viernes, 24 de julio de 2009

Una ignorancia repleta de vitalidad

Creo que estoy llegando al punto muerto al que yo creía que debía llegar: la parte de mi enfermedad que nunca se manifestó porque yo lo impedí hace años, y que ahora se manifiesta. He estado tumbado parte de la noche, sintiendo una rigidez que se apoderaba de mi cuerpo, hasta que me dormí. Una enfermedad del ánimo que en su momento corté y maté de raíz. Fue inicialmente, una época en que todo resplandecía y todo parecía decirme entrañablemente que el sentido de las cosas reverberaba en cada palabra y cada acto, en cada percepción y momento. (Es que pasaron largos años, de pasiones, traiciones y amor hasta que vino la debacle). De pronto todo eso se fue, esa exacerbación de la vida por el arte o la fuerza de otorgarle un sentido, se perdió, porque apareció la enfermedad. Y no apareció gratuitamente, fue una situación a la que yo estaba entregado, la que la provocó hace años. Ahora he impulsado, desde hace un par de meses, esta cuestión de sentirme completamente al margen, sumido en una atmósfera interna y personal, es decir, tratar de hacer renacer toda una gama de sentimientos muertos, porque también dejé de vivir cerca de N. y sus hijos, y entonces, ya que no tenía a nadie cerca, podía intentar con tranquilidad poder hacer brotar todo lo de tristeza que siempre había evitado vivir. Ella estaba en otras cosas, y así era más sencillo.

La enfermedad es una muy pasada vivencia de tristeza que eludí y entonces, muchos años después, es decir, ahora, estoy dispuesto a experimentarla. Pensando en la libertad, siempre he creído que debo soltar y liberar esa tristeza, que por lo demás, siempre ha estado fuertemente reprimida. Pienso que todo eso dio nacimiento al miedo, el miedo es el producto de haberme abreviado estúpidamente experimentar la profundidad del abandono que nos deja sin nada, y es precisamente el miedo, con el que he vivido todos estos años, el que ha limitado mis actos hasta volverlos simples, y ya respondiendo sin mucho cuestionamiento, a las presiones y exigencias sociales. Ahora que, situado en esta nueva perspectiva, de responder a las exigencias sociales, me he dado cuenta que un grueso de los mortales lo hace así también, sin cuestionamiento alguno. Peter Sloterdijk, en "El Desprecio de las masas", señala esta ausencia de rebeldía en la configuración del individuo actual, y yo la observo también, ya con cierta molestia. Qué porquería es que ahora nadie cuestione nada del sentido de las experiencias, que todo se de por descontado y "normal", y que lo que no cabe y genera una sensación distorsionante, pues, es asunto que no nos debe preocupar demasiado.

Ahora bien, liberado de esa tristeza no tengo la más puta idea de lo que vendrá. Es más, en general no tengo la más puta idea de lo que pasa (o me pasa) en la actualidad, excepto que tengo una tendencia inveterada a estar solo y abstraido, y que en muchos de los diálogos que tengo con gente no necesito tampoco estar yo, porque son de trámite. Recibo efluvios de odio, o la dura sentencia de la gente que quise, simplemente porque no me indigné con lo que tenía que indignarme, y en el momento en que tenía que hacerlo, una cosa parecida al Extranjero de Camus pero peor, quizás peor, no lo sé. Hernán sale ahora para trabajar en Apurímac, así que me quedaré solo en casa durante un mes. Lo único que sé es que vagaré mucho por la ciudad, me refugiaré en la preciosa biblioteca literaria de Agustín y Erika, conoceré a una u otra persona por azar en el mercado San Pedro comiendo "arroz con huevo", seguiré adentrándome en la trágica vida de doña Tomasa, mujer del rival del Marqués de Valleumbroso a inicios del siglo XVIII cuzqueño, también expondré a conocidos o desconocidos "viendo en el fondo de un vaso" que Peter Sloterdijk se equivoca o no estoy de acuerdo con su planteamiento neo-hegeliano sobre la dinámica histórica de las masas desde Hitler, pasando por las estrellas de rock, porque ya para nadie los medios de masas son tan pero tan pasivos como Sloterdijk los pinta siguiendo el pensamiento sobre las masas y el individuo de Hannah Arendt (Sloterdijk habla en realidad, a partir de Hegel, de la autorrealización de la masa como sujeto, y que Elías Canetti en "Masa y Poder" era todo un visionario que había sido descuidado...), llevaré al cine club en casa de Cristiano el "Sorgo Rojo", película china, o "Vittelone" de Fellini, para que Lucila esté contenta, me adentraré en los alucinantes libros de Edward Hallett Carr y Franco Venturi sobre Rusia, iré a la reunión con todos mis queridos amigos que vivieron conmigo en Santo Tomás, Chumbivilcas, hacia el 2004, donde rendirán homenaje a la Mamacha Carmen de Paucartambo, y nuevamente sentiré, como vengo diciendo, que ignoro lo que ocurrirá.

Muchas de las últimas cosas, claro está, las digo por decir, porque es bastante obvio que el futuro me es completamente desconocido. Tonto de mi que alguna vez quise ser aprendiz de brujo, y fui uno más, "fui paloma por querer ser gavilán", como decía el Príncipe de la Canción. Nunca se deja de ser uno más, por suerte.

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