jueves, 25 de junio de 2009

Melancolía y distancia

Por estos días me gustan los días en los que suelo sentirme apartado de todo. No los induzco ni se generan por una voluntad especial, sino que simplemente aparecen. Hablo poco, estoy silencioso esos días, y vago por la ciudad sintiendo latir la luminosidad del sol en las plazas y calles de Cuzco. Si me siento en la "plaza de los Ositos", veo con tranquilidad y calma cada una de las piedras del convento de Santa Catalina, algo mojadas a mi mirada, bajo la sombra. Cuzco es una ciudad en la que se puede sentir el aire muy transparente al amanecer, con mucho frío en ese momento, pero ese frío, me parece, produce un efecto vital, nuevo, algo fresco se desprende de ese estar congelado, en la zona del mercado San Pedro y del mercado Ccasccaparo, todo el fluir de gente con sus productos, toda la reubicación del empezar un nuevo día, taxis que se detienen en la puerta del mercado y de los que salen las señoras comerciantes con sus mercaderías, indígenas doblados casi cargando inmensos bultos de alfalfa, los sacos de papas que abundan en variedades y las cabezas de ganado que comienzan a exponerse en los puestos de mayólica, todo ese sencillo espectáculo, parece hablar su propio lenguaje impermeable a la melancolía, una especie de felicidad urbana hecha de preocupaciones bastante consistentes y prácticas. (Dicho sea de paso el mercado Ccasccaparo me parece hermoso, es el que más me gusta, aunque es al mercado Rosaspata al que llego diariamente a comer lentejitas). Una laboriosidad y discurrir de la ciudad hecha de sí misma es la que se observa en las inmediaciones del mercado de Cuzco. Pero al mirarlo, yo estoy ahí y no estoy ahí al mismo tiempo. A Hernán no le gustan estos días en los que hablo poco, dice que me ve abotagado, intoxicado, y que gusta más cuando comento y hablo de todas las cosas, porque me ve más natural, humorístico. Ciertamente, los días en que suelo estar apartado de todo suelo estar triste, y me parece común que esa tristeza apenas se manifieste, que simplemente cargue sobre mi rostro una nada expresiva. Que ni siquiera sea sentida por los demás, porque además, para qué habría de hacer que el resto de las personas la sientan. Sería una tontería. Sin embargo, para mi no haber sentido esa tristeza durante años es lo anómalo. La regularidad y el vacío de mis estados anímicos durante los últimos años es lo anómalo. Me concentro en recordar cómo era sentir ataques de celos con L. hacia fines de los 80s, los vivo otra vez (L. era muy bonita y siempre tenía a más de uno pendiente de ella). Porque es ese sentimiento vivo de las cosas lo que añoro, y a fin de cuentas, me parece que recupero todo.

No todo, por supuesto, es más, casi nada he recuperado, porque también ocurre que he perdido todo lo que quería y tenía el año pasado, y casi no entiendo lo que ha sucedido. Quizás sea imposible entenderlo, historias en las que parecía haber una naturalidad y una complementariedad clara, pero quien sabe si no se trataba de una simbiosis extravagante que no tenía sino que diluirse. Yo creo que no, pero lo que vengo diciendo es exclusivamente que no entiendo y he perdido todas las cosas que quería el año pasado. Estaba tan acostumbrado a todo ello. Seguramente detrás de todo está que, de todas maneras, arrastraba al hombre sin entusiasmos, sin ilusiones y sin atributos, que he arrastrado todos estos años, así que está mejor que me olviden porque tampoco parece que me haya desprendido de esa sensibilidad anodina, y así a fin de cuentas uno no es nadie. Debido a eso, la idea que tengo del futuro personal ya no tiene que ver con la ciudad de Lima. Pienso simplemente tener un lugar aquí en Cuzco, no muy amplio, repleto de estantes y con una vasta y querida biblioteca. Esa es casi toda mi idea del futuro, una vida silenciosa y dedicada a la lectura, y que el recinto en el que viviré no estará en Lima. Ahora no son pulsiones mecánicas las que me mueven sino pequeños deseos. De algún modo eso me gusta. Cuando llegamos a Chalhuanca ya estaba visto que yo iba a ir por mi choclo con queso para el desayuno porque me encanta, porque tengo todavía en la punta de la lengua el sabor de un choclo con queso que comí en un restaurant de las afueras de Abancay hace un par de años, un lindo choclo muy graneado que tenía una zona descubierta y un gran gusano saludable que había hecho de las suyas, pero apartando al inapropiado gusano, era el choclo más rico que cabía imaginar y que he comido en años, con un queso un poco ácido y salado, como debe ser. Y entonces al llegar a Chalhuanca, mientras veía que la masa que salía del omnibus en la actitud borrega de ir al restaurant caro de caldos y sopas y comidas guisadas por obligación, yo crucé inmediatamente la pista a buscar mis choclos con queso que son la maravilla, para un buen desayuno ese día. Y ayer lo mismo buscando un churro para paliar el hambre y llenar el estómago cerca del mercado San Pedro, un lugar que pensaba que no iba a identificar al que me había llevado Hernán el día anterior, y que logré ubicar (era fácil).

Ahora hago la tesis universitaria, lo hago a raptos espasmódicos, porque por ejemplo hoy la pasé leyendo de otras cosas: un libro sobre el proceso de transformación de la revolución rusa, del momento en que de empresa heroica se va tornando una afirmación administrativa y burocrática, el lento proceso que le da el caracter al regimen soviético entre 1924 y 1926, y también un texto de Carl Sagan sobre los hallazgos de Paul Broca en la Francia de mediados de siglo XIX, sus investigaciones sobre el cerebro humano, en torno al sistema límbico y al área del habla, luego me desvié hacia una comparación entre la doctrina filosófica de Schopenhauer y la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, las cuales por el lado de la forma de entender la sexualidad parecen tener mucha semejanza. ¿Porqué ahora tengo tanto interés por las ideas de Schopenhauer? No lo sé, pero en realidad tengo la curiosidad intelectual tan despierta que nada puedo hacer frente a mi. Y si he de exponer algo de lo que refería Schopenhauer, diré que a su modo, entre brutal y metafísico, constataba que sin acto de copulación ninguno de nosotros podía tener consistencia fenoménica.

Voy leyendo libro tras libro, eso es todo lo que hago. Me pueden hacer todos los reproches que quieran, que soy una especie de zombie, pero cabe preguntarse si se va a lograr mover algo de mi estructura de robot. Todos estos libros que menciono tienen algo singular. No sabía por ejemplo, que las tesis a favor del amor libre y contra el matrimonio de Alexandra Kolontai habían entrado tan pronto en desgracia en la Rusia Soviética, y el problema nacional que habían constituído "los niños sin hogar" que abundaron luego de la guerra civil que siguió a la Revolución Rusa. Mientras se dio "el comunismo de guerra" (1918-1922) las ideas liberales sobre el sexo de la Kolontai tuvieron gran predicamento y sus escritos circularon profusamente por el frente. Ella pensaba que el tipo de vida que llevaba el proletariado, el permanente ocuparse en las labores productivas y el trabajo, inclinaban a la mujer a una vida sexual mucho más libre y consideraba el matrimonio como una institución burguesa. Siendo el sexo una necesidad y un impulso a satisfacerse, un impulso al que no tenía porqué considerarse, desde una perspectiva materialista, diferente a tomar un vaso de agua para calmar la sed, la Kolontai consideraba que la mujer debía satisfacerlo con la mayor libertad, tomando también en consideración que el régimen soviético reconocía la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres. El régimen soviético desprendía a la mujer trabajadora de la carga de labores domésticas y los niños debían ser encargados al cuidado del Estado, porque hasta la maternidad de la forma en que estaba concebida, tenia una raigambre burguesa, y en el estado soviético cualquier niño sería tratado maternalmente por cada mujer en una óptica colectivista. Lenin se manifestó en desacuerdo con las teorías de la Kolontai: "cómo el sexo va a ser semejante a tomar un vaso de agua", pensaba molesto. Pero lo que sucedió fue que una vez derrotados los rusos blancos y con la instalación de la NEP (la Nueva Política Económica), todas las ideas convencionales sobre el matrimonio y el sexo de la sociedad tradicional rusa volvieron a aparecer y finalmente se impusieron, y ya en el Congreso bolchevique de 1921 se denunciaron las posiciones sobre la vida privada que tenía la Kolontai como equivocadas. En realidad, fue la desconfianza y la pérdida de influencia de la Kolontai debido a su alineamiento con la "oposición obrera" la que se trajo abajo también sus ideas sobre el sexo libre, ya que una vez instalada la NEP hacia 1921 y terminada la guerra civil, la gente ya andaba bastante harta y cansada de los radicalismos del largo período de guerra, de las inestabilidades incontenibles de ese período, y estaba dispuesta a una mayor conciliación con las formas de entender la sociedad que se tenía en el pasado.

En fin, leo libro tras libro sin una idea clara de porqué lo hago, y creo que no puedo detener ni mi deseo ni mi curiosidad, no puedo hacer nada frente a mi. Me ha gustado "Café Karnak" de Naguib Mafuz, el aire que tiene a "La Batalla de Argel", película de Gillo Pontecorvo (una película que vamos a ver con Cristiano y Hernán en nuestro ciclo de cine en casa de Cristiano...ahora nos toca ver "El árbol de los zuecos", de Ermano Olmi), y también me ha gustado el relato de Mafuz por los personajes femeninos, Qaránfula, bailarina legendaria y egipcia de la danza del ombligo, y Dainab Diyyab y su sentido del amor. Dainab Diyyab, revolucionaria devenida en prostituta. Y ahora leo el relato demente de Kenzaburo Oe, sobre un hombre gordo que tuvo un padre silencioso por años y que terminó suicidándose luego de proferir un grito.

2 comentarios:

Blogger LaHormiga ha dicho...

Recuerdo una novela de Kenzaburo Oe que no terminé de leer porque se me perdió.Era sobre el hermano de un hombre que se suicidó calato, pintado de verde y con un pepino en el culo. Había también una mujer obesa que no podía controlar el impulso de comer a tal punto que comía también la ración de sus hijos y de su esposo. Era una narración lenta, repleta de sentimientos, como el cine japonés.

2 de julio de 2009, 11:48  
Blogger pablo ha dicho...

La que meciono, Marcela, del gordo que tiene un padre que estuvo siempre silencioso y en cama hasta que un buen día profirió un grito y luego se suicidó, en realidad trata más centralmente de un padre y un hijo, ambos gordos. Su padre suele decir que su hijo es "retrasado mental". El relato se llama "Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura" y es bastante impresionante. Luego, voy a leer una novela que salió en la colección de Premios Nobeles, y quizás sea la que tú refieres, no lo sé, se llama "El grito silencioso", son las primeras dos cosas que leo de Kenzaburo Oé. Importante para mi leerlo.

3 de julio de 2009, 6:47  

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