El café de Ada
Cuzco, quizás como algunas otras ciudades enteramente peculiares, concentra cada cierto tiempo una variedad de personas impredecible, la mayoría de ellas de paso o de viaje, gente que viene de todas partes del mundo. Cuando llegó Eric al Cuzco el café de Ada era pequeño, muy pequeño. Tenía una sola habitación y dos mesas. Habían períodos en que no entraba al café un solo cliente, y creo que ese hecho (es decir, que el café era prácticamente un absurdo y una entera paradoja en la ciudad turística), además de la inmensa bondad de la personalidad de Ada, hizo que pronto, una vez llegados Eric y su rubiecita hija Jeanne, adoráramos ese café, lo quisiéramos como si fuera nuestro, que viéramos en sus paredes todo el encanto que la comercialización, los horribles deseos de ganar dinero a toda costa, le han ido quitando al mundo. Y bueno, se fue dando una concentración de gente inesperadamente divertida alrededor del café y la vida fue una fiesta durante varias semanas.
El café de Ada, el que existió hace unos años, hacia el 2002 y 2003, el pequeño de dos mesas, era el café más entrañable, más vivo, más loco, más cuzqueño y más de puta madre que he conocido en mi vida, y creo que a estas alturas, ya no habrá reemplazo ni experiencia que se le asemeje, porque no, Paloma ya no será tan niña como era en ese entonces con sus ojazos llenos de vida y burla, ya no arrancara a hablar como entonces sin parar; Adita, que era una pequeña señorita seria y responsable (ahora es alta y espigada y universitaria), siempre ayudaba a su mamá y soltaba esas sonrisas tan naturales, y me recordaba la timidez de mi propia infancia. Ellos, Paloma, Chris, Adita, eran los hijos de Ada y fueron ellos y su mamá los que tuvieron que aguantarnos en nuestras borracheras felices. Porque eran felices.
Le debo al café de Ada dos viajes a Europa (a Eric, al café de Ada, a Eric, al café de Ada), viajes por Argentina, Colombia, Ecuador entrevistando escritores en los que muchos de mis amigos decían que era "el trabajo perfecto" (una editorial francesa me pagaba los viajes), caminar extraviado por Boulevard Sebastopol y sentarme y pendular las piernas tranquilo a orillas del Sena, atravesar un lago caminando mientras los robles rojizos y el cielo tenía un esplendor hermoso en el bosque de La Brenne, mientras una cámara filmaba y gritaban "Se tourne" para iniciar un nueva escena del rodaje (haber sido actor de una película francesa), pero en realidad puedo decir con entera sinceridad que son los ratos en el café de Ada los que son inolvidables, y la memoria puede recobrarlos como quien encuentra un tesoro.
Claro, si he de recordar el café de Ada de entonces tengo que referirme a la propia Ada, a Eric Vuillard mi amigo entrañable, a su hija Jeanne, a los muchos personajes que daban vueltas alrededor del café, y también a Nieves Medina, una andaluza de ojos enloquecedoramente verdes como los de un felino, a la que suelen ocurrirle todas las cosas imaginables y que en mi opinión, es de las mejores escritoras que caben (nadie lo sabe, o si lo saben, están demasiado envueltos en el asunto del día para recordarlo). El día que volví al café y encontré a Eric éste se hallaba discutiendo con un par de francesas y también departía con "la boliviana". Ada le había hablado de su amigo Pablo "que había leído todo", y la verdad es que en ese momento de mi llegada sentí que todo era atractivo: las francesas, que una era morena y la otra rubia, ambas guapas, y que luego pasaron a llamarse "las francesas junior", con quienes solíamos discutir; "la boliviana", que en realidad era una francesa de Nantes (le llamamos "boliviana" porque se fue a Bolivia para hacer montañismo con unos franceses, pero se aburrió tanto de los franceses, que volvió casi inmediatamente a seguir emborrachándose con nosotros)... atractiva también era la conversación que borboteaba de temas y saltaba con la demente ligereza que a mi me suele embargar de placer. Era muy dulce "la boliviana", que casi desde el primer momento sintonizó con nosotros, y que siempre terminaba dándonos la razón entre risas.En ese mismo rato ya Eric estaba hablando mal de Houellebecq, yo nunca había escuchado de Houellebecq pero le daba la razón, y cuando las chicas dijeron que se habían aburrido con Juan Rulfo yo les dije que qué culpa podía tener el pobre Rulfo, y ya había un tácito entendimiento con "mi colega" francés. Hubo una serie de casualidades porque justo por esos días yo estaba leyendo el "Ecce Homo" de Nietszche (también Eric), y Molloy de Samuel Beckett (también Eric) y en realidad creo que las coincidencias no fueron de índole intelectual aunque lo parezca, sino que las bromas fueron tomando desde el primer momento un matiz absurdo y feliz, algo crueles las bromas pero completamente irradiantes.
Cabe recordar a algunas de las presencias que matizaban la experiencia del Café de Ada por esos días. Estaba por ejemplo, "el sanpedrista". Es muy común que muchas personas del mundo, atraídos por la aureola mística del pasado incaico, consideren la llegada al Cuzco como momento de inicio para una serie de experiencias con el San Pedro o ayahuasca. "El sanpedrista" era un catalán que andaba buscando experiencias chamánicas con el San Pedro, obviamente. Ni recuerdo su nombre. Alguna vez me dijeron que el turismo místico representaba el 13% de las intenciones de los visitantes extranjeros, pero la verdad, creo que la cosa suele ser más complicada, y muchos de los amigos, pueden adosar estas experiencias chamánicas a una cotidianeidad más abierta, de modo que se puede ejercer muy responsablemente tareas serias y dedicadas a lo largo de la semana, del todo o absolutamente realistas, y luego, el fin de semana pasar a una toma de ayahuasca que abre ciertos linderos internos, y puede dar pie a alumbrar el sentido general de nuestros actos, que incluye esa cotidianeidad. Sin embargo, el misticismo de algunos de los visitantes de Cuzco puede volverse latoso, porque denota una excesiva ingenuidad o un afán de credulidad demasiado expuesto (y por tanto, molesto), y no han faltado las veces que a estos adictos a un conocimiento profundo y misterioso (que en muchos casos no es sino una forma especialmente extravagante del snobismo occidental), he tenido que decirles de manera directa que prefiero la religión del Vaticano, el Papa y el Opus Dei...o que una viejita rezando en quechua a las 7 de la mañana en Santa Clara me parece más espiritual que toda la gente que va al Templo de la Luna para dar la talla con las cosas esas de la Pachamama, pero que en realidad a menudo sólo tienen los ojos puestos en las tetas de las gringas. Bueno, pero ha sido larga la digresión para presentar al "sanpedrista", que en realidad sólo lo vimos por una noche, y que por una intolerancia natural producto de los efluvios del alcohol, resultó recibiendo una sonora palmada en el culo en premio de sus opiniones tan atinadas. Creo que una de las primeras cosas que dijo "el sanpedrista" (como digo un catalán, medio viejo ya y flaco) es que los españoles habían traido la homosexualidad al Perú, una cosa desdeñable que había viciado las tan sabias y grandiosas culturas nativas, y eso hizo que nos diera la tremenda alegría de poder llevarle la contraria doctamente: -Según dice el doctor Hermilio Valdizán en su libro "Paleopsiquiatría del Perú antiguo" -le dije-, en las localidades prehispánicas de Chilca y Cañete (Chilca, sí, donde aterrizan los OVNIS hasta la actualidad), se daba un fenómeno semejante al de la "cuvada", que había una tendencia genética en estas poblaciones que hacía que se reprodujeran mayoritariamente hombres, de modo que tenía que practicarse matrimonios o alianzas en los que los hombres hicieran el rol social de mujeres... El "sanpedrista" me miró casi bizco, Eric hizo un gesto con la mano y yo lo imité casi exactamente porque el gesto me había parecido divertido, y luego "la boliviana" también hizo el mismo gesto, con la cara radiante de contento, y el sanpedrista entonces nos acusó de monos, motivo más que suficiente para empezar a gruñir y hacer todo tipo de locuras propias de un mono, mientras nos servíamos más cerveza y se soltaba el CD de Clandestino de Manu Chao, que por ese entonces era el único disco con que contaba el local, y además, pronto sentimos que no necesitábamos otro.
Luego, comenzó a venir al café un tipo alto y blanco, y con los ojos celestes gélidos y claros, de una gran frente y ya aparente calvicie, al que yo pronto comencé a ver como un antiguo nazi de la Gestapo. Tenía toda la pinta. Venía diariamente al desayuno con una niña, evidentemente cuzqueña o peruana, que estaba entre los 10 y 13 años, y era cosa de verlos cuando se hallaban sentados. La niña era exigente, verdaderamente exigente. No pasaban ni cinco minutos y la niña ya le estaba diciendo al Gestapo: -Te dije que me pasaras la mermelada, qué haces que no me pasas la mermelada. Y el Gestapo le obedecía prestamente. En realidad, la intimidad del diálogo y la actitud misma del hombre comenzaron a ganar todas nuestras sospechas de encontrarnos frente a una relación que andaba bien fuera de cualquier vínculo filial, y casi se volvía perturbador, y había que callarse si se estaba cerca. El Gestapo le contó su historia a Ada pero hizo que le creyéramos aún menos, qué necesidad había de darle tantos detalles. Dijo por ejemplo que era suizo, que había tenido tierras en Limatambo o en una parte cercana a Cuzco, y que en esas tierras en los tiempos del terrorismo había sido asaltado y perpetuamente amenazado de muerte (contó muchas cosas del asalto de Sendero, pero como es obvio, se parecía tanto a tantas historias de asaltos de Sendero que se escuchan en la sierra...), y luego, era de verlos salir del café una vez habían terminado el desayuno. La niña se montaba a sus espaldas como en caballito y subían la cuesta de Arco Iris rumbo a Sacsayhuamán. ¿Debimos denunciarlo? Quizás, pero el asunto es que pronto se mandaron mudar y yo los vi meses después, de igual forma, la niña montada como en caballito caminando por el barrio de La Florida.
Sin embargo, una de las noches que pasamos en el café revela más la magia que tenía por esos días. Quizás ya de las líneas anteriores se haya podido desprender una particularidad de esta ciudad: que a diferencia de Lima, que en realidad es una gran urbe moderna con cinturones de pobreza gigantescos, la ciudad de Cuzco, si bien tiene un rasgo cosmopolita, también convive con una vigorosa idiosincracia tradicional, es decir, casi pega un salto de lo cosmopolita a lo tradicional sin solución de continuidad, sin que haya en la experiencia muchas veces, digamos, un estado intermedio en el que se hayan consolidado formas más modernas de relaciones económicas y sociales. Fuera de la plaza y el centro histórico (y como veremos, ni aún en el centro histórico), pero en general fuera de ellos, que es donde abundan los turistas, se da la lógica natural de una ciudad mediana en el Perú (de unos 200,000 habitantes), que se beneficia muy parcialmente del turismo a través de los pequeños negocios y los pequeños hostales (las grandes cadenas hoteleras, las principales agencias de viajes, muchos de los bares y locales que tienen mayor concurrencia pertenecen a extranjeros o a limeños), y este tipo de lógica natural es la de las actuaciones de los colegios, la importancia de los maestros en las provincias del Perú, los discursos chauvinistas en torno al pasado incaico, además de la vastedad de los cargos y los rituales de las festividades religiosas. Toda la gama de relaciones de prestigio en torno a la profesionalización de los grupos dirigentes, y también la importancia clave de la familia y de las redes familiares y de compadrazgo. Es en este último sentido que el café de Ada siempre ha respirado un ambiente familiar que es imposible no resentir con agrado, y como si paulatinamente, uno se integrara a una tácita familia de amigos. Los niños y chiquillos no forman parte del entorno, sino que son el entorno natural del café. Todos hemos sido orgullosos mozos en el café, hasta la actualidad que ahora el café se ha desplegado y es mucho más grande gracias a la iniciativa de Nick, el suizo de la familia que hizo realidad lo que todos siempre esperábamos, que el pequeño café se ampliara... Bien, una mágica noche en realidad los portagonistas fueron los niños. Jeanne, la hija de Eric que en ese entonces tenía 11 años, andaba tan desenfrenada por esos días, que salía a las calles portando unos anteojos oscuros, moviendo los brazos y dando toda la apariencia de una estrella de cine descuidada por el mainstream, y saludaba a todos los turistas que pasaban por calle Huaynapata diciendo Elou (que era su manera un tanto francesa de decir Hello), "je suis americaine aujourdhui", y todos sonreían desconcertados. Esa noche Jeanne había reunido en una mesa a Chris, Adita, Paloma, y les había asignado nombres provenientes de su vida personal: Paloma era Helene Achourie (que era el nombre de su abuela alcaldesa de Aix-en Provence, près de Marseille), Adita era Adeline Placcard... y bueno, alrededor de la mesa habían decidido jugar el juego de la seriedad. Era muy bonito verlos, nadie podía mostrarse sino serio ante los demás, y el primero que sonreía, perdía. Generalmente en este juego no pasan ni dos minutos y todos ya están desesperados aguantando la risa, así que todos iban presentando el intercambio de miradas, la tensión, la risa que ya se venía, luego un nuevo repunte de la seriedad, todos con los ojos muy concentrados, hasta que bueno, no les quedaba otra que reirse hasta morir, que esto es lo que genera la seriedad forzada. Pero esa seriedad había inspirado a Jeanne y había dicho que, mostrando su ingenuidad y vitalidad a toda prueba, eran como los políticos y debían jugar a tomar medidas para arreglar las cosas, que ya todos sabemos que las cosas en el mundo van de mal en peor. Así que las cosas llegaron a ese nivel y casi como Chris era el único chibolo (las demás eran chibolitas), se sintió en la obligación de plantear algo, y bueno iluminado él dijo que para mejorar el mundo había que ponerle un impuesto a la Coca Cola. Me pregunto si todos no pensamos lo mismo, es decir, ponerles impuestos mucho más dirigidos a resolver problemas a los grandes consorcios, y por esos días del 2002 todavía no había empezado la guerra en Irak (que dio inicio en marzo del 2003), y no era tan común que el internet planteara el boicot a la Coca Cola, pero esto luego alimentó las historias que contábamos acerca de "la boliviana", que nos había abandonado por unos montañistas franceses. Casi por naturaleza los grupos humanos tienden a los juegos de palabras, cuando trajeron CDs de salsa pronto pusimos esa canción de Willie Colón "Gitana", cuya letra alteramos en favor de algún tipo de alegría. Decíamos "sin serbesarte yo te serbeso", jugando con las palabras ser, beso y cerveza, que era una forma de seguir la letra de "sin quererte yo te quiero, sin amarte yo te amo". Del mismo modo, mi afición por un libro de cartas de María Bamberg de Brunswick, que escribe sobre la vida de la Patagonia a inicios del siglo XX hizo que me inclinara a pensar que "la boliviana" (se llamaba Karine Grelier) moriría en la Pata-agonía, habiendo sido atacada por unos cuyes asesinos y detectives que la habrían perseguido hasta ahí, desde las chullpas de Sillustani donde la habían encontrado hasta la Patagonia, a orillas del lago Ghia, cuando la asesinaban tarareaban la canción del Doctor Zhivago los cuyes nerviosos, y las últimas palabras de "la boliviana" claro está, habrían sido "impuesto a la Coca Cola". Cuyes hambrientos porque sobre las pampas argentinas ya no tendrían qué comer, habida cuenta que su manjar preferido eran las cámaras fotográficas de los turistas. Amores perros, amores alpacas, amores vizcachas, amores cóndores, amores cuyes. En fin, no cuento mayores disparates porque o sino me terminan insultando como otras veces.
Pero así era el café, muy emocionante por esos días, donde lo más natural del mundo era sonreir.
Jeanne
Arriba: Eric, Jeanne, Chris y Ale
Abajo: Chris, Adita y Jeanne. De medio rostro, Paloma.
10 comentarios:
se diria q esta precioso, narras con imagenes difusas, pero transmitiendo una especie d atmosfera social, d ruido d voces, voces q mueven en silencio tus recuerdos, y que se proyectan con calida realidad para quienes alguna vez visitamos ese lugar tan tuyo.
es como que emana del texto una temperatura d ingenua diversion y lucida alegria. pero como toda lucidez que se une a la ingenuidad, se huele que duele que el ayer no sea el hoy de mañana, ni el aun de otra vuelta.
Gracias, Dannie, gracias por tu comentario. Te agradezco un comentario tan sutil y que observa como este relato trata el recuerdo y el tiempo. Estoy muy cansado esta mañana, sino te escribiría más.
Este comentario requiere una presentación. Es un comentario de Eric Vuillard, quien está mencionado a lo largo de todo el texto. Pero no he querido alterarlo ni corregirlo. Es una persona que habla en francés cotidianamente, y que vivió 2 años en Roma, de ahí que su castellano está fuertemente italianizado. Quizás haya quien ha despertado a la curiosidad sobre la forma de sentir y de ser de mi amigo entrañable. Aquí va:
Pablo,
He leido parte de tus capitulos, sobre "desiertoeneldesierto". Tu manera de contar es muy vivante, pero de un genero de vida que es difficil de describir. Hay un sentimiento de verdad, que viene, creo, de un typo peculiar de moralidad. Por exemplo, sobre el cafe de Ada, donde no habia ninguno clientes durante algunos dias, tu manera de decir eso y de juntar a eso nuestro placer, me parcece tener algo de esa moralidad que me gusta muchisimo. La vida describida parece extraordinaria porque justamente erala ! Sabes decidir el punto donde esa vida tomaba su origin. Un cafe vacillo, con una persona muy buena, un corazon sincero (y eso se siente que existe, que es raro, que es lo que querimos, que es lo que hallamos), y tu escribes a dentro de esa bundidad, la restituyes. Y todos se recordan del cafe vacillo que no han conocido, del silencio por mediodia, del plato de frijoles, de los peritos ballando, del cow boy buracho, del cow boy homosexual, del cow boy brichero, todos se recordan de lo que vivimos, porque vivimos un episodio real della historia universal de nosotros. Pedro Paramo fue contigo, seguramente es un amico, y tambien Santa Teresa fue al cafe. Porque los santos son, por los dias de infancia, como los ninos de Ada y como Jeanne, jugando a la pellota, y attacando con armas milagrosas las viejitas de sus barrios.
tu amigo
Eric
me ha impresionado su escritura : la naturalidad con que expresa su hondura, casi acariciando...; espero que siga escribiendo :le leeré.
Gracias, Modesto, por su comentario, y qué gusto tener un nuevo lector. Diría que si va a fechas anteriores de este blog podría leer otros textos que podrían gustarle. Hay varios que le recomendaría (aunque pobres de mis otros textos, a los que también les tengo cariño). No sé, en este blog se puede encontrar "Taxistas de Buenos Aires", "Cómo escapar al amor en un bólido de kartismo", "Cerros de cocaína", "Una educación de primera", o "Saisa", si usted quiere leer otros relatos que he escrito. Se lo agradecería igualmente.
Y he aquí lo que escribió una amiga muy querida:
Acabo de leer tus dos últimos blogs, el del café de Ada es muy lindo, muy refrescante, le hace a uno imaginar la alegría de ese periodo, son lindas las anécdotas, una atmósfera entrañable, querible, inolvidable.
un beso y gracias
Gracias a ti.
lo leiiiiii, muy bueno, me sumo a lo escrito por Daniel y Modesto ¿recuerdas que siempre hablaba de la tarde con el video de Dido (Thank You), la pelí de Wong Kar Wai (Chungking Express)y la pizza con su naranjada en la calle recoleta? una tarde perfecta, decía yo. "Leer el café de Ada" me remitió de un toque al "Olvido para tiempo Continuo" que presentaron Aúgusto y su grupo la semana pasada en la casa de la cultura de san Blas.... un cuchillo de escrito, como para cortar y hacerle cosquillas a las venas de la memoria, la nostalgia.
Hernán
soi paloma esta chebere lo les digo que pablo esta loco
jejejej ya broma
Paloma!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Mi niña genia, ojalá estén pasando cosas lindas en el café, y qué bueno que te parezca que está chévere.
Un beso.
Pablo
Al borde de la lágrima terminé de leer este post. Me ha gustado mucho, me ha gustado sobre todo la tranquilidad del café y lo libre que una se siente en ese espacio familiar. Pasé poco tiempo por ahí pero lo tengo todo en la memoria, como a una vida entera.
Te leo amigo mio. Mostro que Paloma te lea.
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