El viaje
Después de mucho tiempo, siento la ilusión de viajar. Por años y años he hecho esta ruta de viaje, de Lima hacia Cuzco, pero en ninguna tenía la impresión de que las cosas cambiarían. A diferencia de esto, ahora me parece suficiente cambio llegar al depa de Hernán en Cuzco, y hablar libremente de infinidad de cosas mientras el sol baña la habitación. No es que me moleste el invierno de Lima, es más, me inspira mucho, pero aquí en las largas horas de lectura me siento recogido en mi mismo, y no siento que ninguna de las observaciones y pensamientos que voy teniendo, resulten relevantes sino en mi fuero interno. Se necesita espíritu de estudio para valorar ciertos pensamientos que no son útiles en sí mismos, y que jamás lo serán, pero que un espíritu imaginativo, o tan solo un espíritu estudioso, sí puede apreciar. Por ejemplo, este repentino placer por todos los movimientos insospechados de los caudillos al principio de la República del Perú, la figura llena de temeridad de Felipe Santiago Salaverry, caudillo limeño, las explicaciones de fondo sobre la diferenciación social en el campesinado a partir de las matrículas del tributo indígena, u otras cosas menores, como cuando aparece la información sobre Canas y Canchis, que la cosa se pone emocionante para mi. Motivos personales, le dicen. Y cuando observo con cuidado toda la información nueva sobre Chumbivilcas me parece tener elementos de juicio para redactar otros nuevos pedazos de la historia de Chumbivilcas, aumentarle una nueva viñeta, un nuevo dibujo al ejemplar lleno de figuras que fue repartido en Santo Tomás alguna vez, en el Salón Consistorial del Municipio, mi primera llegada a Santoto así, un auditorio lleno de gente y muy iluminado de luz muy amarilla, centenares de ponchos, chullos, y rostros indígenas (estaba abarrotado en realidad el salón, de "tope a tope", como dicen) mientras alguna señora campesina levantaba la mano y decía luego que el libro "Historia de Chumbivilcas" -del que uno de los autores era Hernán, el otro yo- desnudaba todas las formas en que los hacendados habían maltratado a los indígenas en la zona. Luego, en privado, me decían que la señora campesina que había intervenido, era una hija no reconocida de un ex-hacendado de Santoto.
En lo estrictamente personal, no tengo ni idea de lo que traerá este viaje, no me atrevería a adelantar nada. Ya el hecho mismo de mirar por las ventanas del omnibus la sierra, todo ese verde entre Puquio y Chalhuanca, me resulta suficiente bendición. Lo último que se me ocurre pensar es que estos viajes, en el Perú, conllevan algún peligro. Aunque me parece que voy a hacer el horario de omnibus que ya es de día en todo el tramo que va entre Abancay y Cuzco, que suben al omnibus en Limatambo las mamitas a vender papa helada, tanto ahí como en Izcuchaca. En Izcuchaca también suben a veces los maestros, que se trasladan al revés, es decir, van de ahí hacia los barrios como Puquín, maestros originarios de Izcuzhaca y Ancahuasi, en Anta, que dictan las clases en los colegios de la periferia de Cuzco ciudad (viviendo en Cuzco, lo normal es ver el desplazamiento de los maestros en la madrugada hacia las provincias, diariamente). Si tienes abierta la ventana del omnibus y un maestro se baja solo en Compone, en la Pampa de Anta, oirás que los niños lo saludan: -Buenos días, tío. Todos los adultos somos tíos de los niños de Compone, es bastante evidente que los lazos de parentesco son tan estrechos en los pequeños pueblos de las serranías andinas, que establecer que los regidores son primos del alcalde, ese asunto del nepotismo, es un completo absurdo en el universo de los jueces de paz, tenientes alcaldes, al menos un completo absurdo desde la perspectiva de las normales alianzas y uniones sociales para hacerle frente a la vida en los Andes. En un poblado de 2000 habitantes, uno no conoce a nadie más capaz para apoyar la labor municipal que uno de sus tantos primos hermanos, o primas hermanas, o menos que eso, porque todos son igualmente campesinos, y dotados de un criterio hasta cierto punto, similar. Y en la comunidad, como en cualquier parte, la confianza no es un lujo, es una necesidad.
En lo estrictamente personal, no tengo ni idea de lo que traerá este viaje, no me atrevería a adelantar nada. Ya el hecho mismo de mirar por las ventanas del omnibus la sierra, todo ese verde entre Puquio y Chalhuanca, me resulta suficiente bendición. Lo último que se me ocurre pensar es que estos viajes, en el Perú, conllevan algún peligro. Aunque me parece que voy a hacer el horario de omnibus que ya es de día en todo el tramo que va entre Abancay y Cuzco, que suben al omnibus en Limatambo las mamitas a vender papa helada, tanto ahí como en Izcuchaca. En Izcuchaca también suben a veces los maestros, que se trasladan al revés, es decir, van de ahí hacia los barrios como Puquín, maestros originarios de Izcuzhaca y Ancahuasi, en Anta, que dictan las clases en los colegios de la periferia de Cuzco ciudad (viviendo en Cuzco, lo normal es ver el desplazamiento de los maestros en la madrugada hacia las provincias, diariamente). Si tienes abierta la ventana del omnibus y un maestro se baja solo en Compone, en la Pampa de Anta, oirás que los niños lo saludan: -Buenos días, tío. Todos los adultos somos tíos de los niños de Compone, es bastante evidente que los lazos de parentesco son tan estrechos en los pequeños pueblos de las serranías andinas, que establecer que los regidores son primos del alcalde, ese asunto del nepotismo, es un completo absurdo en el universo de los jueces de paz, tenientes alcaldes, al menos un completo absurdo desde la perspectiva de las normales alianzas y uniones sociales para hacerle frente a la vida en los Andes. En un poblado de 2000 habitantes, uno no conoce a nadie más capaz para apoyar la labor municipal que uno de sus tantos primos hermanos, o primas hermanas, o menos que eso, porque todos son igualmente campesinos, y dotados de un criterio hasta cierto punto, similar. Y en la comunidad, como en cualquier parte, la confianza no es un lujo, es una necesidad.
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