viernes, 12 de noviembre de 2010

La Chubit Cuca

Lo contaré por aquí: cuando vivía en Barboncito, Miraflores, hacia mediados de los 70s comenzó a haber una plaga de cucarachas, toda una infestación en la cocina de mi casa. Eso produjo una fuerte inquietud y se hicieron las acostumbradas medidas para hacerlas desaparecer del mapa. Pero el asunto es que estos astutos insectos encontraban la forma de pervivir, ya desde entonces se sabía que se superan generacionalmente y que cada insecticida que sale logran asimilarlo y por algo se dice que después de una bomba nuclear que haga explotar el mundo, o al menos lo asole del todo, solo van a quedar cucarachas para caminar las ruinas de Machu Picchu, también por Boulevard Sebastopol rumbo a Boulevard Magenta donde ahora se reúnen los iraquíes emigrados para calentarse a base de un millón de tragos fuertes. Esos parques de París en el invierno. Todo cucarachas sería el mundo y el orgullo y chauvinismo por la comida peruana sería ridículo lo mismo que el desencanto que produce el eterno enfrentamiento entre israelíes y palestinos, como el resto de cosas,  sería vano, muy vano, y estaría sometido al desplazarse de las cucarachas, que para el caso, sería lo único importante.

Pero en fin, estos astutos insectos sobrevivían y una noche mi madre tomó medidas extremas y baygoneó con tan poderosa mano, que a las 5 de la mañana todo olía profundamente a Baygón, y entonces yo vi con la luz prendida y en un ambiente todavía nocturno, como estaban ahí masacrados y proliferantes. Entonces, entre todos los cadáveres de cucarachas había una que movía débilmente una patita. Saqué una cajita transparente y la llevé, por la mañana todavía movía su patita y empecé a pasarle terroncitos de azucar. Le puse un nombre. Se llamaba "La Chubit Cuca". Luego, también le creé unismo a canción de las que por entonces escuchaba en la radio...Le cantaba a la cucaracha esa canción, que decía: "Tuviste suerte, al cruzarte en mi camino, yo te salve de tu destino...Oh Chubit".


En ese entonces tenía 8 años, y estaba bien que las cucarachas tuvieran canciones especialmente dedicadas para ellas.

No quiero contar el final porque es prosaico, muy prosaico, como una segunda vuelta entre Alan García y Keiko Fujimori luchando por la Presidencia del Perú, una cosa tan lánguida, penosa, estúpida como esa, que para patetismo mayor, desencadenará pasiones encendidas entre los peruanos, cuando lo único que tendría sentido de darse tal segunda vuelta sería lo de estar contento que nos espera un futuro planetario tan solo habitado por las cucarachas y otros insectos afines.