Rabia contenida
Es tan fácil tener actitudes y pensamientos convencionales, y es muy difícil escapar a ellos. Hará unos días vi un fantasma en casa al despertar. Todavía era de noche, y reinaba una gran oscuridad en la habitación. No es nada extraño que lo haya visto, porque es sabido que los fantasmas abundan en las casas antiguas de Cusco. No lo voy a describir al detalle porque no escribo esto para llenar las expectativas de morbo de quienes tengan la amabilidad de leer estas líneas. Y además ganas de dejarme llevar por la maquinaria sensible que está montada desde hace demasiado tiempo, por factores obviamente culturales que tampoco deseo descifrar, por la cual los fantasmas son seres abisales y temibles, ganas de pensarlo así, no tengo ninguna. Por si acaso todavía no arrastran cadenas estos fantasmas que han tenido a bien mostrárseme, y además no fueron varios sino solo uno, y mujer. Pero bueno, a lo que iba centralmente es que es fácil tener actitudes convencionales, y en realidad, casi del todo imposible escapar a ellas.
Alguna vez estuve totalmente entusiasmado con una chica en Lima, aunque he de decir que ya por ese entonces la "capa arable" de mi sensibilidad no era muy profunda, como las tierras de las laderas en las comunidades campesinas de acá del sur del Perú, creo que ya por entonces mi alma tenía mucho PH, mucha acidez, y con una sola cosecha se extenúa al punto que se queda seca e inutilizable por varios años...Bueno, pero estaba entusiasmado con esta chica, ella era brillante brillante físicamente, casi un espejismo, y con unos ojos de tigre que se acompañaban de unas cejas hermosas y una sonrisa de esas que te dejan huevón por una semana. Recuerdo que estábamos en una farmacia cerca de mi casa, y yo le iba contando eso que dice Isak Dinesen sobre los masai del Congo, la noble tribu guerrera que vive cerca de un volcán, y refiere a los masai a raíz de un sueco que era una lástima de tipo que había estafado a todos los blancos de Nairobi y siempre llevaba la misma camisa negra que ya parecía pegada a su cuerpo por el calor y el uso, el mismo desaseado sudor en el rostro, y que llega a su casa y le pide un préstamo, y la buena baronesa de Blixen se lo otorga a pesar de la pésima fama de timador del sueco, le otorga el beneficio de la duda, se lo da porque a fin de cuentas, diciéndose que la vida toda es un maldito juego y si le gusta estafar tanto a la gente pues que no joda, que esos papelitos a los que llaman billetes en un momento hartan tanto como cualquier otra cosa que se repite y se repite.
El sueco le promete seriamente que le devolverá el préstamo, que se va a Sudafrica a buscar fortuna en las minas de diamantes. Ella hasta le da un aventón en su jeep para acercarlo a Sudafrica, en realidad lo aleja de su vista porque bueno, el sueco no era precisamente Robert Redford en rol de safari, y pasan meses y de repente llega un día a casa de la baronesa un sobre cerrado pero gordo, y lo abre, y es una inmensa cantidad de dinero por la cual el sueco resina le devuelve el préstamo quintuplicado, y llega también una carta en la que cuenta que estuvo muriendo de hambre por los caminos polvorientos, por la sabana inclemente plena de sol del Africa, en un momento ya a merced de los leones, sin tomar agua días y días, insolado y falto de fuerzas, hasta que lo recogió un masai y lo llevó con su tribu, y a la noche en medio de bailes y fogatas todos estaban atentos a que el sueco hable lo que sea, porque parece que los masai en ese entonces todavía se sentaban alrededor del fuego a contarse historias, y así lo tuvieron alojado días y semanas, que el miedo que había adquirido el sueco a ser tragado por los leones ya no era una broma, en la carta que le escribía a la baronesa estaba agradecidísimo con los masai por su hospitalidad y porque se habían compadecido de él, que ya para cuando lo encontraron perdido en los caminos no era más que un despojo humano, luego ya había llegado a las minas de diamantes y hecho una fortuna de allí el sobre rebosante de fajos de billetes...
El asunto es que yo le contaba ésto a la chica de Lima, ella sonreía -después he pensado que tiene esa sonrisa tan linda pegada como un chicle a la cara- y estábamos en una farmacia y venía entusiasmado digo, y al mismo tiempo sentía que me temblaban las manos, que cuando alzaba el vasito para tomar la pastilla por la que había entrado a la farmacia se me derramaba parte del líquido, y remataba la historia del mismo modo que lo hacía la baronesa en su relato con una reflexión sobre la tragedia, una reflexión que parte con el sentido de la compasión de los masai sobre el sueco resina, señalando que la aristocracia de todos los países y tiempos de la historia han tenido sentido de la tragedia, los masai se dieron cuenta que el sueco estaba perdido en el mundo y no tenía ya otro destino que ser un festín famélico para los leones, y se habían compadecido, en cambio que las burguesías y todos los seres entregados al comercio y que le ven demasiado significado al dinero y cosas subsidiarias, no lo tienen ninguno.
Bonita mi conversación con la chica, todo un despliegue de mi más variado -y ahora lo pienso- estúpido repertorio, porque luego la chica ésta cada vez que pudo no comportarse como un masai lo hizo, y hasta ahora lo recuerdo, lo recuerdo con claridad, como a mi mujer fantasma de hace unas noches. Bien, creo simplemente que le era muy difícil dejar de tener actitudes convencionales, por motivos que desconozco y que ya no quiero saber, y no tengo más ganas de referirme a ella, que las cosas sucedieron muy en el pasado y odio actualizarlas.
Alguna vez estuve totalmente entusiasmado con una chica en Lima, aunque he de decir que ya por ese entonces la "capa arable" de mi sensibilidad no era muy profunda, como las tierras de las laderas en las comunidades campesinas de acá del sur del Perú, creo que ya por entonces mi alma tenía mucho PH, mucha acidez, y con una sola cosecha se extenúa al punto que se queda seca e inutilizable por varios años...Bueno, pero estaba entusiasmado con esta chica, ella era brillante brillante físicamente, casi un espejismo, y con unos ojos de tigre que se acompañaban de unas cejas hermosas y una sonrisa de esas que te dejan huevón por una semana. Recuerdo que estábamos en una farmacia cerca de mi casa, y yo le iba contando eso que dice Isak Dinesen sobre los masai del Congo, la noble tribu guerrera que vive cerca de un volcán, y refiere a los masai a raíz de un sueco que era una lástima de tipo que había estafado a todos los blancos de Nairobi y siempre llevaba la misma camisa negra que ya parecía pegada a su cuerpo por el calor y el uso, el mismo desaseado sudor en el rostro, y que llega a su casa y le pide un préstamo, y la buena baronesa de Blixen se lo otorga a pesar de la pésima fama de timador del sueco, le otorga el beneficio de la duda, se lo da porque a fin de cuentas, diciéndose que la vida toda es un maldito juego y si le gusta estafar tanto a la gente pues que no joda, que esos papelitos a los que llaman billetes en un momento hartan tanto como cualquier otra cosa que se repite y se repite.
El sueco le promete seriamente que le devolverá el préstamo, que se va a Sudafrica a buscar fortuna en las minas de diamantes. Ella hasta le da un aventón en su jeep para acercarlo a Sudafrica, en realidad lo aleja de su vista porque bueno, el sueco no era precisamente Robert Redford en rol de safari, y pasan meses y de repente llega un día a casa de la baronesa un sobre cerrado pero gordo, y lo abre, y es una inmensa cantidad de dinero por la cual el sueco resina le devuelve el préstamo quintuplicado, y llega también una carta en la que cuenta que estuvo muriendo de hambre por los caminos polvorientos, por la sabana inclemente plena de sol del Africa, en un momento ya a merced de los leones, sin tomar agua días y días, insolado y falto de fuerzas, hasta que lo recogió un masai y lo llevó con su tribu, y a la noche en medio de bailes y fogatas todos estaban atentos a que el sueco hable lo que sea, porque parece que los masai en ese entonces todavía se sentaban alrededor del fuego a contarse historias, y así lo tuvieron alojado días y semanas, que el miedo que había adquirido el sueco a ser tragado por los leones ya no era una broma, en la carta que le escribía a la baronesa estaba agradecidísimo con los masai por su hospitalidad y porque se habían compadecido de él, que ya para cuando lo encontraron perdido en los caminos no era más que un despojo humano, luego ya había llegado a las minas de diamantes y hecho una fortuna de allí el sobre rebosante de fajos de billetes...
El asunto es que yo le contaba ésto a la chica de Lima, ella sonreía -después he pensado que tiene esa sonrisa tan linda pegada como un chicle a la cara- y estábamos en una farmacia y venía entusiasmado digo, y al mismo tiempo sentía que me temblaban las manos, que cuando alzaba el vasito para tomar la pastilla por la que había entrado a la farmacia se me derramaba parte del líquido, y remataba la historia del mismo modo que lo hacía la baronesa en su relato con una reflexión sobre la tragedia, una reflexión que parte con el sentido de la compasión de los masai sobre el sueco resina, señalando que la aristocracia de todos los países y tiempos de la historia han tenido sentido de la tragedia, los masai se dieron cuenta que el sueco estaba perdido en el mundo y no tenía ya otro destino que ser un festín famélico para los leones, y se habían compadecido, en cambio que las burguesías y todos los seres entregados al comercio y que le ven demasiado significado al dinero y cosas subsidiarias, no lo tienen ninguno.
Bonita mi conversación con la chica, todo un despliegue de mi más variado -y ahora lo pienso- estúpido repertorio, porque luego la chica ésta cada vez que pudo no comportarse como un masai lo hizo, y hasta ahora lo recuerdo, lo recuerdo con claridad, como a mi mujer fantasma de hace unas noches. Bien, creo simplemente que le era muy difícil dejar de tener actitudes convencionales, por motivos que desconozco y que ya no quiero saber, y no tengo más ganas de referirme a ella, que las cosas sucedieron muy en el pasado y odio actualizarlas.