así, en silencio, al lado uno de otro, en medio de gente, y ella me miraba y yo la miraba sin que nos dijéramos palabra. Nuestros rostros estaban a 20 centímetros de distancia, así que resultaba completamente directo. Así a cada momento y durante un rato. De más está decir que no sucedió nada, porque el marido estaba en las inmediaciones y ni siquiera sé bien su nombre. Mientras conozco gente que aprovecha cada oportunidad que se presenta, yo por el contrario, soy todo un especialista en perder las oportunidades.

Y esta mañana terminé de leer "Todas las Sangres", de Jose María Arguedas. He sentido que el espíritu de Arguedas me ha empezado a rondar, porque la verdad es que he estado tan absorto leyendo esta extensa novela, y en la propia novela relatan como el espíritu de los suicidados están cerca de los seres que los han querido, porque según la cosmovisión andina, los suicidados tienen un alma que vaga y vaga, y si me pongo a recordar, todos los suicidados de mi vida son adorables, y en los momentos más inesperados, siento que me cuidan.

A la persona en la que pienso todo el tiempo, a estas alturas, no la entiendo. A veces pienso que quiere que sufra y que lo está logrando, que mi vida se está volviendo un completo enredo indescifrable, con todas las formas de locura del caso. Siento que debo importarle bien poco para que se hayan generado situaciones de discusión, que en realidad, son deleznables y que no deberían importar nada.

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