lunes, 8 de junio de 2009

Masacre en Bagua





N. me acostumbró a tener siempre novedades en casa. Y ahora estoy en Cuzco así, mal acostumbrado, y soy más bien yo el que estoy trayendo novedades a casa, pero N. no está. Siento su ausencia. Y la casa no es la misma, ahora es un lugar en la periferia de Cuzco donde vivo. Y no está. Estoy muy pero muy cansado, creo que ya no puedo vivir la abrumadora secuencia de experiencias que asumía cuando vivía en San Cristóbal hace unos meses, así que seguramente estoy relegado con justicia. Y digo que me acostumbré mal, porque tengo la sospecha que el grueso de las personas acepta con cierta aquiescencia una vida más monótona, y a mi ya me parece ahora lo más natural del mundo acabar por ejemplo, en cualquier lugar de Cuzco, a la tarde comiendo lentejitas o tarwi en el mercado Rosaspata, viendo juguetes del Hombre Araña en la calle, pero quedándome ante ellos, como siempre últimamente, en silencio. Tiendo más bien al aislamento, son las 9 de la noche en Cuzco y no tengo la menor intención de salir a la calle a pesar de ser viernes. En la tarde, en la Biblioteca del Bartolo, he estado buscando la información para Eric, que necesita saber las constelaciones de estrellas hacia el momento de la llegada de los españoles, y también saber sobre los pájaros de la costa norte peruana.

Me acerco también a un pico de demencia, supongo que una cima muy menor, porque hace un rato que estábamos en el café Extra con Juan Cincunegui y Yeny, me vino por rascarme la cabeza sin poder controlar para nada esa nefasta manía. Era como Ah Q, el personaje de Lu Hsun. Es una de las lecturas más singulares, el "Diario de un loco" de Lu Hsun, donde el personaje siempre se está sintiendo rodeado de gente caníbal, y que no puede sino rascarse la cabeza, ya que tiene una tiña. El gran arte narrativo de Lu Hsun se semeja al de Kafka, que es narrar con absoluta sobriedad y claridad, al detalle, sucesos enteramente desesperantes. Tratar la desesperación como si tal cosa. De otro lado, a través de facebook sé del inmenso sismo nacional que han producido en Perú los sucesos de Bagua, y aunque he visto al imbécil de Velásquez Quesquén, presidente aprista del Congreso, y también a ese congresista aprista Zumaeta, responsabilizando por las muertes de los nativos awajún al dirigente Alberto Pizango, de Aidesep, organización nativa, lo menos que puedo decir es que ya es increíblemente poco inteligente por parte del gobierno tener esa actitud tan agresiva frente a la protesta amazónica, porque se trata ni más ni menos de una masacre lo ocurrido esta mañana, y hay que estar ciegos para no percibir la indignación generalizada contra la represión policial.

Es algo que pasma las intervenciones del gobierno aprista frente a la masacre, el Primer Ministro Yehude Simon, y los ministros del Interior y de Guerra, Mercedes Cabanillas y Antero Flores, averguenzan. Tengo toda la impresión que no tienen ninguna consciencia de lo que ha sucedido, ni de lo que están gestando, no tienen idea del rumor subterráneo que ha generado la masacre de los nativos awajún, porque defender las inversiones petroleras sobre territorio nativo, a este costo, no es algo que se puede sostener con las acostumbradas y miserables argumentaciones políticas. Ellos declaran ante la televisión con tan ostensible tranquilidad, que pareciera que no se han salido del carril.

Frente al Palacio de Justicia de Cuzco habían esta noche gritando contra Alan asesino algunos manifestantes con sus cartulinas blancas. Y tengo la impresión, que es la primera vez que en el Perú están entrando a atallar con toda su potencia las tecnologías de la información, como espacio de deliberación de la opinión pública en Perú. Las redes sociales tienen una fuerza que el sistema de correos electrónicos no poseían, la información viene tan abundante y detallada que, supongo, muchísimas personas que de otro modo serían indiferentes a un hecho de sangre en el Perú, ahora se involucran intensamente en la indignación.



Lima, ciudad en la que vivía hasta hace poco, me estaba matando, pero ahora en Cuzco, estoy lejos de estar recuperado. Subí las escaleras de las ruinas incaicas de Tipón el otro día, hasta llegar a las verdes y relucientes andenerías, con sus caídas de agua canalizadas generando pequeños y vivos torrentes. Sudor, sol, polvo, sentimiento directo de lo ridículo que siento mi cuerpo. Y sin embargo, era justo lo que necesitaba. Necesitaba la burla respecto a mi cuerpo, y sentirme totalmente sumido en el sudor.


El mundo y la reflexión subjetiva, esquizofrénicamente alternados. Pero no creo que esta alternancia de argumentos de para tanto, ni siquiera que haya connotación suficiente en esta disparidad entre la exposición sobre la denuncia de la masacre amazónica y un yo que sólo quiere escapar. Como bien decía Ronald Laing, con saña y maldad, "para ser esquizofrénico hay que ser muy inteligente, y tú no lo eres, no seas pretencioso". Ja.

1 comentarios:

Blogger ROSA ha dicho...

Buscando tu otro enlace me conecté con este. Cierto lo del poder de las redes sociales en el tema de Bagua. Sobre Cusco y Lima, creo que al final no es el lugar, sino somos nosotros. Puedo pasarme el día pegada a la computadora y con la mínima interacción con los que me rodean, y el ambiente físico/geográfico me afecta poco. Otras veces, en cambio disfruto o sufro el ambiente, los árboles, el cielo, el tránsito.
Sobre los viernes por la noche, hace tanto tiempo que eso no significa mucho para mí, que cuando lo veo en otros y recuerdo la compulsión por la diversión de fines de semana de antaño me parece tan lejana!

12 de julio de 2009, 20:51  

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